Se acabó. El modelo de crecimiento económico seguido por Alemania y Holanda en las últimas tres décadas ha terminado, ha colapsado. ¿Se acuerdan de su arrogancia despectiva hacia nosotros, especialmente de los holandeses? Sí, nos denominaban los manirrotos países “pig” del sur de Europa. Lo siento, pero, sí, debo reconocer que me importa un comino su actual situación. Ellos nos impusieron una serie de ajustes innecesarios para hacer frente a la crisis de deuda privada de 2008, que en el caso español era consecuencia del modelo de crecimiento económico diseñado por las élites europeas, alemanas y del centro de Europa, con la aquiescencia de las nuestras, tanto políticas como económicas. Hubiese bastado un rescate bancario patrio a costa de acreedores –básicamente bancos alemanes, estadounidenses, franceses, británicos, holandeses…– que no asumieron su defectuoso control de riesgos. Pero no, tuvieron que obligarnos a un rescate bancario a costa de nuestros conciudadanos, vía mayor deuda pública, pidiéndonos después, los muy caraduras, un ajuste fiscal (estos tipos desconocían, y desconocen, las balanzas sectoriales de Wynne Godley). Todo ello lo aderezaron además con una devaluación salarial brutal. Nos infligieron un daño innecesario, aumentando de manera exponencial la pobreza de nuestros conciudadanos.
Pero las cosas han cambiado drásticamente. La guerra de Ucrania ha puesto de manifiesto los pies de barro del gigante teutón, tanto a nivel económico, como a nivel geopolítico. Desde un punto de vista económico han vivido las últimas tres décadas de las rentas que extrajeron de la antigua RDA, especialmente de sus familias y trabajadores, y, sobretodo, del Sur de Europa, así como de unas relaciones privilegiadas con la Rusia exsoviética. La situación empeora todavía más cuando, desde un punto de vista geopolítico, el actual gobierno de coalición muestra una ausencia de visión germana propia del mundo, siguiendo a pies y puntillas el dictado anglosajón. Como consecuencia, la industria germana ha dejado de ser competitiva. Sus costes no laborales, básicamente energéticos, se han disparado. No tenían alternativa al barato gas ruso. Y ahora, todo se ha ido al garete. Pero vayamos por partes.
Lo peor es ver que en nuestro país la derecha política y mediática asumió este dictado sin analizar lo que dice. Porque la realidad es bien distinta a lo que se dice: el sur, desde la creación del Euro, ha financiado al norte de Europa
Nunca entendí la actitud de genuflexión, adornada con un sentimiento de inferioridad, de nuestra clase política ante los comentarios vertidos por Mark Rutte o el otrora Jeroem Dijsselbloem, o la misma Ángela Merkel. Como señalaba el economista Paul De Gruawe, “Todos y cada uno de estos políticos mantienen prejuicios antiespañoles, antiitalianos y, en general, contra los países latinos y periféricos. Están convencidos de que con su ahorro financian la fiesta española y el desmadre italiano”. Lo peor es ver que en nuestro país la derecha política y mediática asumió este dictado sin tan siquiera analizar someramente lo que dicen. Porque la realidad es bien distinta: el sur, desde la creación del Euro, ha financiado al norte de Europa.
El economista Richard Koo, a mediados del 2012, publicó una excelente nota, “The entire crisis in Europe started with a big ECB bailout of Germany”. Tal como describe Koo, acertadamente, el denominado “problema de competitividad” de los países del sur de Europa fue consecuencia de una política monetaria excesivamente expansiva del BCE allá por el 2002. Ésta tenía como objetivo último estimular la economía con el fin de que Alemania no tuviera que expandir su crecimiento vía política fiscal. Sin embargo, el impacto sobre la demanda interna de Alemania fue nulo, al encontrarse en recesión de balances. Por el contrario, aceleró e infló hasta límites insospechados las burbujas en la periferia, especialmente la inmobiliaria, lo que impulsó las importaciones alemanas, rescatando al país teutón de los miedos provocados por el estallido de la burbuja tecnológica, de la que apenas se beneficiaron los países europeos del sur. El problema de competitividad en 2007 sólo era atribuible al límite del 3% del Tratado sobre el déficit fiscal.
El problema de fondo de la Unión Europea es más profundo, su diseño, desde sus orígenes, se hizo a medida de Alemania. Por un lado, la entrada del sur de Europa en el Euro, con el consentimiento de sus élites, acabó destrozando nuestro sector industrial que no estaba preparado para el libre mercado (véanse los análisis del profesor Ha-Joon Chang sobre los mitos del capitalismo contemporáneo). Pero no solo eso. Alemania no quiso reducir sus superávits por cuenta corriente mediante políticas que facilitaran un mayor consumo de sus familias. Tampoco quiso asumir las consecuencias del riesgo precio de las inversiones de sus bancos. Ahora tendrán que comerse sus palabras. No les va a quedar más remedio que soportar un aumento del déficit y de la deuda pública, lo cual en sí mismo no es negativo, en un contexto de continuado ahorro privado aderezado, en este caso, una menor demanda exterior de los productos alemanes. Su modelo basado en el sector exterior se ha agotado. Además, el cambio en favor de otro modelo basado más en consumo requiere pasar por una recesión –vean los estudios de Michael Pettis–.
Frente a ello, el Sur de Europa crece. Si no llega a ser por Portugal y España la Unión Europea ya habría entrado en recesión. España ha sido la economía de la Unión Europea que más ha crecido en 2023, al igual que en 2022, y lo volverá a ser en 2024, salvo que el Banco Central Europeo y/o Bruselas vuelvan a las andadas. Por eso, y en eso espero que Sánchez y sus asesores lo tengan claro, no les hemos de permitir ni una. Ni reglas fiscales, ni más restricción monetaria.