Mi diputado regional, como el nacional, no tiene quien le escriba porque no sé quién es, menos aún siendo yo residente en Madrid. Voy a votar el 4 de mayo en unas elecciones importantes para la Comunidad de Madrid (y para España). Pero voy a tener que elegir entre listas de 136 integrantes, de las más largas en Europa. Es un despropósito democrático. Y no solo por Madrid. En las elecciones catalanas, en Barcelona se vota a listas de 85 integrantes.
¿Quién sabe cuál es su diputado en Cortes por Madrid, por seguir en el ejemplo de esta Comunidad? En las elecciones nacionales hay 37 escaños en juego por Madrid (y por tanto listas de igual número). ¿Quién se acuerda quién iba en el numero 7 o 10 de una lista y ha entrado en el Congreso?
¿A quién escribir por un problema? ¿Quién nos representa, independientemente de a quién hayamos votado? En esto, envidio a los británicos, franceses u otros, por sus distritos uninominales, pues una vez elegidos los que le representan, los ciudadanos saben a quién dirigirse. Un diputado británico se pasa los fines de semana en su distrito recibiendo a sus constituents, además de atender al partido local. Un diputado español, también, pero sobre todo para esforzarse con la agrupación de su partido, y también con la central de su partido que en último término decide. Pues lo que importa es entrar en las listas y repetir en ellas.
Sí, es verdad que se elige a un o a una líder. Pero el sistema genera un déficit de representatividad directa, de interlocución entre el elector y el elegido (aunque no sea de su partido). Y a la vez genera un exceso de poder en las centrales y cúpulas de los partidos, que estaba justificado al principio de la democracia para reforzar a unas organizaciones políticas que eran muy débiles, pero que ha degenerado. A la vez este sistema dificulta que surjan con más fuerza figuras locales, que atiendan a los ciudadanos tanto como a sus propios aparatos, y mejore la calidad de la clase política.
Las listas proporcionan proporcionalidad (aunque a veces reducida por la Ley D’Hondt). Pero sería hora de cambiar de sistema. Desde siempre me ha atraído el sistema mixto alemán, que combina la proporcionalidad de listas con la representatividad directa y la lógica regional-federal, prácticamente por mitades. En las elecciones generales, los distritos son pequeños, con listas a nivel regional. El voto se cuenta como el voto a una persona y a una lista. Lo que lleva a que no se sepa de antemano el número de escaños en el parlamento, que varía según os resultados. Pues los escaños se reparten proporcionalmente a la lista e individualmente si uno ha ganado, aunque su lista no hay salido. Las elecciones regionales siguen sistemas parecidos, aunque simplificados. Tiene la ventaja de que elector sabe quién el representa, permite surgir nuevas figuras y reduce sobremanera el poder de las cúpulas centrales de los partidos. Los “paracaidistas”, candidatos impuestos por las cúpulas, se reducen a un mínimo, pues han de pasar, todos, por primarias (entre los afiliados, nada grandioso). Primarias bien hechas llevan escapar de los despachos llenos de humo, cuando se podía fumar.
Esta reforma en un sentido alemán, se planteó en los años 90 en tiempos de Felipe González, y en los 2000, con J.L. Rodríguez Zapatero. Pero sin resultado. No interesa, no ya a los partidos consolidados, sino ni siquiera a las cúpulas de los partidos de la “nueva política”. Además, salvo que se cambie la Constitución, para lo que siguen sin darse las condiciones, la provincia es el distrito para las generales. El sistema alemán, tendería, en la lógica del Estado de las Autonomías, a que el distrito fuera la Comunidad Autónoma, aunque conservar la provincia puede tener ciertas ventajas (también inconvenientes como que los independentistas en Catalunya, se ven favorecidos en las pequeñas).
En la Comunidad de Madrid, pues eso, tenemos listas de 136 candidatos. ¿Quién se acordará de muchos de ellos, incluso de entre los elegidos? Hay otra corruptela añadida: los diputados flotantes. Casi el 15% de los diputados nacionales y de los regionales lo deja durante la legislatura y entran los que iban detrás.
Para el Parlamento Europeo impera este sistema de listas. Quizás fue un error, aunque se quiso reflejar que la europea es una construcción de Estados (aunque algún eurodiputado se presente como si hubiera salido elegido en su región).
Sí, es verdad, siempre puedo escribir al presidente o presidenta de la Comunidad de Madrid, o al presidente del Gobierno de España (hay una Oficina de Atención a la Ciudadanía, en Madrid, y en Moncloa lo que antes se llamaba línea caliente ciudadana, hoy, “escribe al presidente”, que, por cierto, es una buena base para recabar información sobre la situación de la ciudadanía). Pero no se trata de eso. Se trata de tener “tu” diputado, aunque no le hayas votado, que realmente te represente. Es una parte de la regeneración institucional que se hace esperar desde los años 90.