Un rey tenso se ha dirigido a los españoles en un momento de tremenda incertidumbre. El breve discurso, apenas seis minutos cuando España atraviesa uno de los episodios más difíciles de su reciente historia, ha estado plagado de adjetivos condenatorios hacia los actuales gobernantes de Catalunya. Nada sorprendente, entra dentro de la lógica que el jefe del Estado sea rotundo a la hora de defender la Constitución, la ley de leyes que nos gobierna. Pero en circunstancias excepcionales, algunos esperábamos mensajes excepcionales.
Y no, si algo ha dejado claro Felipe VI, es que está, palabra por palabra, repitiendo el discurso de Rajoy. Así es la ley, los discursos del rey los escribe el Gobierno o, como poco, los somete a su revisión y aprobación.
Todo lo que ha ido desgranando el monarca es cierto. Se ha incumplido la ley. No ha habido lealtad y se ha dividido a la sociedad catalana. Al margen del derecho y la democracia. Y con una conducta irresponsable. Pero también muchos ciudadanos en Catalunya y en España están conmovidos, tristes, desesperanzados, por la incapacidad del Gobierno de Mariano Rajoy de encontrar una solución dialogada, por el permanente acoso que el PP y sus gobiernos han mantenido frente a cualquier opción que incluyera un mayor reconocimiento de la singularidad de Catalunya. Por el tremendo error de intentar parar el referéndum a mamporros el pasado domingo, regalando a los independentistas el mejor pasaporte internacional para llegar a su destino soñado.
Por eso esperábamos más del discurso del rey. Al menos una insinuación al diálogo, un reconocimiento de que los problemas se pueden solucionar de otra manera. No debería olvidar que es el rey de todos los españoles, al menos así lo proclama la Constitución, y es posible que hoy haya perdido la oportunidad de que muchos críticos con la institución que representa se reafirmen en su inutilidad.
España está al borde del abismo, la institución que Felipe VI representa no va a salir indemne si la situación sigue agravándose. El rey ha perdido una oportunidad única de hacer del día de hoy, de su discurso, un momento histórico. Pero el guión aún no se ha terminado de escribir. Ojalá en los próximos días se pueda rectificar y, sin desdecirse de lo evidente de las ilegalidades, se pueda abrir un espacio de diálogo que al menos nos rescate de esta tremenda incomunicación que nos lleva al desastre.