En Sevilla este año se adelantó la Semana Santa una semana y la empezó la presidenta andaluza, que vio la ocasión perfecta de aprovechar el desahucio de la Corrala Utopía para coronarse reina madre bajo palio, para darle un beso de Judas a sus socios de gobierno y entregar a los inocentes a una masa arengada por el Sanedrín mediático que no ha dejado pasar la oportunidad de crucificar a IU. Por medio apareció Zoido Pilatos, alcalde sevillano, 'popular' para más señas, que se lavó las manos y dejó en la calle a sus vecinos desahuciados aunque tiene 500 pisos vacíos en los que los podría alojar. Y a última hora, socialistas y comunistas firmaron una resurrección de su pacto que no convence ni a los que la firmaron. Todo apunta a que esta ha sido la última cena entre ambos.
La derecha aplaude a rabiar con el espectáculo patético de ver a sus enemigos enfrentados y a los socialistas enfrentando a los pobres entre sí. Susana Díaz tuvo su Domingo de Ramos entre los suyos y los demás, desde IU a los corraleros pasando por los miles que se pudren en las listas a la espera de un piso, han terminado haciendo de costaleros que cargan con todo el peso de la situación. Y la situación es que solo ocho familias de la Corrala han sido realojadas, que algunas que lo fueron han sido expulsadas y que miles de personas excluidas siguen durmiendo en las listas de espera. La presidenta puede estar contenta porque con su pataleta no ha dado cobijo a una sola pero sí ha conseguido echar a la calle a varias familias. Ole, ole y ole.
Emilio Botín le va a poner un altar por dar ejemplo de quién manda en este país. No hace tanto el presidente del Santander le besaba las manos y le hacía reverencias como si estuviera frente a la Virgen de las Finanzas. Así que el lío morrocotudo que le montó Susana Díaz a Izquierda Unida no tenía otro fin que ponerles firmes como velas de procesión y dejar claro quién manda en Andalucía, o sea, ella y sus amigos del IBEX 35, a los que invitó hace poco para rendirles pleitesía. Y de paso, sirvió para hacer saber que quien levante la voz no obtiene casa de protección social. Tampoco los que están callados, por cierto. Tiene maneras de lideresa del PP la señora Díaz.
No ha vuelto a acordarse la generala socialista de los 12.000 hijos de San Lista de Espera en riesgo de exclusión que tanto decía que le preocupaban la semana pasada. A la vista está que lo decía de boquilla, que sus lágrimas son de cartón piedra como las de esas vírgenes de las que ella es tan devota. Lágrimas y dientes de cocodrilo tiene la jefa. Y Zoido le canta saetas desde el balcón de una vivienda vacía. Son tal para cual pero no son gobernantes para su pueblo, solo para sí mismos y para sus capillitas y correligionarios.
Si de algo ha servido todo este calvario ha sido para dejar claro que todo sigue igual que estaba y todos siguen siendo lo que eran. El PSOE es el mismo partido del régimen que predica un cambio hacia la izquierda al que sus actos desmienten. El PP sigue echando a patadas a los desahuciados y protegiendo a la banca. IU ha hecho un pacto con el diablo por el que puede perder el alma. Y a los pobres no los ampara ni el Tribunal Constitucional, que ha dado la razón al Gobierno en su recurso contra los artículos de la ley andaluza de vivienda que obligarían a la banca a dejar sus pisos vacíos en alquiler social y a congelar los desahucios.
Así que los bancos que siguen echando a gente y tienen 700.000 pisos vacíos en Andalucía pueden irse tranquilos de procesión, que no tendrán que dar cobijo a ninguna de los 110.000 andaluces que están en lista de espera. En este país es una utopía que los bancos asuman ni un solo euro del coste de la crucifixión general que han provocado. Y a los pobres se les condena a vivir en Utopía, el no lugar. O más concretamente, en la puta calle.
Después de tanta procesión, nos la siguen clavando. Nada cambia, no hay resurrección. La utopía ha sido desahuciada de su Corrala por el corralito bancario que es el que manda con la protección del corralito político y el amparo del corralito judicial. Como dice Julito Iglesias, la vida sigue igual. Igual de mal, vaya.