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Condiciones para una exitosa película crítica con el capitalismo

Escena del film 'No mires arriba'
9 de enero de 2022 21:46 h

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La exitosa película de Netflix 'No mires arriba' (ojo, spoilers) ha abierto un debate sobre el cine crítico con nuestro modelo moderno de sociedad, sus liderazgos políticos, sus medios de comunicación, sus redes sociales... Recordemos que recientemente también tuvo gran repercusión la serie de la misma plataforma 'El juego del calamar', que presentaba una situación económica y social capaz de llevarnos a cometer barbaridades. Es como si, desde el mismo capitalismo, la plataforma hubiese descubierto un filón explotando comercialmente películas o series que muestren la cara más miserable de nuestras modernas sociedades. 

Sin embargo, a pesar de que aparentan una contundente sátira y tratan personajes y situaciones sin piedad, observamos en ellas unas características y unas limitaciones que nos hacen sospechar de la intención de su crítica.

Veamos cuáles son, a la luz de los ejemplos anteriores, cómo debe ser una adecuada película crítica con el capitalismo para ser tan exitosa como inocua. Es verdad que todas las características que repasamos no se cumplen en todos los casos, pero creo que son patrones bastante frecuentes. 

1. Debe ser divertida. Vivimos en la sociedad de la diversión y el entretenimiento, nada debe alejarnos de eso. Pase lo que pase es importante reírnos durante toda la película. 'No mires arriba' es el ejemplo más evidente. Nos parecen patéticos unos presentadores de televisión que ríen y hacen bromas y chistes mientras les cuentan que un meteorito va a destruir la Tierra, al mismo tiempo que nosotros nos estamos también riendo de las bromas y chistes de una película sobre un meteorito que destruye la Tierra. Ocurre lo mismo en 'Idiocracia', una distopía en clave de humor, donde la raza humana ha degenerado intelectualmente. 

2. Los ricos y poderosos deben parecer decadentes y ridículos. Lo observamos en 'No mires arriba' y se aprecia todavía más en 'Los juegos del hambre', donde el aspecto de los poderosos se llevaba al extremo del ridículo y la ostentación. También lo comprobamos en 'El juego del calamar', en las escenas donde aparecen esos ricos que pagan por observar el desarrollo del juego, sebosos y depravados, uno de ellos termina humillado y doblegado por un personajes en un acto justiciero, pero sin ninguna trascendencia. De ese modo, las audiencias, que nunca se consideran decadentes y ridículas y que odian a los poderosos, estarán encantadas con el símil de la película y con la apariencia patética de ricachones y gobernantes. 

En la película 'Los Productores', de 1968, un empresario de teatro llega a la conclusión de que si estrena una obra mala de solemnidad será más negocio que si es buena, porque no tendrá que repartir beneficios y se podrá quedar con el dinero de todos los inversores. Eligen la obra adecuada, que es un musical de apología nazi y de Hitler, en el estreno parece que el público, como era de esperar se indigna y hace amago de abandonar la sala, pero en un determinado momento aparece una escena en que Hitler sale ridiculizado, el público comienza a reír y aplaudir entusiasmado y la obra termina siendo un éxito. Ya en aquellos tiempos descubrieron que si haces a la gente reír y el malo parece tonto puedes colarles lo que quieras, aunque sea el retrato benevolente de un genocida. 

3. Es importante que el poder se presente con una identidad ambigua e indefinida, no se concretará en multinacionales con nombre, fondos de inversión o determinados gobiernos o políticos. Por eso en 'No mires arriba', unos ven como la presidenta de la nación a Hillary Clinton, otros a Trump y otro, el ego patrio desmesurado, a Isabel Díaz Ayuso. De hecho han aparecido negacionistas y ultraderechistas aplaudiendo la película junto a políticos de izquierda como Pablo Iglesias o el exdiputado de Ciudadanos Juan Carlos Girauta. Una reseña de eCartelera titulaba “Comunismo, negacionismo, Trump... ¿qué critica realmente 'No mires arriba'? Los espectadores no se aclaran”. 

4. Los pobres y miserables pueden aparecer, no se ocultan, de esa manera la audiencia reconoce una determinada realidad y la película gana credibilidad. Sin embargo, no se identifica fácilmente a los responsables de esa pobreza, ni siquiera parece que sea un problema por el que preocuparse. Es el caso de 'Nomadland' , indigentes alegres que viven en una caravana y mueren entre sonrisas por no tener una medicación para el riñón, sin amago de crítica para la sociedad que provoca ese problema. Ninguna identificación hacia el modelo sanitario privado del país, los gobiernos que no les dan cobertura, las farmacéuticas que cobran un precio disparatado por los medicamentos. 

En 'El juego del calamar' no se explica qué modelo financiero es el que lleva a esas personas a participar en el juego para saldar unas deudas tremendas y que les arruinan la vida. Ni se profundiza en la paradoja de la joven que huyó de la Corea del Norte comunista para acabar en esa situación. 

5. No debe haber ninguna opción alternativa al sistema que se denuncia. El ejemplo más elocuente es 'Joker', el levantamiento de una ciudadanía indignada se hace en torno a un psicópata. No hay propuesta ni alternativa, solo una revuelta violenta y absurda. Algo que también está ocurriendo en demasiadas ocasiones en la vida real, donde sociedades explotan furiosamente sin saber ni qué proponen ni a dónde quieren ir. En otra antigua película que describe el poder de la televisión, 'Network, un mundo implacable', de 1976, un presentador fracasado inicia una fase de demencia cuando va a ser despedido y en sus últimos programas comienza a hacer un llamamiento para que la gente salga a gritar a las ventanas diciendo que están hartos. Él mismo deja claro que no sabe cómo arreglar nada ni cuál es la alternativa, pero que salgan a la ventana a gritar su enfado. El resultado es espectacular, la gente comienza a hacerlo y él se convierte en un referente de la rebeldía. 

6. No hay líderes subversivos con un plan de lucha ni objetivos de liberación, por muy desesperada que sea la situación nunca hay un Espartaco. Y mucho menos un partido organizado que lidere una movilización como en los clásicos italianos de 'Novecento' o 'Los Camaradas'. 

El final de 'No mires arriba' es de lo más reaccionario por su resignación. En ella los científicos sensatos optan, ante el desprecio al que les someten y la llegada del fin del mundo, a juntarse a cenar con sus familias y rezar. Muy subversivo no parece.

7. En otras ocasiones, el pobre, por muy héroe que se presente, simplemente se busca la vida de forma individual o familiar, nunca de forma colectiva. Es el caso de 'Parásitos', sencillamente una familia que se busca la vida y cuya única aspiración es tener dinero y confort. Incluso la lucha de la supervivencia en 'Los juegos del hambre', por mucho que admiren la cooperación, es inviable porque debes matar al resto de desgraciados para sobrevivir. 

8. Siempre tienes que parecer más listo que todos los que salen en la película. Hasta ahora los malos eran muy malos, ahora deben ser también muy tontos, muy simplones ('No mires arriba' es el ejemplo perfecto). Es el mismo modelo que se repite en las redes sociales, donde todos nos reímos y nos burlamos de los que mandan, cualquiera de nosotros está convencido de ser más inteligente que todos esos que nos gobiernan. Mientras, esos supuestos tontos que mandan, Rajoy, Ayuso, Trump o Biden, nos van jodiendo la vida. Pero... y lo tontos que son, y lo que nos reímos de ellos.

No se trata de hacer una enmienda a la totalidad de esas películas que triunfan en el mercado y que se presentan como críticas contra el capitalismo. Sin duda, son mejores que la media y aportan elementos valiosos de reflexión. Pero es importante que seamos capaces de observar las grietas en su discurso revolucionario que no lo es tanto, que nos fijemos en las trampas para hacernos creen que son más subversivas de lo que son, que no perdamos de vista los agujeros por los que cuelan patrones mentales reaccionarios o desmovilizadores sin que nos demos cuenta, y que no olvidemos que una película siempre termina siendo inocua para el sistema. 

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