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¡Que comiencen los juegos del alquiler!

Imagen de archivo.
3 de septiembre de 2023 21:52 h

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Llega septiembre y las calles de nuestras ciudades, sobre todo las grandes ciudades, ofrecen cada año un espectáculo que bien podría rodarse y narrarse como un documental de fauna salvaje: la búsqueda de piso para comenzar el nuevo curso. Ríanse de los ñus cruzando el río entre cocodrilos o las leonas cazando cebras. Pongan música de National Geographic para seguir leyendo.

Ahí van todos a la carrera desde el amanecer: estudiantes universitarios, interinos que acaban de conocer destino, currantes recién contratados, trabajadores despedidos en junio y que ahora regresan, parejas que no han sobrevivido al verano, inquilinos no renovados, gente joven y no tan joven que quiere buscarse la vida en ciudades que prometen oportunidades… Todos a la caza de unos pocos metros cuadrados donde meterse.

Quien lo haya vivido, sabe de qué hablo. Si no, si tienen tiempo y quieren emociones fuertes, echen un vistazo a portales y anuncios, hagan un par de llamadas, acudan a ver un piso. Gente corriendo de un lado a otro de la ciudad para acabar llegando tarde al piso que ya está alquilado, castings de inquilinos, agencias examinando a fondo a los interesados, subastas al mejor postor, agotamiento, desesperación, rabia, llantos y de vez en cuando el aullido de alegría de quien ha encontrado algo, por precario y caro que sea.

Tecleen en google “la odisea de alquilar”, y encontrarán todas las noticias que repiten ese titular convertido ya en frase hecha. Busquen en redes sociales y lean testimonios de quienes estos días pelean por un alquiler, sobre todo en Madrid y Barcelona. Si tienes la suerte de reunir ingresos suficientes, aún deberás superar filtros y entrevistas donde te mirarán hasta los dientes y te pedirán nómina, movimientos bancarios, historial de inquilino, avales, seguros de impago y varios meses de renta entre fianza, meses adelantados y comisión a la agencia. Todo aquello que se suponía no ocurriría con la nueva ley de vivienda.

Estoy hablando de pisos, pero en los últimos años la competición más cruda se ha trasladado al alquiler de habitaciones. Es la vía que propietarios e inmobiliarias usan para esquivar la ley y conseguir más rentabilidad: partir un piso en tres, cuatro, cinco habitaciones, y pedir por cada una lo que hace no tantos años se pagaba por un apartamento. Y es la única opción que encuentran tantos inquilinos, incapaces de afrontar alquileres que siguen batiendo máximos históricos trimestre tras trimestre. 600 euros de media una habitación en Barcelona, 500 en Madrid, 400 en muchas otras ciudades, con subidas de más del 10% en el último año según los portales.

La lucha por encontrar un piso o una habitación lleva la presión a las periferias, los barrios de extrarradio, las ciudades dormitorio, las provincias limítrofes, provocando un movimiento por el que unos inquilinos empujan a otros con menos recursos. Los perdedores, ya se imaginan: todos aquellos que no superan un casting inmobiliario. A la cabeza, personas migrantes, o simplemente racializadas.

La vivienda como derecho, y el alquiler en particular, es el gran fracaso de España. Fracaso del Gobierno de coalición, pese a la ley y las medidas aprobadas; fracaso de los gobiernos autonómicos, que tienen competencias y mucho que ver con el cumplimiento de la nueva ley; y fracaso histórico de la democracia, que nunca se ha tomado en serio el problema. Y diría que fracaso también como sociedad, pues pese a los muchos ejemplos de asociacionismo, plataformas y luchas exitosas, nos sigue costando defender colectivamente nuestro derecho a la vivienda. Algo cambiaría si todos esos desesperados que estos días recorren las calles, se uniesen a alguno de los sindicatos de inquilinos ya existentes.

Ya que el alquiler es nuestra distopía de andar por casa, propongo que al menos la disfrutemos: puesto que no tiene arreglo, que sea una forma de entretenimiento masivo, televisada, comentada, tertulianeada, cotilleada, convertida en reality, con fans, equipos y camisetas. Puede ser nuestro mayor espectáculo deportivo, nuestro circo romano, nuestros juegos del hambre. Ya lo está siendo de hecho, solo falta que nos lo retransmitan.

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