Desmontando a Albert Rivera: cuatro mitos sobre Ciudadanos
Hasta que empezó a sudar en los platós, Albert Rivera era el rey de la fiesta de la democracia, el candidato mejor valorado en un partido muy piropeado por las encuestas. Pero, a pesar de que a Ciudadanos se le está haciendo larga la campaña, los analistas naranjas siguen comparando el huracán Rivera con el entusiasmo que levantó Felipe González en el 82. Él es algo más atrevido y quiere ser el nuevo Adolfo Suárez: alcanzar La Moncloa es una parte del plan para protagonizar la Retransición. Unos defienden que es el candidato idóneo para renovar los vetustos pactos del 78; otros lo consideran el guardián definitivo del gatopardismo español, que quiere cambiarlo todo para que todo siga igual. Rivera utiliza otras palabras: “Queremos cambiarlo todo sin romper nada”.
Albert Rivera, como Adolfo Suárez, es –tal y como describen Ellakuría y Albert de Paco en el recomendable libro 'Alternativa naranja'– un animal político con más olfato que lecturas, algo especialmente rentable en España, donde leer demasiados libros, sean o no de Kant, ha sido motivo de exilio en el ministerio de Cultura, y ya ni eso.
Como Adolfo Suárez, Rivera también tiene un rey, Felipe VI, que a su vez necesita un Albert, un Pedro o una Soraya con los que apuntalar la nueva transi específicamente diseñada para la Generación Hormiguero: sin safaris locos, con mucha gente bailando en la tele y con corruptos más disimulados, a poder ser.
Rivera, como Suárez, cuenta con un partido hecho a su medida, casi tan presidencialista como la UCD. Y si Suárez mató a su padre, la dictadura franquista en la que se había criado, Rivera tiene el encargo de ajusticiar al bipartidismo en el que quiso militar pero del que abjuró para liderar la resistencia del nacionalismo español frente al 'stablishment' del nacionalismo catalán.
Y Rivera, también como Suárez, tiene esa dosis justa de azar que es imprescindible para triunfar en política. Rivera llegó a la presidencia de Ciudadanos en su congreso fundacional de 2006 porque, en pleno navajeo interno, se tomó la decisión estrambótica de elegir al presidente del partido por orden alfabético –por el de nombre y no el apellido, para más piruetas–, y Rivera resultó ser el campeón de la competición. En la vida hay que tener un poco de potra.
A Rivera solo le falta el pueblo. El 20D se verá.
Como todo movimiento político, el de Albert Rivera también se ha forjado sobre varios mitos. Esta es una selección de algunos de los más citados en tertulias televisivas y otros lugares poco recomendables.
1. ¿Ciudadanos es un partido nuevo en España?
Ciudadanos nació en 2006 de las entrañas de las trincheras contra el nacionalismo en Cataluña y como respuesta a un PSC que gobernaba con el independentismo republicano de ERC, y a un Partido Popular que había jubilado a Alejo Vidal-Quadras para que Aznar pudiera seguir hablando catalán en la intimidad con Jordi Pujol.
La formación de Albert Rivera ha evolucionado desde entonces de un partido fundamentado en un discurso antiidentitario a uno regeneracionista. De un producto exclusivo para Cataluña a un éxito en toda España. Pero esta bio tiene trampa: Ciudadanos llevaba tiempo intentando hacerse con el mercado español. No es cosa de ahora.
Ciudadanos se presentó a las elecciones generales en... ¡2008! y consiguió tan solo 46.313 votos (0,18%), ganándole por los pelos al PACMA. En las europeas de 2009, el resultado electoral en coalición con Libertas fue un descalabro: 22.903 votos (0,14%). En 2010 mantuvo los tres diputados del Parlamento catalán, pero un año después llegó la decepción de las municipales. En las generales de 2011, Rivera volvió a intentar un acuerdo con UPyD, y tras la negativa de Rosa Díez, Ciudadanos decidió no repetir por su cuenta y reclamó -sin citarlo- el voto para la formación magenta.
Como en todas las biografías autorizadas, los puntos negros salen en pequeñito en las notas al margen.
Y después –sobre esta parte de la historia se ha escrito mucho más– llegó la sucesión de éxitos que han merecido la atención mediática: el resultadón en las catalanas de 2012 (de 3 a 9 diputados), la irrupción en el Parlamento europeo, la gira por España para preparar el nuevo desembarco, el harakiri de UPyD y el pelotazo del 27S.
2. ¿Ciudadanos es un partido de la nueva política sin los tics de la vieja política?
Ciudadanos se presenta como un partido nuevo frente a “los de siempre” –Rivera girando la cabeza hacia Soraya y Pdr con su particular juego de manos rápidas–, e intenta crecer en un espacio basado en una regeneración no dramática de la política contra un bipartidismo corrupto y sin democracia interna. Ahí es donde aparecen la independencia judicial, la dimisión de los imputados, las primarias obligatorias y otros lemas similares.
Pero la evolución de Ciudadanos atesora una parte de las prácticas que censura a los partidos tradicionales.
Los cronistas relatan que Albert Rivera se mantuvo al margen de las crudas refriegas que acompañaron al nacimiento de Ciudadanos y que esa posición ambigua le permitió alzarse con la presidencia del partido. Existe consenso respecto a este análisis, pero los hagiógrafos extienden el puritanismo primigenio de Rivera al resto de su carrera política, y tienden a presentar a Rivera como víctima inocente de maléficas conspiraciones, mientras él trata de quitarse de encima las asechanzas de sus adversarios. Veamos.
La pérdida de la inocencia de Rivera comenzó en el minuto uno de su estreno político. Todavía atronaban los aplausos de su victoria congresual de 2006, cuando se abrazó a Teresa Giménez Barbat –que durante dos días había estado peleando contra los izquierdistas del partido– para decirle que era su madre política y que nunca la olvidaría. Y hasta ahora.
Poco después, en el segundo congreso del partido en 2007, Albert Rivera ya había afilado su colección de cuchillos 'jinsu'. La Ejecutiva que él presidía pretendía que las candidaturas a la dirección del partido fueran cerradas para esquinar a los críticos. No lo consiguió. “Rivera responde con un órdago: solo aceptará repetir como presidente si salen elegidos cada uno de los miembros de su candidatura”, recuerdan Ellakuría y Albert de Paco en ‘Alternativa Naranja’. Todo muy de los congresos convulsos de la vieja política. Al final, Rivera se alzó con la victoria.
Otro de los momentos de aquellos primeros años que presentan a un Rivera mesiánico que ignora a los órganos de decisión en su partido se vivió con motivo de las elecciones europeas de 2009. En aquel tiempo, el grupo parlamentario catalán de Ciudadanos es un sindiós. La frialdad entre sus tres integrantes –Albert Rivera, Antonio Robles y José Domingo– es indisimulable. Un día, en medio de un pleno, Robles recibe la llamada de un periodista de Europa Press: quiere confirmar que Ciudadanos se va aliar con Libertas en las europeas. A Robles le suena a chiste.
Robles cuenta en ‘Historia de la Resistencia al nacionalismo en Cataluña’ que el periodista se puso tan pesado que decidió girarse y preguntarle a Rivera al oído: “Oye, Albert, alguien nos está haciendo una broma, dicen que hemos pactado con Libertas”. Robles rememora: “Albert me miró serio y asintió: ”El viernes doy una rueda de prensa en Madrid“. Estábamos a miércoles. Me quedé de piedra. El secretario general no sabía ni pío, el consejo general no había corroborado nada, y en la Ejecutiva nadie había hablado de ello”.
Miguel Durán fue el cabeza de lista de aquella coalición.
El coordinador del partido en Andalucía, Mario Acosta, publicó en 2007 el Manifiesto por la Dignidad en el que acusaba a Rivera de acumular poder y saltarse las normas internas para imponer en las listas municipales a candidatos de su cuerda. “Se han infiltrado mafiosos, políticos corruptos y gentes procedentes de otras formaciones que ni comparten, ni respetan los principios y valores que dieron vida al partido”, denunciaba.
A pesar de que los críticos con Albert Rivera de aquella etapa fueron desahuciados o abandonaron la militancia del partido, este tipo de acusaciones se han repetido a lo largo del tiempo.
Este mismo 2015, Jaime Trabuchelli dejaba Ciudadanos tras perder las primarias en Madrid frente a Begoña Villacís, la candidata oficial de Albert Rivera. “Yo me fui de Ciudadanos porque un partido que ha sido asaltado por una Ejecutiva que no está dispuesta a soltar las riendas bajo ningún concepto y quiere llamarse democrático, es una estafa a la sociedad”, explicaba Trabuchelli en un post de su blog en el que denunciaba la expulsión de tres afiliados de su entorno. “Han sido tres atropellos al más puro estilo totalitario: demasiada independencia, demasiada fuerza, demasiada honestidad. Muestras elegidas a conciencia para hacer imperar la ley del silencio –'Omertá'– al más puro estilo de la mafia siciliana y modelar el comportamiento de la masa a sopapo”.
Hay más denuncias. Recientemente, el periodista Jordi Pérez Colomé ha desvelado en El Español, los trapicheos de Ciudadanos con sus primarias en Aragón.
En Ciudadanos, los candidatos de Rivera, entre los que no faltan paracaidistas de última hora, salen victoriosos y reciben los mimos del aparato; los que se enfrentan a los designios del líder son condenados al ostracismo. Ciudadanos se mantiene fiel a la tradicional cultura española de no llevarle la contraria al jefe.
Ciudadanos, como todas las formaciones que hablan en nombre de la nueva política, se ha autoimpuesto unas estrictas normas éticas que, en algunos casos, se han sorteado o ignorado. Su código interno obliga a cesar a los militantes que falseen su currículum, pero Ciudadanos ha salido en defensa de su número dos en Madrid, César Zafra, después de que eldiario.es publicara que mintió en el currículum que presentó ante la Asamblea de Madrid. Para la formación de Albert Rivera solo fue una exageración.
El parlamentario catalán de Ciudadanos, Jordi Cañas, dimitió en abril del pasado año tras ser imputado por supuesto fraude fiscal. El partido naranja lo vendió con una muestra de su apuesta por la nueva política, pero poco después Cañas fue colocado por su partido como asesor en el Parlamento europeo. Desde Ciudadanos argumentaron que no se puede condenar a un imputado “a no comer ni trabajar”. Ajá.
3. ¿Albert Rivera es el candidato del Ibex 35?
El día que Juan Carlos Monedero soltó su pretendido chiste sobre Albert Rivera, todos miramos a los dedos de Monedero y no escuchamos lo que estaba diciendo:
–Cuando Josep Oliu dijo “necesitamos un Podemos de derechas”, Albert Rivera dijo: “Yo”.
El 25 de junio de 2014, al presidente del Banco Sabadell Josep Oliu se le escapó, en un tono aparentemente ligero, ese deseo íntimo de que ojalá surgiera en España un “Podemos de derechas más orientado a la iniciativa privada y el desarrollo del país”. “El Podemos que tenemos nos asusta un poco”, afirmaba el banquero mirando a Mónica Oriol, presidenta entonces del Círculo de Empresarios, y ganadora del Premio a la Declaración Neoliberal de la Década por su “prefiero contratar a mujeres mayores de 45 años o con edades inferiores a los 25 para evitar embarazos”.
Josep Oliu, el padre de la expresión “Podemos de derechas”, es patrono de FEDEA (Fundación De Estudios de Economía Aplicada), un 'think tank' con origen en el Banco de España y que está impulsado, por el Banco de Santander, Repsol, BBVA, Iberdrola, Telefónica y La Caixa, entre otras empresas del Ibex 35.
La relación de Ciudadanos con FEDEA es conocida. De allí procede Luis Garicano, el artífice del programa económico de la formación de Albert Rivera. De allí también es Florentino Felgueroso, cuyas ideas sobre Educación en la fundación del Ibex 35 han encontrado eco en el programa de Ciudadanos. El actual director de FEDEA, Ángel de la Fuente, fue el presidente de la mesa de aquel primer congreso de Ciudadanos que encumbró a Albert Rivera. Ya no está vinculado al partido.
El pasado mes de octubre se reunió el Consejo Empresarial para la Competitividad, un club en el que participan, bajo la presidencia de César Alierta de Telefónica, firmas como Inditex, Mercadona, El Corte Inglés o el BBVA. El periodista de El Mundo, Carlos Segovia, charló con uno de los asistentes: “Estuvimos hablando bastante de política en esta ocasión y la mayoría pensamos que PP con Ciudadanos es la mejor opción”. También es la mejor opción para diez altos ejecutivos y analistas españoles de firmas financieras de la City londinense entrevistados por el diario Expansión para una información titulada 'La City confía en Ciudadanos como antídoto al riesgo político en España'.
El presidente de Bankia, José Ignacio Goirigolzarri, ha señalado que Rivera es “una persona con gran atractivo personal y político”. Y según los autores de ‘Alternativa naranja’, Rivera ha logrado “sintonizar con Isidro Fainé, presidente de La Caixa”.
En ‘De Ciutadans a Ciudadanos. La otra cara del neoliberalismo’, Josep Campabadal y Frances Miralles aportan una visión muy interesante: los impulsores iniciales de Ciudadanos son intelectuales clásicos –periodistas, escritores, filólogos…–, mientras que la generación Rivera es “un producto casi puro del milagro económico español, esencialmente distinta en cosmovisión a las anteriores”. En los cuadros dirigentes de Ciudadanos encontramos abogados de entidades financieras, propietarios de inmobiliarias, especialistas en derecho mercantil, expertos en 'coaching' empresarial, etc. El propio Albert Rivera procede del departamento jurídico de La Caixa.
Rivera ha tenido una gran acogida entre las élites empresariales del país. Efectivamente: no asusta.
Sobre esta cuestión hay muchas teorías conspirativas, siempre atractivas pero en ocasiones exageradas. ¿Ciudadanos es un partido creado por el Ibex 35? No. ¿Ciudadanos es un partido bendecido por el Ibex 35? Sí.
4. ¿Ciudadanos no es de izquierdas ni de derechas?
Antes de que escucháramos a Pablo Iglesias decir “yo a ti no te he interrumpido, Inda”, el periodista Arcadi Espada, uno de los mentores de Ciudadanos, escribía sobre el futuro de la formación naranja: “Izquierda y derecha son dos categorías vencidas por la realidad, y cualquier partido que se reclame novedoso tiene que superarlas”. “No queremos una España de rojos ni azules”, suele afirmar Albert Rivera distanciándose de los esquemas de identificación política que han marcado al país desde 1812.
En el PP aspiran a arrinconar a Ciudadanos hacia su izquierda y azuzan el fantasma de un acuerdo con Pedro Sánchez, y la izquierda lo manda al rincón de la derecha y, en ocasiones, al de la ultraderecha por su coincidencia con movimientos ultras en las movilizaciones contra el proceso independentista en Cataluña o su alianza con la coalición extremista Libertas en 2009. Hay quienes consideran que son liberales con tintes socialdemócratas o socialdemócratas con tintes liberales.
Otros, como el secretario de Estado de Cultura, José María Lasalle, defienden que Ciudadanos es un artefacto político posmoderno “sin un relato político” y Albert Rivera, un “producto perfecto de la mercadotecnia”. Este tipo de observaciones desdeñan a Ciudadanos como una simple burbuja desideologizada ansiosa por hacerse con el poder (como si los partidos tradicionales se dedicaran a organizar torneos de ajedrez y no fuera maquinarias electorales perfectamente engrasadas).
Sean los diagnósticos más o menos acertados o descaradamente bochornosos, el hecho es que Ciudadanos es objeto de un detallado escrutinio sobre su trasfondo ideológico con el objetivo de enfrentarlo a sus propias contradicciones. Las cosas de la vida, esto ha permitido a Ciudadanos mantenerse durante un buen tiempo en una ambigüedad que le facilita atacar al electorado del PP mientras intenta desguazar al PSOE. No da abasto zampándose votantes de otros partidos.
Sin embargo, cada día que pasa hay más españoles que sitúan a Ciudadanos entre el centro derecha y la derecha pura. Según el último informe del CIS, en una escala entre el 1 (izquierda) y el 10 (derecha), un 49,3% de los encuestados ubica a Ciudadanos entre el 6 y el 10. Ese porcentaje en abril era del 36,5%, y del 18.6% en enero. Eso sí, una cuarta parte de los preguntados no sabe todavía en qué casilla poner al partido: es el porcentaje más alto de las cuatro grandes formaciones políticas que se disputan la presidencia del Gobierno.
¿Qué dice su programa electoral? Quizás eso nos dé alguna pista. En abril de 2015, El País desveló que gran parte de las propuestas fiscales de Albert Rivera coinciden con la fundación FAES impulsada por José María Aznar. Josep Campabadal y Frances Miralles explican que este programa fiscal es “ortodoxia liberal en estado puro”, lejos de esa Dinamarca a la que tanto cita Albert Rivera: la reforma del IRPF supondría “una reducción de la capacidad recaudatoria del Estado y orientar los recursos hacia el sector financiero”; gracias al nuevo IVA, con dos únicos tramos, “bajaría el gravamen en artículos de lujo, grandes bienes y hostelería, y subiría el de los productos básicos, medicamentos y alimentos”; la exención en el impuesto de Patrimonio se eleva hasta el millón de euros.
Ciudadanos propone un contrato único que –aquí hay una gran controversia abierta– podría facilitar todavía más el despido en las empresas (sí, se puede) y procura equilibrarlo con un complemento salarial que, tal y como se plantea, recuerda muy poco al sistema de protección social del País Vasco y más a las medidas ultraliberales del Reino Unido y otros países dirigidas al precario sostenimiento de una clase trabajadora pobre que permita a las empresas contratar mano de obra con salarios de miseria.
En 2013, Luis Garicano, el gurú económico de Ciudadanos, reprendía a los sindicatos por no aceptar un sistema de despido “sin causalidad”, el sistema de a la calle porque sí. Garicano ha sido además un defensor acérrimo del repago –mal llamado copago– en la Sanidad pública. Su partido no lo ha incorporado al programa electoral.
Y Ciudadanos se ha convertido además en la punta de lanza del discurso más retrógrado de los últimos tiempos sobre la violencia machista en España. Su programa electoral propone acabar con las penas específicas por violencia de género. Ayer mismo, preguntado por la violencia de género, el cabeza de lista de C´s por Cantabria, Carlos Pracht, decía que “las mujeres yihadistas y el aborto también son violencia”. ¿Y si Ciudadanos está explícitamente intentando captar el voto machista?
Ciudadanos sí tiene ideología. Es un partido de derechas. Y a partir de aquí se pueden añadir más adjetivos a gusto del consumidor.