La diferencia relevante entre una formación política y otra, entre una candidatura y otra, entre una persona y otra, no es quién baila mejor en televisión, quién tiene más gracejo frente al presentador más campechano o quién más genitales para hacer el cabra a bordo de una avioneta. Todo eso está muy bien: puede interpretarse en términos de gala de Fin de Año aplicada a la fiesta de Fin del Bipartidismo y hasta a la traca final de Fin de la Era de la Transición. Los políticos como estrellas invitadas de la caja tonta (expresión injustamente obsoleta). Las diferencias relevantes entre una formación política y otra, entre una candidata política y otra, deben ser, valga la redundancia, políticas. En plena campaña electoral, conviene distinguir esas diferencias.
La gestión de la contaminación ambiental por el Ayuntamiento de Madrid es un buen ejemplo para demostrar la diferencia entre el PP (es decir, la derecha conocida) y Podemos (digo Podemos porque fue quien sugirió a la actual alcaldesa para encabezar la candidatura de coalición municipalista). Comparar a Manuela Carmena con Ana Botella es una buena herramienta para ver la diferencia entre unas políticas y otras, entre una y otra clase de políticas.
La contaminación ambiental no es nueva en Madrid, ni se trata de alguna clase de malos humos traídos por los nuevos aires del equipo de Gobierno municipal. Madrid lleva años contaminada, incluso hasta límites peligrosos para la salud de los ciudadanos y superando en numerosas ocasiones los niveles de alerta que marcan las normativas europeas, estatales y municipales. El informe APHEIS-3, que estudia el impacto en Europa entre polución y salud humana, establece desde hace lustros que en Madrid fallecen más de 2.000 personas al año de forma prematura a causa de la contaminación.
Cuando Ana Botella era alcaldesa, el aire de Madrid ya era un enfermo crónico, pero el Ayuntamiento minimizaba este problema, y sus únicos esfuerzos al respecto consistieron en negarlo. Botella llegó a mentir, asegurando que la normativa vigente no obligaba al Ayuntamiento a actuar, e incluso hizo uno de sus legendarios ridículos culpando de la polución al “polvo africano”. No era cierto: la culpa era del excesivo tráfico de coches. Botella nunca cumplió con su deber de tomar cartas en un asunto que afecta a la salud de los ciudadanos y de la ciudad. Estaba en la peluquería, en el spa o muy ocupada influyendo, presuntamente, para que su hijo José María Aznar, consejero de Gesnova Gestión Inmobiliaria Integral, participara en la compra por el fondo buitre Blackstone de 1.890 viviendas públicas de Madrid.
Tomando medidas similares a las de otras ciudades europeas con niveles de contaminación que superan los límites aceptables, es decir, activando un protocolo que la anterior corporación aprobó pero nunca implementó, Manuela Carmena, sin embargo, sí cumple con su deber como responsable máxima de la ciudad. Y ni siquiera sirve de mucho, pues, como alerta Ecologistas en Acción, es imprescindible un cambio de hábitos que corresponde a los ciudadanos llevar a cabo.
Las críticas a Manuela Carmena solo pueden comprenderse como producto de la irresponsabilidad, la mirada cortoplacista y la ignorancia. A todos los madrileños puede afectarnos en un momento dado que se restrinja aparcar en el centro, pero nos afecta más, mucho más, la calidad del aire, aunque se trate (salvo en los casos agudos, de personas con dolencias más graves o de edad avanzada) de una experiencia que, por difusa, nos induce a restarle importancia. Pero, por difuso que sea, lo cierto es que ese es el aire que estamos dando a respirar a nuestros bebés y a nuestros ancianos: tenemos una responsabilidad como ciudadanos que supera con creces el fastidio de no poder aparcar donde nos viene mejor.
Lo que está haciendo Carmena y lo que no hizo Botella marca la diferencia, política, del PP y de Podemos. La diferencia entre hacer política y estar en política. La diferencia entre hacer política para los ciudadanos (incluso aunque los ciudadanos no entiendan, o no quieran entender, tus medidas: correr el riesgo, responsable, de que resulten impopulares) y estar en política para beneficiar a tu hijo. Ya saben, presuntamente.
La cita del 20D debe tener en cuenta estas diferencias. Las que hay entre la derecha conocida y los políticos del cambio. Más allá del espectáculo televisivo y de si uno hace pinitos con la guitarra o el otro pierde al ping-pong. Ya sabemos lo que hace el PP cuando gobierna.
En cuanto a la derecha cuyo gobierno no conocemos, es decir, la presunta alternativa de Ciudadanos, basta con no olvidar quién financió su campaña de 2009 para las elecciones europeas: ni más ni menos que contratistas militares de Estados Unidos, empresas armamentísticas, lobbies ultracatólicos y la extrema derecha. El acuerdo lo cerró Albert Rivera, el limpio. Como para fiarse del aire que respira.