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Diez años del 15M: la comunicación impone su poder en la vida política

13 de mayo de 2021 22:12 h

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La conmemoración de los diez años del estallido del movimiento del 15M ha sido objeto de multitud de análisis y comentarios en todos los medios. Todo lo acaecido aquellos días dio lugar a una serie de trascendentales consecuencias en nuestro sistema. Surgió poco tiempo después el concepto de la nueva política para denominar al conjunto de rasgos que se fueron incorporando como alternativa al modelo tradicional de funcionamiento de nuestra democracia, puesto en marcha en 1977. 

También en el terreno de la comunicación política, el 15M tuvo un impacto espectacular. La importancia del fenómeno en este terreno tiene que ver con el hecho de que la llamada nueva política tiene como una de sus bases fundamentales la conversión de la comunicación en el elemento director de la estrategia partidista. Desde la década de los sesenta, los medios electrónicos habían ido ganando peso en el mundo de la política. Sin embargo, en estos últimos diez años su importancia ha pasado a ser abrumadora.

Se calcula que, desde hace una década, se han promovido diferentes movimientos de protesta contra el sistema establecido, tras el impacto de la crisis económica de 2008, en alrededor de 90 países. Es evidente que este efecto imitador solo puede explicarse por el impacto creciente de los medios que en esta época empezaban a tener en internet un extraordinario desarrollo global. En 2004 había nacido Facebook en Cambridge (Massachusetts); en 2005, arranca YouTube en San Mateo (California); en 2006, comienza a operar Twitter en San Francisco (California). En 2011, las redes sociales se esparcen por todo el mundo e intercomunican a jóvenes de todo el planeta. Juntos, globalmente, comparten una revolución colectiva cuyo único precedente anterior habría que buscarlo en lo ocurrido en 1968.

Si intentamos reunir algunos de los efectos que el 15M y otros movimientos similares provocaron en la comunicación política, podemos encontrar algunos especialmente trascendentes. Veamos algunos de ellos:

1. Medios y redes sociales, el nuevo territorio de la política. En estos últimos años hemos vivido una significativa transformación. Durante décadas anteriores se podía observar que los medios seguían la actividad política y su cobertura influía de vuelta en esa misma actividad. Este círculo se ha roto. La nueva política tiene en los medios su principal escenario de actuación. Los medios no es que reflejen la vida política. La realidad es que, ahora, esta se desarrolla dentro de los medios. Basta señalar un ejemplo enormemente significativo: los principales líderes políticos que han marcado estos años inician su carrera como participantes en tertulias televisivas. Pablo Iglesias, Pablo Casado, Isabel Díaz Ayuso, Albert Rivera o el propio Pedro Sánchez adquieren relevancia política en los platós de televisión. Las redes sociales se han convertido de forma prioritaria en la vía de comunicación dentro de las diferentes comunidades políticas.

2. La informalidad como etiqueta. En julio de 2011, el entonces presidente del Congreso, José Bono, reprochó públicamente al ministro de Industria, Miguel Sebastián, por acudir al Parlamento sin corbata. Hoy, la anécdota suena a broma. Desde que Podemos transformó el espacio político, no ha vuelto a verse a un líder que acuda a un mitin encorbatado. Los jeans y la camisa blanca remangada se ha convertido en el uniforme oficial de un político en campaña, sea de izquierdas o de la derecha más conservadora. En enero de 2016, la entrada de los diputados y diputadas de Podemos rompió con los formalismos arraigados durante décadas. La imagen de Carolina Bescansa con su bebé en el escaño se convirtió en símbolo de este proceso. La formalidad ha quedado relegada a los espacios institucionales. Fuera de ellos, la búsqueda de la cotidianeidad y la normalización es la norma.

3. La renovación como exigencia. El 15M supuso la reivindicación de la necesidad de trazar una línea entre el pasado y el futuro. El impulso colectivo arrastró a la mayor parte de la sociedad a un imparable deseo de cambio a todos los niveles. El pasado se convirtió en paradigma del fracaso. La ilusión sólo aparecía si la mirada se fijaba en el futuro. Los partidos tradicionales se vieron obligados a seguir el camino marcado por el movimiento surgido en las plazas de toda España. Las fuerzas convencionales cayeron en una crisis de identidad. Solo han podido recuperarse en la medida en la que han asumido procesos de renovación internos frente a la resistencia de las estructuras asentadas en el poder hasta ese momento. Sin este impulso, por ejemplo, es imposible entender la llegada de Pedro Sánchez al PSOE o, incluso, la de Pablo Casado al PP.

4. La antipolítica como emblema. Ha sido curiosa la importancia creciente que la antipolítica ha tenido dentro de la política. El 15M supone un golpe frontal a un modelo político que había fracasado como representativo de los derechos de los ciudadanos. La nueva política significa, en realidad, la aniquilación de la política tradicional. El “no nos representan” tiene sus consecuencias. Los outsiders de la política se han revalorizado en todo el mundo como las principales nuevas figuras políticas, sean de la ideología que sean. El caso más significativo de este proceso quizá sea la figura de Donald Trump, que llega a presidir Estados Unidos con un discurso basado en destruir la casta política que, en su opinión, había corrompido Washington desde que Ronald Reagan abandonara el poder a finales de los ochenta.

5. Populismo y polarización. En todo el mundo, el concepto del populismo se extiende como referente en el mundo postmarxista. Figuras como la del filósofo argentino Ernesto Laclau sirven de referente ideológico para entender que el populismo implica la llegada real al poder de la voluntad popular. Sin embargo, el término ha sufrido un considerable deterioro con el transcurso del tiempo. El término “populismo” ha acabado por identificarse como la extensión de la demagogia, la falsedad, el oportunismo, la manipulación y la superficialidad. El lenguaje populista que se ha impuesto en el debate político implica el manifiesto intento de aprovecharse de la inocencia del pueblo para condicionar su juicio. En la práctica, las ideas y el discurso razonado han sido sustituidos por la difusión de mensajes emocionales que buscan despertar impulsos inmediatos basados en el miedo y alentadores de la confrontación y aniquilación del rival, transformado en enemigo. La polarización marca el debate público actual.

6. La diversidad como exigencia. El 15M y otros movimientos similares impulsan las reivindicaciones de minorías tradicionalmente castigadas por un modelo social homogeneizador y excluyente. El feminismo vive un proceso de incorporación a la agenda política imparable. Algo parecido ocurre con la quiebra de un sistema extremadamente homófobo que empieza a ser superado. La globalización también empieza a derribar barreras racistas que bloqueaban el acceso a la política de una sociedad multiétnica extendida en todo el mundo occidental. Hoy en día, es imposible entender grupos políticos que no asuman estos principios de forma abierta, aunque en ocasiones esconda una puro ejercicio de apariencia. Solo la ultraderecha se ha asentado frente a esta generalizada tendencia que le sirve como uno de sus principales soportes.

7. Desideologización y volatilidad. Una de las características iniciales más poderosas de los movimientos de protesta surgidos hace una década es su transversalidad. Las ideologías partidistas tradicionales pierden su sentido y el eje que se impone bascula entre lo nuevo frente a lo viejo. Los partidos pierden su sentido original y atraviesan una significativa crisis existencial. La desideologización aumenta su peso en la sociedad durante estos años. Uno de los efectos derivados de este fenómeno es el crecimiento de la volatilidad en el voto de los ciudadanos. En los últimos años, puede apreciarse en Europa y también en España unos vaivenes continuos en la aparición, evolución, transformación o desaparición de diferentes partidos políticos.  Buena parte de la ciudadanía asume sin complejo alguno el cambio de posición en los procesos electorales. A la vez, también se observa un crecimiento de la incertidumbre que se suele extender hasta los últimos días antes de ir a las urnas.