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Escorados hacia la derecha

No sé ustedes, pero últimamente me noto que caigo hacia la derecha, como si me hubiesen inclinado el suelo. Camino como si tuviese una pierna más corta (la derecha), me rozo el codo con la pared (derecha), oigo más por una oreja (la derecha) y se me está formando un ángulo muerto por enfocar más hacia un lado (ya saben cuál). Por supuesto, se me está desarrollando más la musculatura de una mitad del cuerpo (la derecha), y del cerebro no sé qué decir, que los hemisferios van cruzados y supongo que se me abulta el lado izquierdo cuando mi pensamiento tiende con facilidad a ciertas posturas (de derecha) si no me esfuerzo por corregirlo.

Por lo que veo, no soy el único. El tablero político también parece inclinado hacia la derecha, y en alegre tobogán caen todos los partidos: Vox siempre estuvo allí pero es capaz de ir incluso más a la derecha de la derecha; el PP con Casado va a rebufo para explorar zonas que ni Aznar se atrevió; Ciudadanos corta amarras con el centro y se lanza de cabeza; el PSOE se propone ocupar el despejado centro (que en España es una forma eufemística de decir derecha)… En cuanto a Podemos, confluencias y municipalismos, su paso por las instituciones los han vuelto cada vez más conservadores, en el sentido de defender la conservación de todo aquello que está amenazado de liquidación.

Allá donde mire, más de lo mismo, deslizamiento hacia la derecha: los medios que ya eran de derecha ahora lo son más, mientras alguna televisión que jugaba a ganar share rojo, hoy cierra filas con el tema Cataluña y da minutos a Vox o a la Fundación Franco. La opinión, tanto la pública como la publicada, acepta la agenda derechista (e incluso la agenda ultraderechista) y entra a todos sus trapos (rojigualdos sobre todo). Y el electorado, que según las encuestas daría mayoría a las derechas, bien por el voto a la variada oferta derechista, o porque los votantes de izquierda se abstengan (que es su forma de votar derecha).

Todo parece un plano inclinado, irresistible. Pero si uno mira los barómetros mensuales del CIS (por tener algo firme a lo que agarrarnos entre tanto bamboleo), la respuesta a la pregunta por la autoubicación ideológica no se ha movido en un año: sigue clavada en el 4,7 (de 1 a 10, siendo 1 izquierda y 10 derecha). Tampoco varía mucho la percepción de los principales problemas del país (el paro, la economía, la política, sin prestar tanta atención a Cataluña o la inmigración). Aunque si uno hace sociología de calle y pone un poco la oreja (la derecha, claro), no es difícil detectar cómo ciertos discursos van calando, o salen a la luz opiniones que antes se expresaban con más discreción y que ahora se ven legitimadas.

¿Y entonces? ¿Somos más de derecha? ¿Quién empuja a quién? ¿Se derechizan partidos, medios, agendas y discursos porque los ciudadanos nos estamos derechizando (asustados, abandonados a la intemperie económica, buscando seguridad donde sea)? ¿O nos están derechizando a base de cargar cada vez más el barco hacia ese lado? Ya saben lo que pasa en el mar, a bordo: cuanto más peso se desliza hacia un lado de la nave, más pasajeros y más bultos caen hacia allá, y más seguirán cayendo por el aumento de la inclinación.

Entre tanto desconcierto, igual no sea buena idea conformarnos con aguantar de pie en el centro agarrándonos al mástil. Quizás sea preferible hacer un esfuerzo por poner más peso en el lado izquierdo. No digo ya para lograr invertir la inclinación, sino por lo menos para que no se acabe volcando el barco de tanto escorarlo a la derecha, y nos vayamos todos a pique.