Su Constitución, ¿nuestra cárcel?

Desde lo ocurrido el pasado martes en el Congreso, creo que la sociedad catalana en su conjunto entiende que el Estado español definitivamente no la reconoce y la niega. Lo que allí se dijo y se votó ya es pasado, todos hemos entrado ya en la siguiente fase de un proceso que no va a desaparecer mágicamente. El próximo día 23 de abril uno o dos millones, qué más da, de personas saldrán a las calles de una ciudad europea para proclamar su propósito colectivo, decidir la forma de Estado bajo la que quieren vivir.

Esa será la verdadera contestación catalana a lo ocurrido ayer en las Cortes, y no lo que digan los partidos. Dirigentes de partidos estatales recuerdan con ufanía los azotes que propinaron a Ibarretxe cuando llevó a las cortes su plan de autogobierno. Creo que Mas debiera haber ido a esas cortes acompañando a los diputados defensores de la proposición de ley del Parlamento catalán, pero es comprensible que se haya ahorrado una previsible humillación. El sistema político actual es una máquina organizada para destruir la discrepancia al sistema político e ideológico del bipartidismo monárquico, las voces que incordian la pax española vigente son ahogadas en cuanto se puede. Se difundirán los cortes pertinentes de las intervenciones y las cabeceras madrileñas sentenciarán para toda España.

Lo que no parecen comprender los que se sienten blindados y dueños del estado, dentro de su fortaleza, es que la demanda catalana es una demanda verdaderamente social, nacional. El poder votar en esa consulta no es una reclamación de esos partidos que acudieron a las cortes, ni siquiera es una reclamación nacionalista, es una reclamación cívica. Quieren que se celebre esa consulta los partidarios de una solución y los partidarios de otra, hasta quienes no desearon en su día que se plantease la consulta saben que ahora es necesario poder votar. Ninguna sociedad puede aceptar que se la ahogue o que la encierren.

A esa reclamación se le ha contestado enseñándoles la llave con que mantienen la puerta cerrada. La llave que detentan se llama “Constitución”. Rajoy, Rubalcaba y Rosa Díez hablaron desde una misma perspectiva, “ésta” es su casa, lo hicieron con auctoritas, invocaban el texto constitucional, pero en realidad se sentían con autoridad moral sobre España. Quienes hemos defendido otra idea de España no tenemos ya nada que hacer. Rajoy, además, habló desde la potestas, y les habló a los representantes del Parlamento catalán como si fuesen niños malos, ellos y sus votantes. Como estaba en su castillo y podía, fue insidioso al acusar a “algunos”, que estaban allí presentes, de ser aviesos, “se las han ingeniado para...”, y fue chulesco hasta el extremo cuando les dijo que él era quien realmente conocía Catalunya y que la amaba. Hay amores que matan. No tendría por qué amarla, la mayor parte de los ciudadanos españoles no la amamos, basta con reconocerla y respetar a sus ciudadanos, pero el desprecio mostrado por él y su partido antes y después de llegar al Gobierno hace que ese lenguaje ahora sea una burla.

Que el sistema político español vigente perece por sí mismo, no son los bárbaros fuera de las fronteras sino sus amos quienes lo ahogan, lo demuestra que recurran a la Constitución como explicación y disculpa de su decisión política. Cuando dicen “la Constitución lo impide” reconocen que la Constitución es un obstáculo para solucionar los problemas. A estas alturas ya da igual lo que ya no tiene remedio: no tiene remedio que ese Tribunal Constitucional anulase partes del Estatuto catalán que tenían importancia capital y no tiene remedio esa votación que dice que la Constitución es una cárcel para una parte de la ciudadanía. Por cierto, también lo es para buena parte de la ciudadanía que no vive en Catalunya.

Por otro lado, la burla absoluta a la verdad y a la inteligencia viene de que sea Rajoy, miembro de una organización de ultraderecha que combatió a esa Constitución del 78, quien ahora la esgrima como un tótem y una llave que cierra las puertas sagradas al tiempo que la alaba y canta la gloria de quienes “nos la hemos dado”. Que el garante de la Constitución sea un político que no cree en el cambio climático pero cree, en cambio, en la superioridad de algunas “estirpes” y en que lo que mantiene a las personas en un proyecto nacional es “la sangre”. Ése es el estado de cosas, ésa es esta España.

Como no queda más remedio en el futuro, oiremos a los políticos que tomen un avión o el AVE a Barcelona decir palabras en catalán, puede que en adelante hasta oigamos canciones en catalán en la radio y la televisión, quizá averigüemos que hay escritores catalanes… Se esforzarán en ilustrar eso de que les quieren mucho, pero ya es tarde para reformar la Constitución. Este martes pasado, 8 de abril, la hicieron definitivamente y exclusivamente suya. Son sus dueños y pretenden que sea la cárcel de los demás, que seremos inconstitucionales. Delincuentes.