Dimensionar la ‘fachosfera’

8 de noviembre de 2023 23:14 h

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¿Qué es un fascista? Alguien que actúa como un fascista. Si necesitan pistas para identificarlo hay bibliografía para aburrir. Si buscan algo corto y clarito ahí van dos recomendaciones. Una ya la hemos citado en otras ocasiones pero nunca está de más: ‘Contra el fascismo’, la conferencia que Umberto Eco impartió en la universidad de Columbia en el año 95. La otra es ‘Instrucciones para hacerse fascista’, de Michela Murgia, fallecida el pasado agosto. 

Conocida como la escritora de los derechos, la intelectual italiana explicó muy bien cómo las palabras controlan los comportamientos. Trasladado a lo que estamos viendo en España, hay políticos y medios que llevan tiempo tildando de ilegítimo a un gobierno que desde el primer día fue perfectamente legítimo y acusando al actual presidente y aspirante a seguir en el cargo de ser un “felón”, de querer “abolir” el Estado de derecho y de ser “un peligro” para la democracia. Lo han proclamado desde tribunas de parlamentos y en entrevistas tanto políticos de Vox como del PP. Y no han faltado editoriales, tertulianos y encíclicas radiofónicas que han repetido los mismos mensajes. Las burbujas informativas exacerban las identidades, sean las territoriales, de clase o género. Para bien y para mal. 

Que haya 7.000 manifestantes en Madrid para defender España de las garras de Pedro Sánchez después de estar todo el día escuchando estas consignas parecen incluso pocos. Que muchos de los que han lanzado estas acusaciones ahora se lamenten de que la extrema derecha saque la gente a la calle y la cosa se descontrole en algunos momentos puede parecer hipócrita, pero siempre será mejor que se desmarquen y que no den la razón a los que entonan el Cara al Sol de su lista de Spotify. Porque las imágenes y cánticos de los manifestantes de Madrid confirman los estudios sociológicos que destacan que la extrema derecha tiene un vivero importante entre los hombres jóvenes, machistas y homófobos. Eso sí que debería ocuparnos y preocuparnos más.

“En el fascismo la finalidad de la comunicación no es hacer que te entiendan, sino que te confirmen”, escribe Murgia. En la era de las redes es más fácil porque una parte de su razón de ser es esa. Proliferan mensajes banales y llamativos. Entre llamar felón a un presidente, como primero hizo Pablo Casado y después otros dirigentes del PP, y gritarle “hijo de puta” en una manifestación tampoco hay un salto tan grande. 

A los que estos días argumentan que los extremos se tocan hay que recordarles que no todos los populismos son fascistas aunque sí sea cierto que todo fascismo es una forma de populismo. Es lo que se ha bautizado también como populismo cualitativo de televisión o internet y que, como ha teorizado Umberto Eco, permite presentar estos movimientos como la alternativa a los “podridos” gobiernos parlamentarios. Aquí lo revisten de un patriotismo casposo mientras abogan por minar las instituciones o la Constitución que dicen defender. Lo que sea con tal de no asumir las reglas del juego a no ser que sean los beneficiados, como se comprueba en los gobiernos y ayuntamientos en los que están ocupando sillas gracias al PP.

Otra de las afirmaciones que se escucha a menudo, la de ‘no todo es fascismo’, es cierta aunque en el caso de algunas de los lemas y banderas que se han exhibido en las protestas convocadas por Vox y sus satélites no caben muchas dudas. Lo que para los demócratas son adversarios, para ellos son traidores. 

Siendo los que son, estando ya en las instituciones, sin restarles importancia y sabiendo que probablemente volverán a salir a la calle, hay que dimensionar también su importancia. Ni España se rompió con el Estatut ni con los indultos. Se puede estar en contra de la amnistía pero si se presenta el texto, se tramita y se aprueba en el Parlamento, más allá de la dilación que el PP logre en el Senado, será validada o no por el Tribunal Constitucional y llegado el caso se examinará también en la Justicia Europea. Todos esos trámites son los que garantizan que un Estado de derecho funciona. El resto es solo derecho a la manifestación y propaganda de la extrema derecha.