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¿Defendemos un golpe de Estado mediático contra Trump?

The New York Times critica un acto de Trump en la localidad donde fue asesinado un joven latino

Pascual Serrano

  • El pasado 5 de septiembre The New York Times publicó una columna de opinión anónima de “un funcionario de alto rango en el gobierno de Donald Trump”, que se publicaba sin firma para no poner en riesgo su trabajo 

El pasado 5 de septiembre The New York Times publicó una columna de opinión anónima de “un funcionario de alto rango en el gobierno de Donald Trump” cuya identidad era conocida por el diario pero que se publicaba sin firma porque, decían, su “empleo estaría en riesgo por divulgar su nombre”. El periódico señalaba que “publicar este ensayo sin firma es la única manera de ofrecer una perspectiva importante a nuestros lectores”.

Creo que es importante analizar desde la ética y los principios periodísticos esta publicación. Por supuesto, aquí es irrelevante la opinión que podamos tener de Donald Trump; se trata de valorar la ilicitud de difundir un artículo anónimo de alguien que dice que forma parte del gobierno de Trump. Se podría aducir que la publicación anónima de ese artículo se enmarca dentro del secreto profesional periodístico, es decir, el derecho del periodista a mantener el anonimato de sus fuentes. Pero es que, en este caso, no existe periodismo ni periodista. En realidad no existe información concreta alguna, son opiniones y afirmaciones de un alto cargo del gobierno que no se identifica y que hace graves acusaciones contra el presidente del país: “falta de moral del presidente”, “irreflexivo, conflictivo, mezquino e ineficaz”.

Insisto en que no se trata de defender a Trump (solo nos faltaba eso), sino de pensar en la práctica periodística de The New York Times con esa columna. ¿Qué hubiéramos pensado si Eduardo Inda hubiese publicado en OkDiario una carta anónima de un personaje que dijese formar parte del gobierno de Pedro Sánchez para decir que es un inmoral, un mezquino y un ineficaz? Es verdad que cualquier cosa publicada se observa con el tamiz del prestigio y credibilidad del medio donde aparece. Pero eso no debería ser razón para otorgarle patente de corso a un medio con prestigio para saltarse cualquier principio periodístico.

Además, creo que los medios –al menos los españoles– no han difundido con detalle el contenido de la carta y se han limitado a recrearse, una vez más, en la reacción furiosa de Trump. Si se lee su contenido lo que resulta gravísimo, en mi opinión, no es lo que hace el presidente estadounidense –de ello no se informa nada–, sino la defensa que hace de la conspiración y el boicot que realizan los altos cargos contra el presidente elegido por los ciudadanos estadounidenses. Me voy a permitir citar algunos párrafos que a mí me han parecido escalofriantes:

" (…) muchos de los funcionarios de alto rango en su propio gobierno trabajan con diligencia desde dentro para frenar partes de su programa político y sus peores inclinaciones.
Lo sé bien, pues yo soy uno de ellos."

"(...) creemos que nuestro deber primordial es con este país, y el presidente sigue actuando de una manera que es perjudicial para el bienestar de nuestra república.
Es por eso que muchos de los funcionarios que fuimos designados por Trump nos hemos comprometido a hacer lo que esté a nuestro alcance para preservar nuestras instituciones democráticas y, al mismo tiempo, contrarrestar sus impulsos más equivocados hasta que deje el cargo."

"Algunos de sus asistentes han sido tildados como villanos por los medios pero, en privado, han hecho grandes esfuerzos para contener las malas decisiones en el Ala Oeste, aunque claramente no siempre tienen éxito.
Puede ser un consuelo escaso en esta era caótica, pero los estadounidenses deberían saber que hay adultos que se hacen cargo. Reconocemos plenamente lo que está ocurriendo y tratamos de hacer lo correcto incluso cuando Donald Trump no lo hace."

"Dada la inestabilidad de la que muchos han sido testigos, hubo rumores dentro del gabinete sobre invocar la Enmienda 25, la que daría inicio a un complejo proceso para destituir al presidente. Sin embargo, nadie quiso precipitar una crisis constitucional. Así que haremos lo que podamos para dirigir el rumbo del gobierno en la dirección correcta hasta que —de una manera u otra— llegue a su fin."

Que dentro de la cúpula de una Administración se opere así contra un presidente elegido en las urnas es claramente un golpe de Estado palaciego, independiente de si nos gusta o no ese presidente. Si, además, eso se difunde y se defiende en los medios, como hace The New York Times, cuya publicación acrítica supone una clara aprobación de esa forma de actuar, tenemos a unos medios que están adoptando un papel más allá del periodístico.

También es bueno precisar que no debemos pensar que esa conspiración se inspira en políticas más progresistas o preocupadas por la paz mundial, ellos mismos disipan esa duda: “para ser claros, la nuestra no es una 'resistencia' popular de izquierda”. De hecho terminan con una oda a uno de los políticos más guerreristas de la Administración estadounidense: “El senador McCain ya no está con nosotros, pero siempre contaremos con su ejemplo: un faro que nos guía para restaurar el orgullo en la vida pública y en nuestro diálogo nacional”.

No, no nos gusta Trump, pero si permitimos, o incluso aplaudimos, que nuestros medios defiendan y colaboren con las intrigas palaciegas y los boicots a los presidentes electos quizás ya nunca podamos decir con la cabeza alta que los pueblos deben elegir sus destinos. La alternativa a un presidente inmoral y caprichoso no es una conspiración palaciega con el apoyo de algunos medios de comunicación, es un pueblo maduro que no le vote y unas instituciones democráticas que lo vigilen bajo el imperio de la ley.

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