No hace mucho que las cruces se pusieron de moda, como estampado, tatuaje o complemento gótico. Tal vez por ello se vinieron arriba (y nunca mejor dicho) otras cruces, estas literalmente. Con el nombre de “Objetivo 1.300” varios grupos católicos se proponen subir a las cumbres del Sistema Central nada menos que mil trescientas cruces de hierro de cuatro metros cada una. Los jóvenes propagandistas religiosos emprenden la subida al monte cargados con los útiles necesarios, entre ellos agua y cemento suficiente para instalar con solidez su símbolo. Alberto Ortiz lo contaba en este periódico, aquí.
Ante el rechazo obvio de la sociedad y el llamamiento de los agentes forestales a denunciar estas actividades ilegales, la “junta directiva” de “Objetivo 1.300” ha lanzado un “comunicado oficial” mostrando su extrañamiento por el rechazo a una “actividad tan lícita y honorable” como es la plantada de cruces, y se quejan de que esa reacción cercena su “libertad de expresión”. Tanto es así que en su humildad cristiana afirman que por cada cruz que les quiten, pondrán dos. Todo este despropósito puede leerse en la web infovaticana.com. Ojo al punto 8 del comunicado, que dice así: “La iniciativa Objetivo 1300, depende directamente de Roma”. ¿Qué dirá de esto el sustituto de Rouco Varela, Carlos Osoro, con su perfil, como se insiste, más amable y dialogante?
Estos brotes de ardor religioso en nuestro país en realidad no son nada nuevo. Lamentablemente, en este Estado supuestamente aconfesional en el que vivimos la iglesia católica nunca ha perdido sus privilegios, y a ello se suman los últimos años de gobierno del PP donde las mantillas y rosarios, los retiros espirituales al Valle de los Caídos, las misas institucionales y la omnipresencia de símbolos religiosos en lugares públicos ha aumentado. ¿Por qué esa necesidad de exhibir algo tan íntimo?
“¡Sabed sufrir un poquito por amor de Dios sin que lo sepan todos!” (Teresa de Ávila)
La canciller alemana Angela Merkel viene un par de días a reunirse con Mariano Rajoy y no se libra de pasar por el photocall católico para el posado tradicional con el Apóstol Santiago. Hace unos días este periódico reunía las distintas imágenes de Mariano Rajoy abrazando a la santa talla (aquí), y es que nuestro actual presidente es un forofo del abrazo al apóstol, pero también hay otros. En realidad se ha creado una galería fotográfica que podría resultar un material estupendo para emprender un estudio que analizara el carácter y comportamiento humano a partir de las posturas adoptadas en torno a un mismo motivo. Ya se sabe que resulta imposible no comunicar, y el libro podría titularse “Dime cómo abrazas al Apóstol y te diré quién eres”.
Tengo un espacio limitado y no puedo hacer un recuento extenso de las mejores imágenes (todas pueden verse en la web). Sin embargo no me resisto a mencionar el gesto mimoso de “amiguito del alma” que le sale a Francisco Camps. Tampoco puedo dejar de comentar el último abrazo de Letizia que, desde que ha sido nombrada -además de Reina de España- “reina del estilo” por las revistas de moda, posa con una actitud seductora-intimidatoria de auténtica modelo.
Pero lo interesante, realmente, es la fotografía de quien uno no se esperaría encontrar allí. Por ejemplo la del entonces lehendakari Patxi López o a la del ex-presidente Rodríguez Zapatero. Ambos son dirigentes de partidos laicos y fueron elegidos en consecuencia por sus votantes. No digo que en sus ratos libres y como ciudadanos individuales no puedan profesar la religión que quieran, pero, como acto público, ¿de verdad tenían que hacerse esa foto? ¿De verdad era imperativo abrazar al santo? ¿Por qué? ¿Para satisfacer a quién? ¿Para conseguir qué? Mientras esto siga ocurriendo, es lógico que los católicos se tiren con sus cruces al monte como si fuera el patio de su casa.
Atención en la foto de Rodríguez Zapatero a su actitud de estar valorando con ojos artísticos un objeto, como quien ha entrado en una tienda de antigüedades y se interesa por una pieza. ¿Religioso yo? No, solo estoy mirando. La contradicción entre lo que piensa y lo que hace ha sido su particular cruz.
Y bueno, no quiero precipitarme, pero advierto que este próximo año 2015 se celebra el V centenario del nacimiento de Teresa de Ávila y la web de información vaticana anuncia una posible visita del papa a España por este motivo. Como curiosidad, ya que hablamos de ritos y ceremonias, decir que la santa está literalmente despedazada: El pie derecho y parte de la mandíbula superior se encuentran en Roma. La mano izquierda, en Lisboa. El ojo izquierdo y la mano derecha, en Ronda. Un dedo, en la Iglesia de Nuestra Señora de Loreto en París. Otro dedo en Sanlúcar de Barrameda. El brazo izquierdo y el corazón, en sendos relicarios en la iglesia de la Anunciación en Alba de Tormes y, en fin, lo que pueda quedar del cuerpo incorrupto en el altar mayor de dicha iglesia. Me pregunto qué diría ella de todo esto.
“De devociones absurdas y santos amargados, líbranos, Señor” (Teresa de Ávila)