Desayuné una vez con Güemes. Sí, Güemes el exconsejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, imputado ahora por presuntos delitos de cohecho y prevaricación. Güemes, el marido de Andrea Fabra, la hija del condenado capo valenciano Carlos Fabra, la que aplaudía y escupió “que se jodan” cuando Rajoy anunció en el Congreso recortes en las prestaciones por desempleo. Ese Güemes, esa perita en dulce de la frutería hetero de Ana Botella.
Desayuné con Güemes porque me llamó después de leer una columna sobre el VIH que publiqué en El País a finales de noviembre de 2008. Se titulaba Soy seropositiva y trataba acerca del tabú que aún pesa sobre las personas portadoras del virus o enfermas de sida. Ese Güemes, a la sazón consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, se mostró al teléfono sensibilizado por mi texto, estimulado por mi denuncia, dispuesto a trabajar. Me convocaba a una reunión para proponerme una colaboración al respecto. La expectativa me echaba para atrás, como se pueden imaginar, y no me fiaba un pelo. Pero obligada, principalmente por mis activismos animalista y gay, a tratar con políticos de manera coyuntural (y, la inmensa mayoría de las veces, inútil), consideré que debía escuchar a éste. Por muy escéptica que fuera, quizá se podía hacer algo. Que por mí no quedara.
Eso sí, puesto que ya desde septiembre de ese 2008 la Comunidad de Madrid no pagaba las subvenciones a las ONG relacionadas con la prevención del virus (lo que ponía en peligro la continuidad de sus proyectos de prevención y ayuda), ni se hacía cargo de la asistencia a las personas que viven con VIH/sida; y puesto que ya desde 2007 Madrid no contaba con ningún Plan de Actuaciones frente al VIH, ni con una oficina regional de sida y era la única Comunidad Autónoma que carecía de un Instituto de Salud Pública, decidí aprovechar el encuentro con el Consejero de Sanidad para trasladarle las reivindicaciones de los colectivos afectados. Llamé a activistas especializados de COGAM (Colectivo Gay de Madrid) y la FELGTB (Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales), y prepararon a Güemes un exhaustivo informe sobre la realidad en Madrid del VIH-sida, que me encargué de presentar, imprimir y encuadernar convenientemente al cargo del receptor.
Cuando me encontré con él, hecho un pincel, en la cafetería de un lujoso hotel de la plaza de la Independencia y le entregué el documento, Güemes lo dejó a su lado sin siquiera ojearlo. Le insté en varias ocasiones a que lo hiciera, pero no lo hizo. Por el contrario, y ante mi asombro, me trasladó su interés en desvincular el asunto del colectivo homosexual. Cínico y falaz, trataba de convencerme de que el motivo era su conciencia de que el VIH-sida afecta a todos los ciudadanos por igual. Insistía en que cualquiera puede contagiarse. Por supuesto, le respondía yo, pero el colectivo LGTB, especialmente azotado por el virus, es un actor imprescindible en la escena de trabajo que aborda la realidad del VIH-sida. No hubo manera. Güemes no quería saber nada del colectivo gay. Me propuso coordinar un difuso proyecto editorial con enfermos de sida, en el que los protagonistas principales fueran, precisamente, heterosexuales infectados. Le dije que no. Cuando nos despedimos, le señalé que olvidaba sobre la mesa nuestro informe. No volvimos a vernos.
Lo que había detrás del discurso, falsamente integrador, de Güemes, es lo que Ana Botella llamó el otro día “ideología”. La ideología del PP, que la presunta alcaldesa de Madrid, en su ya legendario delirio, proclama responsable de los mayores progresos de la humanidad. Una ideología homófoba. Una homofobia que, en lo relativo al VIH-sida, se traduce, con el PP en el gobierno, en pasividad de las instituciones públicas: “La situación en la que se encuentra la respuesta al VIH en este país es vergonzosa: el Ministerio de Sanidad no afronta su responsabilidad, no se mueve para elaborar un nuevo plan estratégico para el VIH y además recorta el presupuesto para que las ONG podamos seguir trabajando en este tema”, denuncia Santiago Redondo, coordinador del Área de Salud de la FELGTB. Una ideología a la que se refirió también Boti G. Rodrigo, presidenta de la FELGTB, el pasado 1 de diciembre, Día Mundial de la Lucha contra el Sida: “Tenemos que poner sobre la mesa el daño que los recortes ideológicos del Gobierno nos están haciendo: se ha acabado con la universalidad de la Sanidad, se ha impuesto el repago farmacéutico y se ha generado más desigualdad. La respuesta al VIH exige otra clase de medidas: entre ellas, descatalogarlo como enfermedad infecto-contagiosa y luchar contra el estigma y la discriminación”.
Cinco años después de aquel inútil desayuno con el imputado Güemes, la Administración del PP, a través del Ministerio de Sanidad y del Plan Nacional sobre el Sida, sigue sin dar respuesta a la realidad del VIH-sida. Una dejación de carácter ideológico, cuya excusa es la crisis. No hay una estrategia nacional al respecto, han desaparecido las campañas de información y prevención, se han retirado las subvenciones a las organizaciones civiles que trabajan en este ámbito, se ha recortado presupuesto y personal, se incumplen acuerdos internacionales en materia de VIH. Tampoco se mueve un dedo contra la estigmatización social y laboral, como denuncia el Manifiesto de la FELGTB para el 1 de diciembre de 2013: “La discriminación en el trabajo para las personas LGTB con VIH es un hecho inaceptable, sobradamente demostrado e incrementado por una reforma laboral en la que se favorece el despido sin una causa justificada. La invisibilidad a la que se ven obligadas estas personas en sus empleos pone en riesgo su salud, especialmente en lo relacionado con la adherencia al tratamiento, al encontrar dificultades para justificar en el trabajo sus visitas médicas o algún periodo de baja, que afortunadamente, cada vez son menos frecuentes, gracias a la eficacia de los fármacos, pero no a la comprensión de empleadores y empleadoras. Si a la serofobia se une la homofobia y transfobia, el resultado es una mayor vulnerabilidad a la exclusión social”.
Merece la pena leer completo este Manifiesto, así como resulta imprescindible leer el Manifiesto contra la serofobia en el trabajo, firmado por sindicatos y plataformas estatales de respuesta al VIH, para tomar conciencia de una realidad que se vive todos los días, no solo el Día del Sida. Si tuviera un mínimo de decencia retrospectiva, Güemes debería leerlo, como debió haber leído el informe que despreció sin rubor siendo Consejero de Sanidad. Güemes, Botella y todos los ideólogos del PP, los del progreso de la humanidad. Si tuvieran un mínimo de decencia. Para enterarse de que su ideología es culpable de una discriminación que destroza la salud y la vida de muchas personas, de que su homofobia y su serofobia condenan a la marginación, a la injusticia, al armario, a la infelicidad. Esos grandes progresos de la humanidad.