Corren tiempos muy duros para las familias israelíes y palestinas. El número de muertos en Gaza asciende ya a 221, de los cuales 48 son niños, y uno en Israel. Antes tres adolescentes israelíes fueron secuestrados y asesinados en Cisjordania. Y un joven palestino fue quemado vivo por extremistas judíos.
Un racismo muy peligroso y violento contra los ciudadanos árabes israelíes, alentado por ministros y diputados israelíes, causa disturbios en las calles, alimenta las agresiones y la discriminación hacia los palestinos y provoca nuevos ataques contra los activistas pacifistas.
Israel está sufriendo una crisis social y económica sin precedentes. La única razón de esta crisis es la destructiva política de ocupación israelí. La ocupación ha criado dos generaciones de palestinos encarcelados entre puestos militares de control y muros. Las dos generaciones de israelíes, que creen que son los dueños de la tierra, han sido a su vez alimentadas con la falacia de que la opresión de 4,5 millones de palestinos les da seguridad y paz; de que una sociedad tan opresora es capaz de educar a hijos compasivos. Por eso quedan conmocionados cuando sus chicos se convierten en asesinos despiadados, como ha quedado claro en los últimos acontecimientos.
Una de las expresiones más claras y desastrosas de la ocupación es el proyecto ilegal de asentamientos en Jerusalén Este y Cisjordania. Los asentamientos permiten a los israelíes controlar los recursos naturales de los palestinos, violando el derecho internacional, reforzar su presencia en los territorios ocupados y hacer irreversible la ocupación. A pesar de los acuerdos, resoluciones internacionales y promesas israelíes, los asentamientos se expanden. Mientras tanto, las casas de los palestinos en Jerusalén Este y en la llamada Área C (el 61% del territorio de Cisjordania, bajo control pleno de Israel) son destruidas sistemáticamente. El agua fluye sin límite en los asentamientos, mientras que los pueblos palestinos viven constantes cortes de agua, como el propio presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, subrayó en un discurso pronunciado ante el Parlamento israelí. Muchas carreteras están vetadas a los palestinos y la restricción de movimientos es brutal.
Hasta hoy la comunidad internacional no ha hecho lo suficiente para frenar los asentamientos israelíes. Los gobiernos europeos han criticado la expansión mientras seguían cooperando plenamente con Israel, a nivel económico, político y militar. El resultado es que Israel no paga ningún precio por violar de manera sistemática el derecho internacional. Por el contrario, Europa paga buena parte de los daños de la ocupación, haciendo todavía más fácil que Israel la mantenga.
Hace un año la Unión Europea dio un pequeño paso en la dirección adecuada al emitir directrices que prohibían a las instituciones europeas financiar actividades en los asentamientos. Veinte países europeos han publicado advertencias formales a sus ciudadanos y empresas en torno a las relaciones económicas con los asentamientos.
Pero esas medidas no suponen un desafío real para la política israelí en la Palestina ocupada. Europa podría hacer mucho más, como se demostró en la dura respuesta a la anexión rusa de Crimea. En unas pocas semanas, no años, la UE impuso sanciones contra altos cargos rusos y ucranianos y contra compañías que hacían negocios en Crimea. Y fue todavía más lejos con el veto a la importación de productos de Crimea.
Israel controla a millones de palestinos bajo una continua ocupación militar, asegurando que la situación es “temporal”. Una ocupación militar de 47 años, que incluye el establecimiento de asentamientos, no puede ser descrita como temporal.
Como israelí deseosa de paz y justicia, creo que Europa debe contener la política de asentamientos con más determinación y medidas más concretas.
El mundo entiende cada vez mejor la amenaza que los asentamientos suponen para la paz y la estabilidad en la región. A largo plazo, ni los palestinos ni los israelíes podrán sobrevivir sin libertad e independencia para los palestinos. El carácter antidemocrático del Estado de Israel ya lo está transformando cada vez más en un Estado de apartheid.
Para los dos pueblos que viven en esta región, hay un interés común y real por acabar la ocupación israelí como condición previa a la paz. Nosotros, los ciudadanos de Israel y las personas sin Estado de Palestina no podemos solucionar esto solos. Necesitamos la ayuda de la comunidad internacional y de la UE en particular.
Como galardonada con el premio Sajarov de Derechos Humanos del Parlamento Europeo, como madre y como ser humano, llamo a la UE a emplear todos los instrumentos diplomáticos y económicos a su alcance para ayudar a salvar a mi país del abismo de eterna ocupación e injusticia.
Nurit Peled-Elhanan es catedrática de la Universidad Hebrea de Jerusalén. Fue distinguida con el premio Sajarov de Derechos Humanos en 2001. Es cofundadora del Tribunal Russell para Palestina.