Currículum de hojalata
De todos los presidentes del Gobierno de la democracia española, Leopoldo Calvo Sotelo ha sido, con mucha diferencia, el que ha tenido un currículum más brillante. Además de estar en posesión de uno de los títulos más difíciles de obtener, todavía hoy, pero mucho más cuando él lo obtuvo, dominaba varios idiomas, tocaba el piano, y acreditaba una pasión por la lectura que suele acompañar a las personas curiosas intelectualmente. Recuerdo, varios años después de que hubiera dejado la Presidencia del Gobierno, un diálogo que mantuvo con Santos Juliá en un encuentro académico, al que él acudió como uno más de los que allí estábamos. Un ex-presidente del Gobierno acudiendo a un seminario académico y participando en el debate en pie de igualdad con los demás. Jamás necesitó presumir de su currículum, porque su currículum hablaba por sí solo. Y con su sola presencia se notaba.
No creo que casi nadie entre los ciudadanos que no están muy interesados en la política recuerde hoy a Leopoldo Calvo Sotelo como líder político. Ha sido el único presidente del Gobierno que llegó a serlo sin ser cabeza de lista de un partido en unas elecciones generales y, una vez investido presidente, a nadie en el partido en el que militaba se le ocurrió que podía ser el candidato en las próximas elecciones.
Quiero decir con ello que un buen currículum, incluso un excelente currículum académico, no es que no sea condición suficiente, sino que no es ni siquiera condición necesaria para ser un buen dirigente político. De todos los miembros de la dirección de UCD, Adolfo Suárez era uno de los que tenía un currículum académico menos brillante. Y sin embargo, nadie podrá discutir que sus aptitudes como líder político eran muy superiores a las de todos los demás. Felipe González no tiene un currículum académico apabullante, pero sus condiciones como líder político en democracia son casi insuperables.
Tener un buen currículum académico es positivo. Es mejor que un dirigente político lo tenga que que no lo tenga. Pero no es indispensable que lo tenga. Lo que es indispensable es que el currículum que tenga, lo tenga de verdad. El currículum es la tarjeta de presentación con la que un ciudadano se presenta en sociedad. Cuanto más joven se es, más importante es esa tarjeta de presentación. Y más importante es que lo que la tarjeta de presentación dice se corresponda con la realidad. La política en democracia descansa en la confianza. Los ciudadanos tienen que confiar en que los políticos que solicitan su voto para dirigir la sociedad y gestionar los servicios públicos sean personas que no engañan. Si alguien engaña en el momento inicial de su actividad profesional, va a engañar toda su vida. Y engañará tanto más cuanto más éxito haya tenido en el engaño inicial.
Este es el problema que tiene Pablo Casado con su currículum académico. No se si se acabará demostrando o no que su título de licenciado en Derecho ha sido obtenido de manera irregular. Si se acabara demostrando que ha sido así, estaríamos en el terreno de la responsabilidad penal de los profesores que permitieron que eso ocurriera. Y tal vez de la suya. Pero, aunque no se acabe demostrando, nunca podrá desaparecer la sospecha de que no ha obtenido dicho título de forma limpia. Puede que no delictiva, pero en todo caso, no de forma limpia.
No es creíble que alguien que ha estado alejado de la disciplina académica durante siete años y que en sus años académicos regulares no había acreditado su excelencia en el estudio, pueda hacer en dos meses lo que se suele hacer en dos o tres años. Pablo Casado no es un Menéndez Pelayo. Es Pablo Casado. No hay nada en su trayectoria académica en los años que estudió en ICADE, que acredite que siete años más tarde y como diputado electo puede hacer en dos meses 12 o 13 asignaturas.
Lo que no puede ser no puede ser y, además, es imposible. Imposible jugando limpio. Con juego sucio es otra cosa. La trayectoria académica de Pablo Casado está llena de atajos. Todos sus títulos, desde el de Licenciado en Derecho a todos los másteres posteriores los ha conseguido sin que entre todos haya llegado a estar seis meses en un centro universitario, sin asistir a las clases, sin conocer a los profesores que impartían las asignaturas, con trabajos que permite que sean fotografiados, pero que no permite que puedan ser examinados...
En España hay millones de ciudadanos que han cursado estudios de Licenciatura y de Máster que los siguen cursando. La trayectoria académica de Pablo Casado es un insulto para todos ellos. Es una sombra más que se proyecta sobre la Universidad española. No se puede tolerar que se transmita la impresión de que los currículum universitarios pueden ser currículum de hojalata, hechos de retales que se adquieren de cualquier manera menos estudiando.
El cierre de filas de la dirección del PP en torno a Pablo Casado es, a tenor de lo que ha ocurrido en el pasado, una certificación de que todo lo que todavía son meros indicios acabarán siendo pruebas irrefutables.