Seguramente Mariano Rajoy se ha reunido antes con Pedro Sánchez para poder sentarse después con Albert Rivera y ponerle aún más contra las cuerdas alegando el no del secretario general socialista. El líder de Ciudadanos probablemente aún no lo sabe, o si lo sabe cree realmente que puede evitarlo, pero lo cierto es que va camino de convertirse en el cordero del sacrificio necesario para evitar las terceras elecciones. El tiempo juega a favor de todos los demás y ninguno tiene tanto que perder si acudimos de nuevo a las urnas.
Rivera fue el primero en moverse. Se pasó a la abstención convencido de que esa jugada defensiva anticipada le blindaría frente a cualquier presión y traspasaría las urgencias a los demás. La reunión entre Sanchez y Rajoy ha puesto de relieve hasta qué punto, a día de hoy, los naranjas ofrecen una abstención que cuesta poco pero resulta perfectamente inútil. Ciudadanos intenta vender algo que carece de valor en el mercado político y esa siempre es una mala estrategia.
El aspirante Rajoy no ha podido dejarle más claro que la opción de investirse gracias a las abstenciones de socialistas y naranjas ni le vale, ni le parece suficiente. El presidente en funciones no quiere pasarse la legislatura negociando acuerdos al límite del tiempo y la paciencia. Con buen criterio exige disponer de una mayoría que le asegure la gobernabilidad y si no, prefiere elecciones.
La salida que más defiende Rivera, un gobierno basado en un acuerdo entre PP, Ciudadanos y PSOE es una gran idea y un gran negocio pero sólo para el. Ni los populares ni los socialistas le necesitan en caso de que fueran capaces de llegar a un acuerdo. En una hipotética “gran coalición” Ciudadanos sólo parece un estorbo.
El encargo real convierte en un brindis al sol el empeño de Ciudadanos en seguir reclamando que Rajoy dé un paso atrás y el PP proponga otro candidato. Rivera se ha metido por su propio pie en un laberinto donde sólo le queda una salida: sentarse a negociar con Rajoy e intentar sacarle un buen acuerdo. Quería resultar decisivo y lo es. Ahora solo le falta asumirlo. Decidir y abstenerse suelen resultar incompatibles.
Convergencia ya sabe cómo se las gasta Mariano Rajoy cuando se pone firme. Si en algún momento pensaron que iban a sacar un grupo parlamentario propio a cambio de unos votos clandestinos para la Mesa del Congreso ya habrán comprobado que era a cambio de facilitar la investidura. No sólo se han quedado sin el dinero y el protagonismo prometidos, sino que han servido de trofeo para que Rivera pueda sacar pecho y presumir de lo mucho que le va a dejar mandar Rajoy. La buena política es como el buen cerdo. Se aprovecha todo.