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La doctrina Jim Jones

20 de agosto de 2022 20:29 h

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Puedes hacer creer cualquier cosa a un número determinado de personas activando los mecanismos necesarios. Jim Jones era un pastor protestante, y ferviente admirador del estalinismo, que se fraguó una gran credibilidad entre amplios sectores racializados de Indiana en los años 50, cuando en Estados Unidos la segregación todavía era una realidad sangrante. Su labor comunitaria en contra del racismo le hizo ganarse un nombre que poco a poco fue degenerando en unas posiciones autoritarias que le empujaban a exigir obediencia absoluta a todos aquellos que le seguían, hasta abjurar del protestantismo y crear su propia comunidad religiosa. Las acusaciones contra Jim Jones por su deriva sectaria le llevaron a consolidar su mensaje conspiranoico contra el capitalismo como el anticristo que acabaría con el mundo, y llevó a su comunidad, ya constituida en la secta Templo del Pueblo de los Discípulos de Cristo, a un pequeño enclave en Johnstone (Guyana), donde en 1978 acabaría en el suicidio masivo de 909 personas.

Jim Jones convenció no solo a ignorantes incautos, sino que fue capaz de hacer creer a personajes relevantes de la izquierda americana de aquella época como Harvey Milk, Willie Brown o Angela Davis que la persecución contra su secta era fruto de una conspiración. En una alocución con el propio Jim Jones en 1970, Angela Davis afirmó: “Sé que estás en una situación muy difícil en este momento y hay una conspiración, una conspiración muy profunda diseñada para destruir las contribuciones que has hecho a nuestra lucha. Y es por eso que debo decirles que nosotros también sentimos que estamos bajo ataque. Cuando te atacan, es por tu postura progresista, y sentimos que también es un ataque directo contra nosotros. Por lo tanto, más de nosotros necesitamos saber que continuaremos con esta idea, luego haremos todo lo que esté a nuestro alcance para garantizar su seguridad y su capacidad para seguir luchando”. La conspiración, siempre presente, incluso anidando en los valores más humanistas y progresistas y, sin embargo, nada más contrario a los preceptos de justicia social, razón y pensamiento crítico que tienen que emanar de una ideología de progreso.

Pitos en el homenaje a las víctimas del atentado de las Ramblas por parte de una cohorte de pacientes de las conspiranoias. La teoría es que el CNI, en connivencia con el Estado, propició el atentado terrorista en las Ramblas para dar un escarmiento al independentismo. No es una broma, es lo que late detrás de la teoría de la conspiración del 17A dentro de un sector del independentismo. Una teoría alimentada y promovida por noticias de dudosa procedencia, publicadas en diarios pagados por el independentismo, gracias a dosieres falsos filtrados por los sectores más esencialistas y de la izquierda más tolerante con el procesismo por intereses políticos y empresariales.

En España ya conocemos el proceder de las teorías de la conspiración por motivos políticos, utilizando un atentado yihadista y despreciando a las víctimas para intentar lograr una ventaja. Los peones negros, de infausto recuerdo, estuvieron años difundiendo la autoría de ETA con la participación de altas esferas del Estado el 11M en un atentado para perjudicar a José María Aznar y lograr que Jose Luis Rodríguez Zapatero fuera presidente del Gobierno en las elecciones que se celebrarían tres días después. Los paralelismos con la conspiración del atentado de las Ramblas son tan evidentes que no pasan por ser más que una burda copia de lo que la derecha más reaccionaria fraguó tras el 11M, y que aún late en muchos de sus seguidores. No es baladí que las teorías de la conspiración de ambos atentados fueran promovidas por los sectores más radicales que no soportan la derrota y que sus ideas no tengan la preeminencia que su proceder sectario considera que merecen. La conspiración del atentado yihadista de Las Ramblas es auspiciada por el nacionalismo más esencialista, y justificada por personajes como Laura Borrás. No es secundario que quien se echa en brazos de esas tácticas sea una perdedora de la política totalmente desacreditada. Es en esos estadios cuando más se abrazan las conspiraciones, para mantener un pequeño espacio de poder que permita la propia supervivencia.

Promover el pensamiento sectario y la conspiración tiene unos réditos muy relevantes para quien vive en los márgenes y busca sobrevivir liderando una pequeña comunidad. Se puede construir contra los judíos, George Soros, el globalismo, la ciencia, las vacunas, el Estado, los medios de comunicación, o cualquier elemento con poder y relevancia para, mediante un antagonismo exacerbado, sobrevivir como salvador. En los últimos tiempos la conspiración y la política se han tornado inseparables compañeros, anidando en todos y cada uno los espacios políticos, de la izquierda a la derecha, pasando por movimientos transversales como el independentismo y alcanzando cotas globales e internacionales como el trumpismo o el negacionismo derivado de la pandemia de Covid.

Elegir un enemigo, ya sea Soros, el Estado o los medios, buscar un asidero de realidad, siempre tiene que existir algo cierto a lo que agarrarse y, a partir de ahí, construir una historia que ayude a situarte como víctima de todos y cada uno de los actores que operan en política. Convertirse en víctima de una conspiración es una estrategia de comunicación muy efectiva, propia de quien ya no tiene capacidad propositiva. El clavo ardiendo del desesperado. Siempre es mucho más sencillo buscar una coartada descontextualizada para construir una conspiración que aporte un dogma de fe a tus seguidores acríticos para conservarte como mesías. Construirte una figura de émulo de Jim Jones es mucho más fructífero cuando has dejado de seducir y los tiempos te convierten en un apestado para el común de los ciudadanos. El pensamiento sectario y conspiranoico se combate con pensamiento crítico, disensión interna, crítica razonada y una moral aseada. Por eso hay poco que hacer y la deriva existencial de este tiempo hace prever que sea la sinrazón la ganadora en un momento político donde solo priman las adhesiones inquebrantables y las explicaciones sencillas que refrenden los prejuicios. Es posible que sea una resistencia vana, pero recordemos el error que un día tuvo Angela Davis para no dejarnos llevar por los delirios de quien ve en la doctrina Jim Jones la solución a la falta de cultura política.