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La desigualdad de la renta durante la crisis

En tiempos de crisis el aumento en la desigualdad se posiciona en el corazón del debate público. En muchos casos, cuando la economía crece, pese a que el nivel de desigualdad aumente, la renta media de prácticamente todos los individuos también lo hace; percibiéndose frecuentemente el aumento de las diferencias en renta como una consecuencia del propio proceso de crecimiento. Adopta así el incremento de la desigualdad tintes casi meritocráticos, apelando a diferencias de esfuerzo, educación o motivación como importantes fuentes de dicho fenómeno. Por el contrario, en épocas de crisis económica, el aumento de la desigualad de la renta suele disparar la alarma social y asociarse a una asignación injusta de los recursos.

En este artículo vamos a hablar, dato en mano, de las tendencias de la desigualdad en España desde la crisis. No vamos a entrar en el interesante debate de las distintas formas de medición de la desigualdad o su verosimilitud para casos individuales, nos centramos en los indicadores y las fuentes más consultadas y, para poner la cifra española en perspectiva, nos comparamos con varios países vecinos.   

En primer lugar, es difícil negar que España es uno de los países mas desiguales de Europa. Habitualmente se suelen utilizar dos indicadores para medir la desigualdad: el coeficiente de Gini y la ratio entre el 20% que mas renta tiene sobre el 20% que menos renta tiene. Como se puede ver en el siguiente gráfico ambos sitúan a España a la cabeza dentro de la UE-15.

En dichos gráficos podemos también ver que España es de los países donde más ha aumentado la desigualdad durante la crisis. Antes de la crisis el 20% más rico tenía una renta aproximadamente 5,6 veces más elevada que el 20% más pobre; esta cifra había subido a 6,8 en 2014.

Habitualmente tiende a asociarse este incremento de la desigualdad a un aumento de la renta de los más ricos del país. El 1% más rico de España tiene, de acuerdo con la World Income Database, un 8,5% de la renta en España, aproximadamente lo mismo que solía tener durante la década de los 90. El aumento de los precios de la vivienda y la acumulación de ganancias derivadas del capital desde el cambio de milenio hasta 2006 provocó que dicho porcentaje subiera hasta más del 12%, deshinchándose junto con el pinchazo de la burbuja hasta alcanzar la cifra actual. Para las personas dentro del top 10% pero fuera del top 1% la situación es bastante diferente, no se observa un efecto claro del último ciclo de boom-bust sobre su tendencia bajista a largo plazo. En cualquier caso, podemos concluir claramente que el aumento de la desigualdad durante la crisis no se debe a un incremento de la concentración de la renta en el Top 10%, 5% o 1%. El 10% con más ingresos tiene en su conjunto la desorbitante cantidad de más del 31% de los ingresos totales del país. Pero justo antes de la crisis esta cifra superaba el 36%.

El problema real de la agudización de la desigualdad radica en la situación del 20% con menores ingresos y su fuerte empeoramiento durante la crisis. Los siguientes gráficos muestran la evolución del 10% con menos ingresos (decil 1 en la distribución de la renta) y del siguiente 10% con menos ingresos (aquellos situados entre el 10 y el 20% con menos ingresos, es decir, el decil 2 en la distribución de la renta) en distintos países europeos y en la UE-15 de media. Francia es un ejemplo de un país en el que aquellos con menores ingresos acumulan una proporción de la renta total por encima de la media europea, pese a que con la crisis han visto su situación relativa ligeramente empeorada. Los más pobres en Italia y España comenzaron la crisis en posiciones muy similares: el decil 1 tenía aproximadamente el 2,5% de los ingresos y el decil 2 aproximadamente el 4,6%.

La crisis tuvo un efecto importante sobre el decil 1 en ambos casos, si bien es más pronunciado el caso de España (del 2,5% al 1,8% de los ingresos totales). Es en el decil 2 donde encontramos la mayor diferencia entre ambos países, en Italia apenas hubo cambios en la proporción de la renta total que tiene dicho grupo de personas, mientras en España ésta bajaba del 4,6% al 4,1%. El problema del aumento de la desigualdad en nuestro país es la progresiva precarización del 20% más pobre de la población.

Una de las fuentes más claras del empeoramiento de la desigualdad durante la crisis es nuestro disfuncional mercado laboral, especialmente a través del aumento del paro de larga duración (que ya analizamos aquí). En la actualidad tenemos 2,8 millones de personas que llevan más de 1 año en paro, de los cuales más del 70%, unos 2 millones de personas, no reciben ningún tipo de prestación. La situación de este inmenso colectivo es aún más escandalosa si tenemos en cuenta que las políticas activas contra el desempleo (y especialmente el desempleo de larga duración) han sido las grandes ignoradas durante la crisis. ¿Cuánto tendremos que esperar para que haya un paquete de reformas ambiciosas destinadas a ese colectivo olvidado?

Por otro lado, el ajuste salarial interno ha sido mucho más intenso entre los trabajadores con menores ingresos. Como se puede ver aquí entre las personas situadas en los últimos 4 deciles de renta no ha habido prácticamente cambios a nivel salarial entre 2011 y 2014. Frente a ello, el 10% más pobre ha reducido su salario medio real en casi un 15%.

Finalmente, la tercera fuente de desigualdad que nos gustaría destacar es la escasa efectividad del sistema de transferencias de nuestro Estado del Bienestar en la reducción de la desigualdad. Si bien este tema merece un análisis independiente por su complejidad, en una visión superficial usando datos de la Encuesta Europea de Condiciones de Vida observamos que las transferencias del Estado del Bienestar español son de las menos efectivas de Europa a la hora de reducir la desigualdad, lo que resulta extremadamente preocupante.

Por último, nos gustaría hacer una reflexión. La visión de la desigualdad suele ser una instantánea en un momento del tiempo y puede no darnos una visión completa del problema. Existe una fuerte correlación entre movilidad social y desigualdad, tal y como pone de manifiesto el siguiente gráfico extraído de un estudio de la OCDE que relaciona la persistencia intergeneracional de salarios con el índice de Gini.

La capacidad de un individuo de progresar económicamente con independencia de la posición económica de su entorno más cercano es básica para fomentar la movilidad social. A este respecto, parece obvio, que recortar un 16% el gasto en educación durante la crisis ha sido un paso claro en la dirección equivocada al debilitar financieramente el principal instrumento en pro de la igualdad de oportunidades. Confiemos que la política económica de la próxima legislatura sea mas sensible a estas cuestiones.