“El patriarcado es un juez/ que nos juzga por nacer/ Y nuestro castigo/ es la violencia que ya ves/ es femicidio/ impunidad para mi asesino/ es desaparición/ es la violación”. El cántico del grupo chileno Lastesis que han replicado miles de mujeres en ciudades de todo el mundo alivia y señala. Nos alivia la carga, la culpa con la que siempre nos apuntan a las mujeres -“Y la culpa no era mía, ni dónde estaba ni cómo vestía”- y señala a los verdaderos culpables, que siempre están fuera de una -“El violador eres tú/ Son los 'pacos'/ son los jueces/ el Estado/ el presidente/ El Estado opresor es un macho violador-”.
Dice la investigadora Nerea Barjola que el crimen de Alcásser sirvió como mensaje aleccionador a las mujeres jóvenes: en 'Microfísica sexista del Poder' Barjola analizó el caso y lo reinterpretó en clave feminista. “ Alcàsser no se contó. Se hizo reproduciendo todo el rato significados profundamente sexistas, responsabilizándolas a ellas y, por ende, al resto de mujeres jóvenes”, dice. Tres chicas jóvenes adentrándose en la noche, cruzando el espacio público nada menos que para divertirse en una discoteca, haciendo autoestop. Una generación de mujeres creció con Alcàsser como advertencia: ten cuidado, si después te pasa algo no dirás que no te lo avisamos, mira qué cosas tan horribles pueden pasarte si caminas de noche con amigas.
Estos días asistimos a la desaparición de una mujer joven en Valencia. Una información sobresale sobre todas las demás: desapareció después de quedar con un hombre a través de una aplicación para ligar. En un momento en el que tontear, ligar y tener sexo con personas que conoces a través de apps se ha convertido en la norma corremos el riesgo de convertir este caso en la nueva advertencia, el nuevo mensaje aleccionador. Para las mujeres, claro.
Estos relatos espectaculares más centrados en el medio, en un detalle de la historia, que en el fondo -a las mujeres 'nos hacen desaparecer', nos violan, nos matan porque vivimos en un sistema patriarcal y pasa con o sin apps, con o sin autoestop, con o sin minifalda- ayudan a ocultar que el riesgo más probable para cualquier mujer está dentro de su mundo conocido. No hace falta cruzar calles oscuras ni descargarte una aplicación. No es un hombre sin rostro o un monstruo tras un perfil con foto. Es el padre, el primo, el tío, el novio, el ex, el amante, el amigo, el vecino, el tipo encantador que conoces de esa noche o de la semana anterior.
“El violador eres tú”. Pero es más cómodo alimentar un relato terrorífico que capta audiencia y, de paso, alivia las conciencias individuales y colectivas: no es la masculinidad, es un hombre concreto; no es el sistema el que no funciona, son solo algunas conductas individuales; no es el patriarcado, es el autoestop, tu gusto por 'los malotes', las apps para ligar, es que a nadie se le ocurre cruzar ese parque de noche, subir a su casa si no querías 'nada'.
Pero un cántico resuena y derriba su relato -“El patriarcado es un juez/ que nos juzga por nacer/ y nuestro castigo/ es la violencia que ya ves/ es femicidio/ impunidad para mi asesino, es desaparición, es la violación”- y nos recuerda que hay toda una estructura que ampara, cuanto menos, y que alienta, incluso, la violencia contra las mujeres -“Son los 'pacos' [carabineros], son los jueces, el Estado, el presidente. El Estado opresor es un macho violador”-.
Porque la culpa no era suya ni de que usara apps para ligar ni de que quedara con quien le apeteciera.