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El Día Después y sus efectos más allá de México

Andrés Manuel López Obrador.

Renata Ávila

Un Estadio Azteca abarrotado, con estrellas Pop, cumbia, alegría que exorcizó al miedo cerraron el pacto entre más de la mitad de los votantes mexicanos, y el nuevo gobierno. Un gigante norteamericano, la décima economía del mundo gira a la izquierda, en la elección más grande de sus tiempos, en la más cara, más difícil, más violenta campaña que jamás haya enfrentado al país. Las opciones de derecha y centro quedaron sepultadas por millones de votos ayer. El hartazgo de muchos logró, por una vez, ganarles a aquellos menos que controlan todos los sistemas, todos los medios, todo el poder.  A aquellos que tienen secuestrado al Estado.  

México gira a la izquierda y lo que importa es el día después de la elección. 

Aprovechando esta atmósfera festiva, miles de ciudadanos organizaron una plataforma no partidista, encaminada al futuro acompañamiento que el nuevo gobierno necesitará, preparando el terreno para enfocar a los mexicanos a unirse en la lucha contra los poderes que tienen capturado al país. Es un movimiento horizontal, centrado en compromisos más que en un líder, al que ya se han adherido figuras visibles, como Lydia Cacho, Gael García Bernal o Alfonso Cuarón. 

La iniciativa “El Día Después” es simple, doce compromisos básicos que invitan a la tolerancia, al respeto, a la ciudadanía activa, que preparan el terreno para sembrar eso que el movimiento al que pertenezco, Diem25, define como desobediencia constructiva, encaminada a la construcción de agendas comunes mínimas, a acciones y propuestas concretas. Así lo estamos haciendo en Europa, así arranca México hoy. 

Para oponerse a las acciones arbitrarias de los poderes que han tenido capturado al país por tanto tiempo, destruir esas estructuras paralelas y a la vez diseñar las instituciones del futuro es necesaria una unidad de acción más allá de los partidos. Una plataforma cívica ante los esperados ataques que el nuevo gobierno tendrá, desde adentro y desde afuera del país, contra esa minoría poderosa y que no quiere que nada cambie. 

 

El día después, más allá de la frontera 

El efecto de la elección en México impactará, en definitiva, a Latinoamérica, tanto a procesos regionales como mundiales. Este año AMLO debutará en G20, también entrará a gobernar en un período donde el otro gigante de la región, Brasil, cambia de mando, por vías electorales o alternas. Pero sería equivocado pedirle a AMLO que componga la región y el mundo. Creo que esta vez debemos invertir la estrategia.  Con ochenta asesinatos violentos al día y más de cincuenta millones de personas que apenas sobreviven, debajo de la línea de la pobreza, no hay espacio para figuras mesiánicas.  

Los problemas son tan complejos que necesitan esfuerzos transversales y transnacionales, coordinados e inmediatos, también el apoyo y solidaridad internacional. Que el proyecto de Morena funcione y funcione bien en México servirá de mucho más a las izquierdas regionales y globales. 

Que podamos contribuir a que esto funcione será mucho más efectivo y poderoso para un cambio profundo de la forma de hacer política. Tener un ejemplo hacia el cual apuntar. Que podamos, desde nuestros países y de forma solidaria defender que un proyecto votado por más de cincuenta millones de latinoamericanos se respete. Vigilar que el compromiso de Morena se mantenga encarrilado, fiel a las necesidades y los sueños de los más.

Las elecciones son un fragmento mínimo de un esfuerzo colectivo, sus efectos ya no se limitan a un país y es precisamente en recuperar lo colectivo, en recuperar la solidaridad y explorar un nuevo internacionalismo en donde reside la posibilidad de un futuro. La esperanza ha vuelto. Y depende de todos y todas mantenerla. 

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