Este Estado crea su odio
El poder se ejerce por las buenas o por las malas y el modo de ejercerlo tiene consecuencias distintas: afección o rechazo, afecto u odio. Este Estado fue fundado por los militares rebeldes y tuvo su primera capital en Burgos, pero tuvo una inflexión cuando Franco diseñó su sucesión y los cambios para adaptarse a su contexto político, la integración en la OTAN y el Mercado Común.
La Transición se hizo con algunos pactos tutelados por la Monarquía y el Ejército, en los que se integró la Catalunya de “Llibertat, amnistia i estatut d'autonomia” y garantizó la continuidad de las estructuras profundas del Estado y de la economía pero también abrieron aire, dieron juego social y permitieron aliviar presión, excepto en el País Vasco, donde la respuesta al régimen militar fue también una respuesta militar que no podía vencer a un Estado y prolongó la violencia, asesinatos, cárcel y tortura.
Finalmente hemos llegado aquí, este Estado sólo tiene la respuesta de la violencia para las reclamaciones democráticas de la mayor parte de la población en Catalunya. Porque su reclamación de votar en un referéndum catalán es ampliamente mayoritaria como acreditan encuestas y la misma composición de su parlamento y además es democrática, porque con independencia de que tenga efecto legal o no, la acción de votar nunca puede ser delito bajo un Estado democrático.
Desde que el Tribunal Constitucional le negó a los catalanes el Estatuto que habían votado su parlamento, el español y refrendado en referéndum, la única respuesta de este Estado centralista ha sido la negación primero y la violencia después. Y ha respondido según su naturaleza violenta, este Estado se ha quitado de encima las capas y afeites y muestra su naturaleza original.
Lo que estamos viendo ahora de modo teatralizado porque estamos en campaña electoral es parte de lo mismo. Hace dos años se envió fuerza armada a Catalunya para reprimir una votación, que fue un acto pacífico de libertad y también de desobediencia civil, todo ello fue acompañado de una fortísima campaña previa de comunicación que merece el calificativo de violenta. El sistema de medios de comunicación español demostró carecer de ética y ser parte de un sistema de poder opresivo controlado por el Estado y la banca. Difamó al grueso de la población catalana hasta límites grotescos y ocultó a sus usuarios la violencia que el Estado empleó contra ciudadanos y ciudadanas pacíficos de todas las edades. La población española solo pudo acceder a esas imágenes buscando en los canales internacionales, como en época de Franco.
Y no se trata de una política de un gobierno, pues antes gobernó el PP y ahora gobierna el PSOE, sino del Estado mismo. Este Estado cuya justicia absolvió a guardias civiles que obligaron a meter balas en la boca y a cantar el Cara al Sol a los parroquianos de un bar, que condenó de forma terrible a unos jóvenes de Altsasua por una bronca de discoteca a las cuatro de la madrugada, que tiene presas a personas dirigentes sociales y políticas catalanas preventivamente siendo criticadas por organismos internacionales, que tiene presos a varios civiles incomunicados pero filtrando informaciones convenientes a esa prensa sicaria del Estado y la banca y que ahora va a celebrar los dos años de aquella verdadera invasión y ataque a población catalana, ha repetido que lo volverá a hacer.
Y lo ha dicho el Estado de arriba a abajo. Lo ha dicho el Borbón, que acaba de afirmar que repetiría hoy las advertencias y amenazas de hace dos años y que supone un punto y aparte que él mismo sabe definitivo entre la monarquía y los catalanes. Lo ha dicho el presidente de Gobierno en funciones quien, a despecho de que en aquel día publicó un tuit criticando la violencia policial contra civiles, asegura que repetiría lo que hizo entonces Rajoy. Y lógicamente lo ha repetido con facundia un general de la Guardia Civil, “lo volveremos a hacer” dijo, refiriéndose a lo que hizo entonces ese cuerpo bajo el mando de Pérez de los Cobos.
Es por ello que crean la imagen de una Catalunya violenta, al grueso de la población le llaman “los independentistas” luego de haber deslegitimado y estigmatizado una legítima reclamación democrática de independencia. Necesitan la violencia. Necesitan la violencia para legitimar un delito cuyo mismo nombre nos devuelve al régimen militar de Franco, “sedición”. Sedición es, según la RAE, “alzamiento colectivo y violento contra la autoridad (...)” y la querida María Moliner la hace sinónima de “sublevación”, “particularmente, sublevación militar”. Yo he visto a esa ciudadanía haciendo cola desde la madrugada, a pesar de las amenazas de violencia y el despliegue policial previo, armada únicamente de un sobre de papel. No concibo mayor infamia que calificar a esas personas valientes y ejemplares y a sus dirigentes sociales y políticos presos como violentos. Un Estado que hace eso y no le importa despertar el odio debe despertar vergüenza y asco.
El Gobierno, el rey, los partidos en campaña, la Justicia, la mayor parte de los medios de comunicación se jactan de poder utilizar la violencia nuevamente. Ocupar o no Catalunya definitivamente, aplicarle esa utilización del 155, enviar nuevos contingentes policiales, controles armados en las carreteras…, todas las versiones de la coacción desde el Estado y distintas formas de violencia son los argumentos electorales de todos los partidos españoles. Hace tiempo escribí aquí que no existe un argumento nacional alternativo al de esta España autoritaria y violenta.
El escaparate montado para sacar los restos de Franco no son ningún avance democrático, son un cínico reclamo electoral y una añagaza para desviar la atención sobre el robo de libertades.
Se trata del Estado mismo, un Estado incapaz de integrar y que basa su poder en la violencia. El Reino de España es el reino del miedo para las personas libres, ante un Estado así solo cabe la disidencia democrática.