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No hay diálogo. Ni lo habrá

Torra y Sánchez durante una reunión en La Moncloa

Suso de Toro

España es en sí misma un problema, no es el problema vasco, el problema catalán... Es el Reino de España con su corte y su articulación radialmente centralizada lo que crea “el problema”, pero dejemos eso que es tan antiguo como la misma división del Reino en provincias en 1833 y las consiguientes revueltas y guerras en los distintos territorios. O puede que “el problema” comenzase al fracasar la I República de Pi i Margall. O puede que con el golpe de los generales nacionalistas contra la II República. Todo lo que vivimos sólo se comprende a la luz de la historia.

¿Pero dónde localizar lo que vivimos en la historia reciente? ¿En el fracaso de quienes intentaron una ruptura con el estado franquista y tuvieron que aceptar la reforma de ese, éste, estado. Esta cosa que llaman Transición? ¿En la continuidad del TOP, que pasó a llamarse Audiencia Nacional, y la suspensión de facto de los derechos civiles en el País Vasco en el enfrentamiento entre ETA y el Estado? Más recientemente se hizo manifiesta una incompatibilidad de intereses cuando una empresa catalana inició una OPA a otra empresa radicada en Madrid y que desencadenó una movilización compacta de rechazo a esa absorción. No debía salir de “territorio nacional” y acabó en Italia, antes italiana que catalana. ¿Fue entonces?

¿O fue ya de modo desatado cuando se planteó bajo Zapatero una renovación del estatuto catalán y el PP de M. Rajoy comenzó su campaña de recogida de firmas que teóricamente era contra el estatuto y que realmente fue “contra los catalanes”? ¿Fue cuando aquel Tribunal Constitucional formado por magistrados fuera de plazo tuvo igualmente el descaro de emitir un fallo sobre algo tan delicado y en disputa como aquel estatuto? ¿Fue cuando salieron inmediatamente casi en práctica autoconvoncatoria un millón de catalanes a la calle, apagados informativamente para los españoles por el furor nacionalista del triunfo en el Mundial de fútbol? ¿Fue con la llegada, tan deseada y trabajada unánimemente por los poderes y sus medios de comunicación, de M. Rajoy al Gobierno y su negativa a cualquier diálogo? ¿Fue cuando los policías y guardia civiles enviados en barcos cargaron y golpearon a personas que sólo estaban armadas de urnas y papeletas?

¿O es ahora cuando la fiscalía, a las órdenes del Gobierno, repite las acusaciones contra toda la dirigencia de un país? Porque lo que se está juzgando en este juicio histórico es a los dirigentes políticos elegidos democráticamente por la ciudadanía catalana y a sus dirigentes sociales, de la ANC y Ómnium. Lo que la Justicia, el estado, está juzgando es a Cataluña como país.

El Reino de España no es viable sin Catalunya. No es viable económicamente sin las transferencias desde esa comunidad, sin su aporte al PIB y, sobre todo, sin sus exportaciones. La deuda, gigantesca, de este reino es el gran quid oculto que determina la relación con la Unión Europea y las política internas. Y desde el punto de vista social, cultural y humano sería un reino tristísimo y más retrógrado de lo que ya está siendo. Pero los intereses de esta corte y este Estado no permiten un encaje ni de la Barcelona ciudad ni el reconocimiento del país catalán, el proyecto español existente es nacionalista y posfranquista. Y esto no lo arregla Pedro Sánchez.

Pedro Sánchez es un político profesional, oportunista y tenaz, quiere gobernar pero quien crea el marco y los límites en que se mueve son esos poderes del Estado y la economía que son los mismos de siempre. Y por eso los fiscales y tribunales castigan a esos reos que serán llevados a la fuerza a Madrid para ser juzgados allí de forma ejemplar.

En los años sesenta fue un periodista vigués en la prensa madrileña, Cuco Cerecedo, quien se atrevió a señalar la casta oligárquica que se articulaba en la corte franquista y acuñó la expresión “el palco del Bernabéu”. Nadie que se atreva a romper el tabú del silencio en torno de eso sale completamente vivo, lo aseguro. El problema de España no es Catalunya, es el Palco del Bernabéu y sus intereses y su ideología. Santiago Bernabéu era claro: “me gusta Catalunya, y la quiero a pesar de los catalanes”. Un modo particular de cariño, ocupar un país, juzgar a sus dirigentes y someterlo a “territorio nacional”.

No, no se está juzgando sólo a los dirigentes catalanes, un Estado nacionalista y represor está juzgando a quien ejerza los derechos civiles. No es un asunto local que afecte a la población de un territorio, un asunto de segunda fila después del debate de presupuestos o cualquier otro tema, se trata de las libertades bajo este estado. Esos presos y cualquiera preso por ejercer las libertades son nuestros presos y con ellos y ellas va nuestra suerte.

Al conflicto de intereses de todo tipo, social, cultural y económico que es la base del conflicto sólo se le podría dar encaje con una reforma profunda de las estructuras del estado y después de un diálogo. La fórmula del nacionalismo centralista español niega la diversidad y la propia realidad y se expresa de modo natural en el autoritarismo que ya ha demostrado el estado, la democracia en España sólo es posible desde los pactos y no desde el autoritarismo borbónico. Ese diálogo no se producirá ahora y no hay visos de que se vaya a dar en el futuro, no hay un sólo indicio en lo que emiten los políticos y los medios centralizados en Madrid que dé lugar a esperanza. Sólo vemos dureza e incomprensión interesadas.

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