En las últimas semanas se suceden reuniones, encuentros, asambleas, ideas, sugerencias y no pocas ocurrencias, sobre la llamada “coalición de las izquierdas alternativas”, sumando personas, grupos y mareas para derrotar al PP. Alguien ha llegado a proponer que un lema sea el leitmotiv de esta suma: ni izquierda ni derecha, gente honesta.
Hemos defendido y fundamentado en más de una ocasión la necesidad de impulsar la convergencia social y política de la izquierda para hacer frente a la profunda involución que vivimos, a partir de programas, estrategias y promotores reconocibles. Porque esta efervescencia de reuniones y encuentros, muchos de ellos de naturaleza difusa y convocados a partir de la exclusión de las fuerzas políticas de la izquierda transformadora realmente existente, no parecen buscar la unidad anteriormente reclamada, y sí el alumbramiento de indefinidos y transversales proyectos políticos y electorales a la espera del candidato o candidata que de publicidad y forma a los mismos. En este caso se requieren pocas e imprecisas condiciones: popularidad reciente no manchada por los partidos, ambigüedad ideológica y más compromiso social que político. De esta idea, ya se advertirá, que no participamos.
No hace mucho tiempo, el coordinador general de Izquierda Unida-Comunidad de Madrid (IUCM), Eddy Sánchez, mostró la disposición de esta formación a participar de procesos de diálogo social y político orientados a ensanchar el territorio de la alternativa programática de la izquierda y a traducirlos, si las circunstancias lo aconsejaran, en candidaturas unitarias en las elecciones. La propia IU nació como resultado de uno de estos diálogos, en los que el PCE tuvo una decisiva intervención, siendo Gerardo Iglesias su secretario general. Por lo tanto, quienes venimos de allí, no podemos ni debemos ser ajenos a encuentros que pudieran desembocar en la confluencia de ideas y proyectos de transformación social.
El eco del populismo
El eco del populismoNo es tarea fácil, pero hemos de empeñarnos en participar del diálogo multipolar que pueda producirse. Un diálogo que, inevitablemente, ha de estar vinculado a la movilización social y sindical. Izquierda Unida, su militancia y representantes públicos, no ha dejado de estar presente en todas y cada una de las movilizaciones, ya sean de carácter sectorial o general, que se están produciendo en Madrid. Con frecuencia, hemos traducido en iniciativa institucional las reivindicaciones sindicales y profesionales. Somos, por tanto, una fuerza política capaz de reivindicar, pero también dispuesta a liderar la alternativa de cambio para Madrid, que después de 25 años de gobiernos del PP ha conocido un espectacular retroceso en derechos, calidad de vida, servicios públicos y modelo de convivencia. Un cambio que rompa las redes clientelares tejidas a base de políticas privatizadoras; un cambio que oxigene la vida pública e institucional, y que democratice las relaciones económicas para que las mayorías sociales ocupen el lugar que les corresponde.
Para ello hemos activado un ambicioso plan de trabajo que contempla una intensa agenda de contactos y encuentros con los sectores más diversos de la sociedad madrileña. Y entre estos, queremos destacar el Foro de Sindicalistas de IU o cercanos a IU, que pretendemos constituir para que centenares de militantes sindicales dispongan de una estructura de encuentro, abierta y flexible, en la que analizar y debatir la actualidad política y las propuestas de Izquierda Unida.
Somos conscientes, sin embargo, de que intervenimos en una realidad plural y compleja. Que hemos de ser pacientes e insistentemente unitarios. A veces, lo que nosotros pensamos, decimos o hacemos no encaja en la agenda de los demás actores sociales y/o políticos. Lo que no quiere decir que nos valga todo lo que se mueve. Dos hechos nos parecen relevantes e innegociables: ni todos somos iguales, ni la política ha dejado, de repente, de tener alma e ideología, para convertirse en una actividad indiscriminadamente perversa.
Constatamos, como tantas otras voces, que el ejercicio de la política no pasa por su mejor momento. Que la corrupción, lamentablemente demasiada, está lesionando gravemente su crédito ante la ciudadanía. Pero no nos gustan las ideas y proyectos que jaleando la corrupción, se inyectan populismo en vena y dibujan un futuro imaginario y sin alternativas. El masivo voto recibido por Beppe Grillo en Italia es el mejor ejemplo de lo que decimos. Participa de una campaña fundamentada y oportunista contra el sistema político italiano. Se apoya en una ciudadanía hastiada de gobernantes golfos que se parapetan en las estructuras del poder para blindar su inmunidad y sus negocios. Más tarde se aprovecha de tecnócratas y liberales aseados que utilizan la crisis para gobernar sin elecciones y recortar derechos a los de siempre. No ayuda mucho el PD, bloqueado entre la ética de la responsabilidad y su deseo de cambio. Por eso cuando llegan las elecciones Grillo irrumpe con fuerza en el parlamento para ocupar un vacío que va a seguir dejando vacío (la izquierda italiana dixit), y negarse a formar parte de una mayoría de gobierno. Italia ingobernable. Objetivo cumplido.
Lo decimos con fuerza: si alguien en el entorno social de la izquierda española o madrileña, partiendo de un diagnóstico cierto de fuerte hostilidad de la ciudadanía hacia la política, pretende emular el espectáculo italiano y alienta sumas heterogéneas de ideas, personas y grupos dispuestos a impugnar la política, los partidos y el sistema, pero agazapados en la ambigüedad y sin mostrar el camino que quieren elegir, no nos sentiremos concernidos. Por ello, nos cuesta creer que algún prestigioso y honesto intelectual de la izquierda legitime estos encuentros y, a la espera de la líder o el líder carismático, proclame la búsqueda de personas honestas, sean estas de izquierdas o de derechas. Por supuesto que las gentes de izquierdas deben ser honestas y parecerlo, algo que no siempre ha sido así.
Pelearemos por construir bloques sociales y políticos alternativos (el nombre es lo de menos), insistiremos en avanzar con una estrategia definida, propondremos programas de izquierdas, y nos gustaría dialogar con interlocutores y organizaciones reconocibles, capaces de transformar el sentir justo y compartido de las mareas y movimientos sociales y sindicales en programa alternativo de gobierno. Izquierda Unida aspira a ocupar ese vacío, pero para llenarlo de optimismo, de compromiso político con las mayorías sociales, injustamente azotadas por la crisis, ofreciendo respuestas y propuestas de cambio radical de nuestra sociedad.