Como breve homenaje a todas las librerías que fueron, son y serán, decir que en la librería de la Fundación Anselmo Lorenzo de estudios libertarios compramos La anarquía explicada a los niños, “folleto” publicado en 1931 por el pedagogo y filántropo malagueño José Antonio Emmanuel y reeditado en 2020 por Libros del Zorro Rojo con preciosas ilustraciones de Fábrica de Estampas. Habíamos ido hasta la calle Peñuelas de Madrid para presentar Antitaurino, una selección de artículos del escritor noventayochista Eugenio Noel publicados ahora por El Garaje Ediciones. Los artículos antitaurinos de Noel son no solo una “cruzada” (así la denominó él) contra el “crimen” de la tauromaquia, sino también un fiel e interesante espejo en el que las corridas de toros, los toreros y el pueblo aficionado son el reflejo de una España en plena decadencia social, política y moral. El mismo reflejo que hoy en día, un siglo después de que lo hiciera Noel, devuelve el espejo si le pones delante la barbarie tauricida.
Se dolía Eugenio Noel de la España que, sumida en guerras, bancarrota y ruina moral, se dividía entre una, la chulesca, la de las esencias patrias y la raza, representada en los toros, la religión y el flamenquismo, y otra, la antitaurina, representada por quienes aspiraban al progreso de la cultura, la ciencia y la modernización. Una, la que Machado llamó España de charanga y pandereta. Otra, la España de Unamuno o de Pardo Bazán que apela a la inteligencia, avergonzada por el “vicio nacional” de los toros, como lo llamó Noel, denunciando que al Estado español no le importaba desmoralizar y empobrecer a sus súbditos. “Nuestras ‘glorias de la ciencia y de la literatura’ son unas babuchas al lado de los astros coletudos”, escribió, irritado por el hecho de que se elevara a la categoría de héroes, de triunfadores, a los matadores de toros y porque se abrieran escuelas taurinas mientras faltaban universidades, un alto porcentaje de la población era analfabeta y un numero sonrrojante de niños y niñas estaba sin escolarizar. Como Pardo Bazán, culpó de ello a la prensa que daba espacio a la tauropatía: “tinta escandalosa”.
Aunque se le pinta como airado y furibundo, Eugenio Noel estaba cargado de razón. “Somos unos desdichados aquellos a quienes nos sobra razón”, le escribió Unamuno en una carta de apoyo recogida también por El Garaje Ediciones en el libro Antitaurino. “El pan y toros vuelve a invadirnos, y en el fondo no hay sino odio a la inteligencia”, añade el pensador, al tiempo que le pide unión para luchar contra ello. La razón de Noel es su denuncia de “una raza enamorada del valor físico” y no del conocimiento. La razón de Noel es su denuncia de la enorme cantidad de dinero que se destina a los toros. Aporta datos (“los números son unos jueces cuya honorabilidad no deja lugar a duda cuando sentencian”) y no tiembla al denunciar al pueblo adormecido ante el mal: “Si fuerais buenos, si os quedara un poco de vergüenza, confesaríais que ese dato es macabro”.
En lo que a los toros respecta, ¿ha cambiado algo en España desde hace un siglo? Muy poco. Corridas y festejos taurinos sobreviven única y exclusivamente porque son subvencionados, da igual si hacen falta escuelas o camas hospitalarias. Una buena parte de la prensa sigue destinando espacio a la tauromaquia, incluso prensa autodenominada progresista, y se sigue perpetrando el “espectáculo bochornoso” de la Corrida de la Prensa, que el propio Noel denunció. Reyes padre y reyes hijos legitiman el crimen con su afición o su presencia en las plazas. Ningún gobierno ha hecho caso de las recomendaciones del Comité de los Derechos del Niño de la ONU para apartar a la infancia de la violencia taurina. La tauromaquia fue blindada por el PP como Bien de Interés Cultural y patrimonio cultural. Isabel Díaz Ayuso cierra su campaña con una corrida de toros. La otra ultraderecha, la de Vox, lleva esa tortura por bandera. Y un último bochorno: España lanzará al espacio el primer cohete espacial construido aquí, al que han llamado Mihura 1. ¿Porque un homenaje al dramaturgo Miguel no será? ¿O sí?