“La verdad triunfa por sí misma, la mentira necesita siempre complicidad”, reflexionaba Epicteto.
Esta cita aparece en una de las crónicas que los medios de comunicación han dedicado al caso de la mujer de Bembibre que simuló una agresión de su expareja. En concreto, este artículo se llama “la mentirosa del pegamento”. Imaginen el nivel.
La crónica está encabezada por una imagen enorme de un primer plano de la mujer y su nombre completo, por eso no pondré el enlace. Está escrita por un hombre, claro, y si no fuera porque está firmada con un nombre distinto, cualquiera podría decir que la ha redactado el mismísimo agresor, que por cierto, entre dos exparejas y un familiar, reúne un buen montón de denuncias por violencia: de género y doméstica.
“La verdad triunfa por sí misma, la mentira necesita siempre complicidad”, dice el autor que ha perpetrado la pieza en El Mundo. Por “la verdad triunfa” se refiere, claro, a que esta agresión ha quedado demostrada como falsa, y lo de “la mentira necesita complicidad” enlaza con el hecho de que la mujer se valió de un amigo para la simulación de la agresión.
Pero una crónica que, a pesar de que enumera las denuncias anteriores y las órdenes de alejamiento –por las que también se le denunció por quebrantarlas constantemente– que ya tenía el agresor, para luego ponerlas en duda, no es más que un intento de relativizar la violencia de género, además de poner el foco en el mito de las “denuncias falsas”. Ésas que tantos clics consiguen, a pesar de que a lo largo de los últimos seis años, sólo 164 denuncias de las 913.000 presentadas por violencia de género han sido falsas.
El autor describe las denuncias previas que tiene él (y las condenas que un juez ha dictado) para luego ignorarlas por completo en su análisis y decir cosas como ésta: “Ya lo único cierto es que quien fuera una nueva efigie contra la violencia de género, la que casi advertía de que iba a ser la muerta 35 del año, se ha derrumbado. Pase lo que pase, ya es la mentirosa del pegamento”. Y sí, ella siempre será ya “la mentirosa del pegamento” –sean ciertas o falsas todas las anteriores de las tres personas denunciantes–, gracias a crónicas como las de este periodista.
Se le sigue dedicando tiempo y espacio en prime time en televisión, se comenta y se escribe sobre ellas, como si fuera un asunto de Estado, como si el problema en nuestra sociedad fuera éste y no el hecho de que matan a mujeres por ser mujeres. Pero ni por asomo se dedica ni tiempo ni espacio a cifras o autores de otro tipo de denuncias falsas. Recordemos que las de este delito son anecdóticas no sólo por sí solas, sino también en comparación con otros delitos: solo en 2013 fueron condenadas por acusación y denuncia falsa 2.767 personas si contamos todos los ámbitos. En seis años (2009-2015), la propia Fiscalía avisa de que sólo existen 164 condenas por denuncia falsa de malos tratos. Sin embargo, siempre que oímos “denuncia falsa” pensamos en este último tipo de delito, en la mujer mala malísima que quiere arruinar la vida a un hombre inocente.
El relato de esta crónica (y de otras parecidas) desgrana paso por paso cómo la mujer fue a comprar el pegamento, dónde lo compró, cómo la Policía se hizo con el ticket, cómo los vídeos mostraban que no había sido secuestrada. Un desglose pormenorizado de lo que fue el día de la mujer. No veíamos tantos detalles de un delito desde el violador de Ciudad Lineal. Sin embargo, cuando matan a otra más, apenas unas líneas sirven para describir que la mujer “murió”. Está tan normalizado que los hombres cometan barbaridades que, cuando es una mujer quien lo hace, aunque no sea ni remotamente equiparable, todos los medios se frotan las manos pensando en la forma de sacarle rentabilidad a base de clics.
“La verdad triunfa por sí misma, la mentira necesita siempre complicidad”, y es cierto. La mentira necesita de miles de agresores y de la complicidad de medios y periodistas machistas que empatizan más con esos 164 (aunque estén condenados de otras ocasiones, como es el caso) que con el hecho de que haya cientos de miles que mujeres que siguen viviendo un infierno. Dos infiernos: el del maltrato y el de la sombra de la duda. Y como sabemos, a esto hay que sumarle que muchas de estas mujeres están, a su vez, desprotegidas por las instituciones y que, en ocasiones como ésta, no ven más salidas que llamar a la radio para pedir auxilio (minuto 20).
Pero es que aunque la mujer de Bembibre, la anterior expareja de su agresor y el familiar de éste que le denunció también por agresión se hubieran puesto de acuerdo –en una conspiración de película para meter a Iván Rico en la cárcel–, esto no debería ser usado por ningún medio o persona para seguir acrecentando el mito de las innumerables mujeres malvadas que no son víctimas sino verdugas, porque la realidad es otra. La realidad de nuestra sociedad es que hay hombres que, sistémica y sistemáticamente, agreden, violan y matan a mujeres. La realidad es que se siguen cobrando la vida (o las convierten en un infierno cuando no) de cientos de mujeres cada año en nuestro país.
Por supuesto, ninguna crónica hay ni habrá sobre el resto de denuncias falsas, como ésta de esta misma semana, donde un hombre se acuchilló para inculpar a la actual pareja de su exmujer. Lo ha hecho un hombre, no esperen detalles pormenorizados de cómo se clavó el cuchillo, de dónde lo compró, ni de dónde sacó la Policía las imágenes que lo demuestran. Los hombres delinquen porque “es un loco que” o porque “fue provocado por”; las mujeres delinquen pero están todas sanas, sólo que son malas, muy malas, y urden planes escabrosos motivadas sólo por el odio.
A esta mujer se le ha presupuesto ya que todas sus denuncias anteriores son también falsas. Nadie parece capaz de dudar siquiera sobre la posibilidad de que toda la simulación pudiera ser provocada por el terror de estar siendo amenazada de muerte mientras ve cómo las instituciones no hacen nada. Ese caso hipotético no existe, al parecer, como si no hubiera pasado ya antes. Como si no hubiera ya enterradas mujeres asesinadas que pidieron auxilio a las autoridades.
Y así es como la violencia de género sigue y seguirá cobrándose vidas de mujeres: poniendo el foco sobre 164 casos y no sobre los otros 913.000.
Aun así, los medios tienen la moral de culpar a una mujer, de hacerle un flaco favor a las víctimas, como si ellos no fueran unos de los principales causantes de que esto no se solucione.