Si usted es de los que ve enemigos de España en las esquinas, considera que Pedro Sánchez es un “psicópata”, “un ladrón de votos” y “un chulo insoportable” o está convencido de que por culpa del presidente del Gobierno se ha consolidado “una sociedad ‘argentinizada’ que quiere trabajar poco o nada, vivir de las paguitas del Estado, preocuparse por el ecofeminismo transinclusivo y destruir las bases de la civilización occidental”, debe estar tan indignado o más (aunque no sé si es posible) que su periodista de referencia: Federico Jiménez Losantos.
La estrella de esRadio, el mejor inventando motes (eso hay que reconocerlo), es quien ha ilustrado a la perfección el enfado mayúsculo de la derecha y la extrema derecha por no haber conseguido que su idea de un país rancio, dispuesto a recortar derechos, no haya obtenido los votos suficientes para desalojar a Sánchez. El presidente aún no sabe si podrá seguir en La Moncloa pero lo que es seguro es que esta vez Feijóo no lo sustituirá.
Tanto si Sánchez logra que Junts le deje repetir (cosa que no está nada clara) como si hay que ir a otras elecciones, siempre quedará como recuerdo de estos días una de las mejores broncas que se han visto en un estudio de radio. Fue en el de Federico, claro. Hay que desayunar muchos sapos para insultar de esa manera a unas horas tan tempranas. El periodista acabó reprochándole al exmaoísta y exdiputado de Ciudadanos, Juan Carlos Girauta, su “paranoia”. Para Girauta, España “entra en el camino de la desaparición” porque de momento no van a gobernar el PP y Vox. Hace ya tiempo que también dio por aniquilada a Catalunya. Más allá de sus teorías, la única certeza es que quien acabó esfumándose fue él.
Otros cuchillos, en platós y baronías, están guardados a la espera de ver si hay o no repetición electoral y Feijóo en la reválida lo logra. En el reparto de culpas prefieren echárselas a Santiago Abascal. Pero que el líder del PP no se confíe y si no que pregunte a Pablo Casado (sí, todos pagaríamos por saber qué está pensando). Mientras, todos andan entretenidos apelando al sentido de estado de Sánchez para que haga presidente al líder del PP como si hace cuatro días no le hubiesen acusado de “sectario”, “poco demócrata”, de haber pactado “un golpe a la Constitución” o de “gobernar con el brazo político de ETA”.
Algunas columnas de estos días lamentan que catalanes y vascos votemos. Somos tan crueles que por culpa nuestra la extrema derecha no podrá estar en el Gobierno, las mujeres no perderemos derechos, los colectivos LGTBI pueden respirar un poco más tranquilos, el negacionismo climático no ganará más terreno y las lenguas en situación de mayor debilidad tendrán alguna oportunidad de no ser arrinconadas del todo.
Para cualquier demócrata, viva donde viva, no hay mayor satisfacción que ver al líder de la extrema derecha, Santiago Abascal, quedarse sin argumentos la noche electoral. Bueno, sí hay una satisfacción superior: observar detrás de Abascal al más peligroso de todos ellos, Jorge Buxadé, el ideólogo de Vox, desencajado y con cara de cólera, algo que en su caso no es que sea nuevo pero que la noche del domingo provocaba un efecto distinto, casi placentero.
De todos los cafres, que no son pocos, que en redes y allí donde han podido han insultado a Sánchez u otros políticos de izquierda, el más engreído (léase como sinónimo de cretino) es el dueño de Desokupa, Daniel Esteve. Los programas que el lunes, antes de irse de vacaciones, lamentaban el resultado electoral, han sido su mejor altavoz. Hace negocio mientras se habla de ocupaciones y no de falta de vivienda, organizó manifestaciones para ayudar a la derecha en Barcelona o colgó pancartas en Madrid con el mismo propósito, y ahora indica a sus seguidores que hay que dar por amortizado a Feijóo y aupar ya a Isabel Díaz Ayuso.
Él no lo sabe y seguramente le da igual pero en la prensa internacional, desde el ‘New York Times’ a ‘The Guardian’ o ‘Politico’ se ha destacado que los electores españoles han frenado el avance de la extrema derecha. Parece que fuera de aquí preocupaba más Vox que el ‘sanchismo’, sea lo que sea eso y que desde el domingo parece que ya no existe. El PP lo ha eliminado de su argumentario y ha devuelto al PSOE el título de lo que siempre ha sido: un partido de Estado.
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