Los terapeutas que han trabajado este último año con víctimas de los atentados del 17 de agosto explican que han vivido un proceso de duelo que requiere, como situaciones traumáticas similares, un acompañamiento basado en el respeto. Es un apoyo que en estos meses les han prestado profesionales y familiares en la intimidad. Y los catalanes tendríamos que expresarles la misma consideración en el acto de conmemoración que se ha organizado con motivo del primer aniversario de la masacre de la Rambla y el atentado de Cambrils.
El 17A es y debería ser el día de las víctimas. No es ni el día del rey ni el día de los abucheos al rey. El acto se ha diseñado para homenajear a las 15 personas asesinadas ese jueves, al centenar de heridos que también provocaron los atentados, a los familiares de las víctimas y a todos aquellos que aquella jornada vieron la muerte de frente, ya fuese en la Rambla o en el paseo marítimo de Cambrils.
Las víctimas merecen que su acto sea solo suyo y que el enfado o decepción que Felipe VI ha provocado con su actitud en una parte importante de los catalanes se exprese en otra ocasión. El monarca se equivocó en el discurso del 3 de octubre y sus palabras provocaron aún un mayor divorcio entre la monarquía y una parte importante de Catalunya. Es algo que ya ha podido comprobar en sus últimas visitas y no hace falta ser muy perspicaz para intuir que las próximas no tendrá bienvenidas más agradables. Pero el 17 de agosto no es el día para recordárselo. No al menos en un acto de apoyo a las víctimas.
Muchos catalanes están también enfadados y no les falta razón porque el exconseller de Interior, Joaquim Forn, y el que fuera 'Major' de los Mossos, Josep Lluís Trapero, no tendrán el reconocimiento público que merecerían en este primer aniversario. Habrá ciudadanos que se acordarán de ellos y sentirán como propia su injusticia. Ese sentimiento no es en ningún caso incompatible con el respeto a las víctimas. Aunque son -o deberían ser- homenajes distintos.
El president, Quim Torra, tiene previsto visitar el 17 de agosto a Forn en la cárcel de Lledoners. Es una buena iniciativa. No lo es tanto proclamar que al rey no se le ha invitado al homenaje oficial a las víctimas. Primero porque no es cierto. El Ayuntamiento de Barcelona ya avisó de que no cursaría invitaciones oficiales a las instituciones y que sus representantes podían asistir si así lo consideraban pertinente. Era fácil adivinar que Felipe VI querría estar presente. Lo difícil de explicar hubiese sido que se ausentase de la conmemoración del primer aniversario. Y segundo porque, agrade más o menos, además de rey es el jefe del Estado.
Entre el independentismo ha hecho fortuna la expresión “hacer un Tortosa”. La idea surgió de la indiferencia con la que los vecinos de esta población tarraconense recibieron recientemente a la líder de Ciudadanos, Inés Arrimadas, después de que anteriores visitas de esta política a otras localidades catalanas se hubiesen saldado con imágenes de vecinos protestando por su presencia. El propio Torra ha recomendado esta estrategia para evitar nuevas polémicas.
Una alternativa para aquellos que el 17 de agosto no estén de acuerdo con la presencia del rey en Barcelona podría ser la de ignorarle. Siempre será mejor “hacer un Tortosa” a Felipe VI que faltar al respeto a las víctimas.