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Cospedal, Arenas y Cascos, ante el juez

Las testigas no mentimos, habría wuasapeado Cospedal a Arenas y Cascos si se hablara con ellos. Como no se habla, la secretaria general del PP nos dice que declarar ante el juez a mediados de agosto -sea desde el cigarral, sea en cuerpo presente en la Audiencia Nacional-, es el mejor plan que se le ocurre para esos días de canícula, en los que no hay pueblo ni pedanía que no tenga su fiesta, su charanga y su virgen a la que celebrar.

Lo cierto es que con la citación judicial para que declaren el 13 de agosto, Arenas y Cascos; y el 14, Cospedal, hemos pasado de los calificados como papeles falsos, a la relevancia judicial del testimonio de tres de los jefes del PP.

Hemos pasado de las fotocopias de las fotocopias, manipuladas, mentirosas, escritas de una sentada, fruto de un montaje, al paseíllo judicial, virtual o pedestre, de tres de los que son y/o han sido altos dirigentes del PP.

Hemos pasado de la querella contra EL PAÍS, por contar los sobresueldos, y el despliegue de argumentos de ataque, solemnemente pronunciados por Bárcenas y jaleados en su día por el PP y sus mariachis, a la citación judicial de tres jefes del PP como testigos, es decir, sin derecho a mentir.

Todo esto con un juez como Ruz, que tiene fama de pasivo y que solo se activó levemente cuando apareció por el sumario Gómez Bermúdez con la orden de prisión para Bárcenas escrita en las puñetas. A pesar de esa pasividad, que le lleva a no haber registrado ni la casa de Bárcenas ni la sede del PP a estas alturas del escándalo, Ruz ha decidido citar a declarar a tres de los secretarios generales que en la historia del PP han sido.

Vamos por partes.

Cospedal, después de aquella rueda de prensa que será estudiada en las Facultades de Periodismo, en las de Ciencias Políticas, y en alguna de Psicología, y que dejó entre los españoles la huella imborrable de lo simulado, ha pasado de elogiar a Bárcenas, por sus enormes servicios prestados al Partido Popular, a arremeter contra él, a la vez que afeaba la conducta de otras compañeras de partido por melifluas.

Los que defienden a Cospedal, desinteresadamente, no paran de repetir que es la única que se ha querellado contra el recién bautizado malo y que esa beligerancia judicial hablaría de su inocencia. Cosa que no se compadece con los 200.000 cobrados, sin huella fiscal, por el PP castellano manchego.

Arenas ha pasado de ser el más lenguaraz de la clase a vivir en un ataque de silencio. Dijo que Bárcenas era un hombre decente y que, según él conocía por el contacto, hombro con hombro, de años y años de trabajo en común, el extesorero era inocente y había prestado grandes servicios al partido. Arenas no ha vuelto a citar a Bárcenas, ni siquiera en vano, y no sabemos si ante el juez defenderá, como antaño, la honradez de su conmilitón o se afiliará al grupo de los que dicen, desde hace un rato, que es un delincuente sin presunto.

Cascos dijo en su día que de todos sus ingresos había asiento, no ha vuelto a abrir la boca respecto de Bárcenas y es de los que más aparece en esos papeles tan falsos que van a llevarle a declarar ante el juez. Cascos, el ex ministro de Fomento, es el citado por Correa: “En tiempos de Cascos he llevado yo más de mil millones de pesetas a Bárcenas, a su casa y a Génova”.

Menos mal que los augures del PP nos habían anunciado que Bárcenas, una vez en el talego, no tiraría de la manta. Se conoce que con el calor que hace en Soto del Real ha tirado la manta entera, pero en cómodos fascículos.

Faltan por salir conversaciones, grabadas por Bárcenas, entre el hombre que no se podrá probar que no es inocente y Rajoy.

Faltan por salir cartas del tipo “ánimo”, “resiste”, “hacemos lo que podemos”, intercambiadas entre el encarcelado y el silente, en sus respectivos regímenes de gananciales, según nos cuentan colegas depositarios de información.

Mientras tanto, y a estas alturas del asunto, no consigo que nadie del PP me diga el día en que se jodió Zavalita. Qué día exacto, de que año, a qué hora, Bárcenas empezó a mentir. Hasta que día Bárcenas fue un hombre decente, que viajaba a Suiza a esquiar, y se convirtió en un delincuente sin presunto con cuentas en Suiza.

Nadie me lo dice y eso que las testigas no deberían mentir.