Una vez más, el Real Instituto Elcano nos ilumina en mitad de tanta oscuridad. “Cataluña perjudica la imagen de España”, como lo demuestran los resultados cocinados en esa herramienta propagandística llamada “Barómetro de la Marca España”. Los catalanes asumen ahora el papel de revientafiestas que antes se endosó al 15M o a los sindicalistas. Esa gente que empaña la imagen de España precisamente cuando más necesario es protegerla.
Menos de 24 horas después, quedó claro lo atinado que estaba el titular. No cabe duda. Todo eso es mucho peor para la imagen de España que los 22 millones de euros que han circulado por cuentas de bancos suizos pastoreados, según los datos de una comisión rogatoria que ha llegado a manos de un juez, por Luis Bárcenas, que fue gerente y tesorero del PP. Es mucho peor que el ático de Ignacio González en Málaga, primero alquilado a una empresa con sede en un paraíso fiscal y luego comprado por 750.000 euros con su sueldo de servidor público. Nada que ver con los más de dos millones que cuesta la mansión de Cospedal y su marido. Tiene peor aspecto que los casi 400.000 euros que Unió deberá pagar por el dinero de los cursos de formación que utilizó en beneficio propio. Es menos presentable que la trama corrupta de la ITV catalana en la que está implicado Oriol Pujol o las amnistías fiscales a las que tan aficionado es Josep Pujol. Es mucho más grave que la trama de corrupción urbanística de Sabadell. De verdad, mucho más impresentable que los 150.000 euros en metálico que encontraron en la casa del expresidente de la CEOE. Es más difícil de defender que el 'grupo parlamentario' de los imputados dentro del PP valenciano. Resulta menos edificante que la condena por corrupción a Jaume Matas, exministro y expresidente de Baleares. Mucho más inmoral que el caso de la cocaína pagada con fondos públicos de la Junta andaluza. No hay color comparado con el salario, el doble de la media nacional, que cobra Ángel Carromero, una persona sin estudios, pero que tiene la noble función de asesor de una junta de distrito. Más alarmante que el consejero valenciano acusado de robar los fondos destinados a la ayuda al subdesarrollo.
Todo eso es infinitamente peor que los 300 políticos imputados por corrupción.
Los que atacan la Marca España no son los responsables de lo que algunos infelices llaman el pozo negro de Bankia. Ni los que salvaron a la CAM, alias “lo peor de lo peor”. Ni de los que han vetado soluciones al problema social, y moral, de los desahucios. Tampoco de los que llenaron los consejos de administración de las cajas de ahorros de tontos útiles sin conocimientos para que siguieran las órdenes del partido. O de los que concedieron créditos que no se podían devolver.
Los auténticos responsables de que España no es lo que era son los pringaos que intentan defender sus derechos. Los jóvenes que huyen de España. Los jubilados que tienen que usar su pensión para sostener a hijos o nietos. Los parados que se quedan sin subsidio. Los despedidos en los expedientes de regulación de empleo indiscriminados, esos ERE que, según el presidente del Gobierno, no existen.
Los otros, las élites políticas y económicas, no tienen nada de lo que arrepentirse. Y no es extraño. En lo suyo, les va muy bien.