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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Diputados, diputats, deputados, diputatuak

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Els partits del govern espanyol i els seus socis d’investidura reformaran el reglament del Congrés per permetre l’ús de llengües cooficials. Os partidos do goberno español e os seus socios de investidura reformarán o regulamento do Congreso para permitir o uso das linguas cooficiais. Espainiako Gobernuko alderdiek eta haien inbestidura bazkideek kongresuaren araudia erreformatuko dute hizkuntza koofizialak erabiltzeko. Los partidos del gobierno español y sus socios de investidura reformarán el reglamento del Congreso para permitir el uso de lenguas cooficiales.

En la escala tertuliana, ¿cuánto te ha molestado el párrafo anterior? ¿Te parece reflejo de un país multilingüe como España, una muestra de riqueza cultural a celebrar? ¿Una señal de normalidad, aunque llega un poco tarde tras casi medio siglo de democracia? ¿Un gesto inútil y caprichoso, puesto que todos entendemos bien la última frase? ¿Un despilfarro de palabras y espacio, y por tanto de dinero? ¿Una traición más de la izquierda arrodillada ante los independentistas? ¿España se rompe otro poquito?

Estamos ya en septiembre, y tras la relativa tregua veraniega se reincorporan a sus trincheras los presentadores estrella de radio y televisión, los tertulianos a cara de perro y los columnistas titulares. Y nada más llegar ya tienen un primer hueso que morder: la inminente reforma del reglamento del Congreso, en línea con lo anunciado por la nueva presidenta de la Cámara, Francina Armengol, para que sus señorías puedan utilizar las lenguas oficiales de sus territorios (tan oficiales allí como el castellano) sin que la mesa les riña.

En unos días tendremos la bronca montada, totalmente previsible: el gallinero del Congreso, la torre de Babel, diputados con pinganillo, el dineral que nos va a costar la broma, el menosprecio a la lengua española-española (el castellano), que hablen en cristiano… Si hay un tema que pone de los nervios al nacionalismo español ese es la lengua, lo mismo en las aulas y televisiones que en las instituciones. Y eso mientras no salgan de sus territorios. Pero que el catalán, el gallego o el euskera se desborden de sus provincias y ocupen posiciones en Madrid, hasta ahí podíamos llegar.

Hablaba de la escala tertuliana, y sé que también tenemos la escala cuñada, muy similar. La pluralidad lingüística de España tampoco es muy apreciada en una parte importante de la sociedad fuera de las comunidades donde su uso está normalizado. Por eso es un elemento de agitación electoral al que la derecha españolista recurre una y otra vez. ¡Nos imponen sus lenguas! ¡No nos dejan hablar en español! ¡Los niños no saben ni leer! ¡Apartheid lingüístico!

Yo no sé si los debates parlamentarios serán más o menos fluidos, o si la convivencia de varias lenguas (como en el Parlamento Europeo, con muchas más y sin que nadie se escandalice) provocará un permanente “lost in translation”. Tampoco es que hablando todos en castellano sea aquello hoy un ejemplo de entendimiento, la verdad, que a veces se agradecerían subtítulos en los debates. Lo que sí pienso es que la “contaminación” lingüística del Congreso (y de ahí a los medios y a la calle) puede servir para hacer más visible esa pluralidad lingüística, cultural y nacional que tantas ampollas levanta. Puede tener una función pedagógica, nada menor en esta España siempre irritada. Si sirve para que todos nos familiaricemos con el resto de lenguas (los castellanohablantes con las periféricas, y los periféricos entre ellos también), superemos un poco el desconocimiento y los prejuicios, nos acerquemos a sus manifestaciones culturales que normalmente ignoramos, y hasta aprendamos un poco a entenderlas y hablarlas, bienvenida sea.

(Nota: disculpen si en el primer párrafo hay algún error gramatical. Mi vergonzoso desconocimiento de las lenguas cooficiales me encomienda al traductor de Google)