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El panfleto tránsfobo del Partido

Cuán dañino habrá podido ser el patriarcado para las mujeres, qué profunda inseguridad habrá sido capaz de crear en nosotras, para que las propias mujeres teman que su identidad como sujeto político pueda ser “borrada” por otras mujeres. Qué opresivo el rol que el patriarcado ha impuesto a las mujeres para que las propias mujeres se vuelvan intolerantes con la diferencia de otras. Qué inclemente el modelo, capaz de generar mujeres crueles ante la vulnerabilidad de las demás. Qué abismal perplejidad ante ti misma.

Solo desde un radical menoscabo de la identidad de las mujeres podrían las mujeres defender esa identidad arrancando a otras, con uñas y dientes, ese ápice de la suya rescatado de igual modo de la vejación patriarcal: con sangre, sudor, lágrimas y lucha. Solo desde el destrozo causado por el patriarcado en la identidad de las mujeres podrían las mujeres sentir la necesidad de excluir a otras de su semejanza. Solo desde la violencia sistémica sufrida puede entenderse la violencia de un comunicado como el de la vicepresidenta Carmen Calvo. Comunicado o lo que eso sea. ¿Qué es?

El comunicado (que Carla Antonelli, diputada del PSOE y primera mujer trans en un Parlamento español, denomina, cargada de razón y de dolor, “panfleto tránsfobo”) es un documento presuntamente feminista hecho público la semana pasada por el PSOE, a modo de argumentario en contra de “la teoría queer” y de la “autodeterminación del género”. Tal es el obsesivo pánico de un cierto obsoleto feminismo -representado en el Estado español por la filósofa Amelia Valcárcel y en cuyo marco se constriñe la vicepresidenta Carmen Calvo-, un feminismo que ha necesitado tirar de influencias para defenderse de nadie.

Estas mujeres mujeres (como le gustan a Aznar) celebraron en julio de 2019 un congreso feminista en Gijón que hizo mucho ruido por lo escandaloso de sus presupuestos éticos, morales y políticos. Y la vergüenza de su comportamiento público ha llegado hasta hoy. Allí, en vez de Calvo, estaba otra política feminista del PSOE, Ángeles Álvarez, que consintió y participó, con filósofas y periodistas venidas arriba en la tarima, de unas infamias transfóbicas que llegaron al nivel de la más cutre y machista barra de bar. Aquí, un resumen (gracias a la persona que lo hizo y lo publicó en redes).

Si en Gijón las feministas TERF (término que ese sector del feminismo considera insultante, aunque no es sino explícito y literal: Trans-Exclusionary Radical Feminist / Feminista Radical Trans-excluyente) dejaron claro, con grosera carcajada, que las niñas tienen vulva y los niños tienen pene, exactamente como en el autobús de Hazte Oír; si llamaron tíos a las mujeres trans (“digo tío porque es un tío”, se humilló la Mirayes, pues hay palabras que autohumillan), en el panfleto de ahora la vicepresidenta deja la infamia plasmada en papel, como mancha grasienta en una servilleta. Cabe destacar que en el comunicado o panfleto que publicó la ministra Calvo, su firma de mujer mujer iba acompañada por la de tres hombres (cis, que sepamos). Quizás esa cuota fallida haya avergonzado incluso a sus instigadoras.

El panfleto de la vicepresidenta Calvo es transfóbico, por supuesto que sí, que no nos hagan comulgar con ruedas de molino ni con tuits engañosos, como los que ha ido publicando después la vicepresidenta. De hecho, el panfleto de la vicepresidenta Calvo solo ha venido a dar legitimidad a esa vieja facción del feminismo donde las mujeres se comportan como brutales sexadoras de pollos.

Y al final, el PSOE no contenta ni a propios ni a extraños. ¿Con quién está? ¿Está con las personas trans o no lo está? ¿Está con su diputada Carla Antonelli o no lo está? ¿Está con el legado igualitario de Pedro Zerolo o no lo está? ¿Está con un solo feminismo, el de la señora Calvo? Más bien da la impresión de que el “argumentario” transfóbico del PSOE ha venido a sumarse a la guerra contra Unidas Podemos que, vergonzosamente, se libra desde todas las instancias, para que se vea que de buen Gobierno, nada, que las diferencias internas son irreconciliables, que la que manda es Calvo, no Irene Montero, ni Boti García Rodrigo, ni Beatriz Gimeno. Solo ella, la lideresa Calvo. Y Felipe González y Juan Luis Cebrián (no hace falta explicarlo).

El punto principal de su argumentario es que las mujeres trans me borran como sujeto político del feminismo. Un sujeto muy debilitado, por lo que se ve, para que las compañeras, las hermanas trans, a las que matan doblemente (por mujer y por trans, como dolorosamente recuerda Antonelli), puedan borrarlo. Pero no. A mí una mujer trans no me quita nada, hermanas. Al contrario, me da. Me da diversidad, me da igualdad, me da diferencia, me da libertad. Con las mujeres trans, soy sujeto de los mismos derechos y las mismas reivindicaciones que con las mujeres mujeres de Gijón. Yo no sé lo que tienen esas mujeres entre las piernas, imagino que una vulva, pero sí sé lo que tengo yo y, sin embargo, como mujer, me parezco mucho más a Carla que a ellas. Dónde va a parar.

A mí Carla no me borra, al contrario. A mí me borra el feminismo excluyente, me borra el feminismo conservador, me borra el feminismo rancio, me borra el feminismo arrogante, me borra el feminismo discriminatorio, me borra el feminismo que expulsa, me borra el feminismo que es violento con otras, me borra el feminismo que me dice que no soy feminista porque soy activista LGTBIQ y activista antiespecista. Esa no es feminista, dicen de mí.

Pues sí, señoras, yo soy transfeminista y antiespecista. A mí lo que me borra es que el feminismo no me represente porque no soy la mujer mujer que les gusta a Aznar y a la vicepresidenta Calvo (aficionada, por cierto, a la tortura taurina: todo encaja). Me borra que el feminismo esté tan herido por el patriarcado que reproduzca sus heridas. Me borra el feminismo de camiseta de Mango en el balcón del poder. Pero, por sobre todas las gomas borradoras, me borra la desesperación de las mujeres trans, compañeras, hermanas, me borra el desprecio que las mujeres trans están volviendo a sufrir, compañeras, hermanas, me borra la falta de respeto que lacera su existencia, compañeras, hermanas, me borra el suicidio de las adolescentes trans, compañeras, hermanas, me borran todas sus lágrimas, me borra que las hagan brotar otras mujeres, presuntamente feministas, compañeras, hermanas. A mí me borra el feminismo que reproduce las vergüenzas del patriarcado. Me borra la vergüenza que me da.

Estos son mis argumentos. La vergüenza y el respeto. Las feministas TERF piden muchos argumentos. Exigen que sean argumentos muy sesudos, que repitan términos academicistas como los que presuntamente despliegan en sus congresos. Presuntamente: la realidad, como vimos en Gijón y puede verse en las redes y se ve en el panfleto de la señora Calvo, es mucho más grosera, más zafia. ¿Qué legitimidad argumental tiene alguien que llama “tío, porque es un tío” a una mujer trans? ¿Qué teorías me pide? ¿Qué argumentos? El feminismo no puede ponerse a la altura del patriarcado, que es la altura del serrín de taberna. Para combatir esa bajeza, para elevarnos sobre su miseria moral, somos feministas. No para soltar discursos transfóbicos ni para firmar con tres tíos (sí, ¿no?) un panfleto transfóbico, de poco más de un párrafo, sin consensuar con nadie, pero en nombre del Partido. Así, con mayúsculas. Es literal: “Os hacemos llegar el documento que hemos realizado que sintetiza los argumentos y nuestra posición de Partido”. ¿Posición de Partido? ¿De qué congreso del Partido, así con mayúsculas, salió esa posición?

Me pregunto, hermanas TERF, cómo sois capaces de hacer tanto daño a las hermanas trans, cómo sois capaces. Y la única respuesta que encuentro es que las víctimas se convierten a menudo en verdugos. Ha sido demasiado el daño que el sistema y la herencia han hecho en las mujeres como para que las mujeres saliéramos indemnes. Solo el patriarcado puede ser tan cruel, solo el patriarcado puede catalogar y juzgar únicamente desde la entrepierna. Que no te engañen... Como mujer me sublevo contra esa herencia, como mujer abrazo a mis hermanas trans, como mujer me siento unida a todas las mujeres feministas.

Lo único que me consuela es que, por muy PSOE que sean, las teorías y argumentarios de la señora Calvo y la obsolescencia de las mujeres de Gijón están cada vez más superadas, aunque puedan aún blandir un panfletillo desde el poder. Porque son teorías que se construyen, aunque para oponérsele, con el molde del patriarcado, y respiran su esencia. Sus privilegios, por tanto. Me consuela porque el tiempo de las Calvo está pasando, aunque se aferren al falaz poder de una firma sin cuota. Me consuela porque, en estos tiempos de reforzado combate contra el racismo y la transfobia, tenemos otras palabras para luchar: “Cualquier feminismo que privilegia a quienes ya tienen privilegios será irrelevante para las mujeres pobres, las mujeres de la clase trabajadora, las mujeres de color, las mujeres trans, las mujeres trans de color”. Escuchemos la razón y la luz de Angela Davis frente al penoso feminismo de taberna. Compañeras, hermanas, abramos el corazón. También vosotras, compañeras, hermanas TERF. Con vosotras, compañeras, hermanas trans.