Hace 78 años, un 7 de mayo, se firmó oficialmente la rendición de la Alemania nazi en Reims, Francia, ante los aliados, y dos días después se ratificó en Berlín, Alemania. Por si no lo recuerdan, Estados Unidos, la URSS, Francia y el Reino Unido eran los aliados -coyunturales- triunfadores frente a la Alemania de Hitler, la Italia fascista y Japón, cuya derrota se prolongaría hasta agosto de aquel 1945 bajo las terribles bombas nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki, poniendo fin a la II Guerra Mundial. El 9 de mayo se consagraría después como el Día de Europa, conmemorando la Declaración Schuman de 1950 (que tomó el nombre del ministro francés de Exteriores que la propuso) que dio origen a la hoy Unión Europea. Tiempos de construir democracia, de levantar lo devastado por la barbarie y de unirse activamente para que tal desastre nunca más sucediera.
Y aquí estamos con una nueva Italia fascista, con algunos países del que fuera bloque soviético como Hungría y Polonia, entre otros, que no le van a la zaga. Con un Partido Popular Europeo que ya comparte sin empacho los sesgos de sus colegas de la extrema derecha. Y dejo para después a España, aunque ese PPE incluye con nota ultra a nuestro PP nacional. Y en el otro lado del Atlántico, con un José Antonio Kast -de una familia nazi que huyó a Chile- convertido por los votos en la primera fuerza política del país que sufrió la sangrienta dictadura de Pinochet y cuya Constitución -todavía vigente desde 1980- él aprueba como buena.
El ascenso de Kast en Chile no ha causado grandes aspavientos en comentaristas del sistema en España que prefieren criticar al presidente Gabriel Boric. La izquierda siempre es “culpable”: no llega a conseguir lo que se propone y eso no se perdona. Cuenta con la ayuda de los interpretadores, de los garantes del que todo siga como conviene al poder.
En este mes de grandes aniversarios, recordábamos también cómo se nos plantaron en España los Bonaparte tras abrirles la puerta de par en par los monarcas borbones de la época, Carlos IV y Fernando VII, padre e hijo en disputa por el trono que le cedieron al francés. Apuntamos también esas incongruencias del pueblo que grita aquí, después de eso, el viva las caenas, y que en Francia había entronizado a Napoleón como Emperador tras desencadenar la revolución más decisiva de la Historia moderna.
Decíamos que los intentos de cambio terminan consolidando en el poder a las fuerzas más conservadoras de las revoluciones como máximos progresistas a obtener. Sufren presiones desde flancos esenciales y la gente parece temer más la incertidumbre que apostar por la esperanza. Así puede explicarse esta alucinante repetición de lo peor de la historia, tan reciente que solo el borrado sistemático de la memoria de los humanos con cerebro de pez explica. Ahora más peligrosa si cabe porque se expande con aquiescencia cada vez mayor por el ancho mundo e infiltraciones varias. Mucho dinero les apoya. Y son numerosos los países que se tiñen de la peste parda en siembras de ignorancia e ideas peregrinas. Hasta Alemania ¡nada menos! donde, según la corresponsal de TVE, la ultraderecha es la primera fuerza política en Länders del Este.
Pongamos el ejemplo de Chile. Tiene un problema de enormes desigualdades y es el país de los servicios esenciales privatizados -desde la sanidad a los fondos de pensiones-. Las dictaduras se pagan muy caro, si lo sabremos en España las personas conscientes, que las hay. Los garantes de ese pasado siguen teniendo poder, igual que aquí. ¿Cómo puede pasar por las cabezas de los votantes que el egoísmo ultra se lo va a solucionar? ¿No ven lo que hacen? ¿No calibran el precio que pagan y hacen pagar al resto de la ciudadanía?
Algunos no, nunca se ha evidenciado una huida de la realidad como la que contemplamos en los enfervorecidos seguidores de los líderes más populistas de los neofascismos. Es un empecinamiento en no ver la verdad de los hechos tal que cuesta creer en comportamientos saludables en su vida cotidiana.
Trump no llegó a disparar en la Quinta Avenida pero el gobierno de Ayuso entró en las residencias con un protocolo que dejó sin asistencia médica a 7.291 ancianos fallecidos en ellas al inicio de la pandemia y las encuestas le dan hasta mayoría absoluta. Son los dos ejemplos más evidentes, junto a Kast en Chile. Apenas se ocultan: Disparamos al corazón de la democracia y nos votan. Ayuso ha diezmado, además, la sanidad pública. Miente sin medida. Se mofa de la justicia social de la que ella abomina y no practica. O eso le han dicho que diga cuando “no improvisa las respuestas y la pillan fuera de juego. Los ricos con los ricos, eso sí, y el resto que se apañe y hasta en ”el resto“ tiene votantes, según los sondeos o la propaganda que por cierto pagamos a escote los ciudadanos de Madrid.
No es ninguna broma, es una tragedia revivir lo que venció e intentó erradicar la historia. Ni siquiera las infames complicidades justifican lo que está ocurriendo.