El virus del racismo y la xenofobia se instala en la Casa Blanca
ACLU, la organización norteamericana de derechos civiles, ha calificado las medidas de restricción de la inmigración decretadas por Donald Trump de “inmorales, ilegales y estúpidas”. Para justificar lo primero, da el ejemplo del barco St. Louis que llegó al puerto de Miami en 1939 con 937 pasajeros, la mayoría judíos. Fue rechazado y obligado a volver a Europa. 254 de esos pasajeros perecieron en el Holocausto, muchos en los campos de concentración nazis.
La inmigración a EEUU estaba sujeta entonces a cuotas nacionales, y la de Alemania y Austria ya estaba cubierta cuando llegó el barco, que antes había intentado dejar su pasaje en Cuba. El Gobierno podría haber hecho una excepción unos meses antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial, pero no lo hizo por el clima existente en la opinión pública contrario a la inmigración y por las alegaciones, no basadas en ningún hecho pero alentadas por algunos medios de comunicación, de que podían colarse espías alemanes infiltrados entre los solicitantes de asilo. Entonces y ahora, la gente era capaz de creer cualquier cosa para justificar ese rechazo.
La xenofobia y el miedo son los mismos ingredientes que está utilizando ahora Trump. Los ciudadanos de Siria, Irak, Irán, Sudán, Libia, Somalia y Yemen tienen prohibida la entrada en EEUU. Estos países tienen dos características que los unen. Su religión mayoritaria es la musulmana y su territorio ha sido atacado en varias ocasiones por fuerzas militares norteamericanas en las dos últimas décadas o antes, con la excepción de Irán.
El decreto que anunció estas medidas hace hasta tres referencias a los atentados del 11S. Sin embargo, ninguna de las nacionalidades de los secuestradores de los aviones (saudíes, emiratíes, egipcios y libaneses) aparecen en las restricciones. Saudíes son muchos de los miembros de Al Qaeda y el ISIS que han participado en las guerras de Irak, Siria y Yemen, y casi no hay personas de esa nacionalidad entre las que huyen ahora de las guerras de Oriente Medio. Pero quedan excluidos de una norma que supuestamente tiene como objetivo proteger la seguridad de los norteamericanos.
Trump ha cumplido lo que prometió en la campaña electoral –la prohibición de la entrada de musulmanes en EEUU–, un aviso que los dirigentes del Partido Republicano dijeron rechazar, incluido el ahora vicepresidente, por considerarlo contrario a los valores del país y a la Constitución. El recurso falso a la seguridad les permite ahora mirar a otro lado para apoyar una medida que se basa en realidad en razones de discriminación religiosa.
El propio Trump ha dejado clara la intencionalidad discriminatoria al anunciar que sí está a favor de recibir a refugiados de religión cristiana. Lo hace mintiendo al sostener que a los cristianos de Oriente Medio les resultaba imposible recibir asilo en EEUU. En 2016 EEUU recibió 37.521 refugiados de religión cristiana y 38.901 musulmanes, según el Pew Research Center.
El Departamento de Seguridad Interior ha anunciado que la medida también afecta a extranjeros residentes legales en EEUU, los poseedores de la 'green card', que ahora pretendan volver al país tras pasar un tiempo fuera. La medida es claramente ilegal y es dudoso de que puedan aceptarla los tribunales norteamericanos.
Toda la campaña de Trump se ha basado en una serie de falsedades y conspiraciones sobre la supuesta vulnerabilidad de EEUU ante numerosos peligros exteriores. No es EEUU quien está amenazada por el peligro inminente del terrorismo yihadista, sino casi todos los países de Oriente Medio, incluidos aquellos que se han visto afectados por la implicación norteamericana en sus conflictos y cuyos nacionales tienen ahora prohibida la entrada en EEUU. Los escasos solicitantes de asilo que han encontrado refugio en EEUU han pasado un estricto programa de selección y control que puede llegar a durar hasta dos años, entre otras cosas concebido para reducir su número al mínimo.
La delincuencia en EEUU no ha aumentado a causa de la llegada de refugiados o inmigrantes. Los extranjeros tienen menos posibilidades de cometer delitos que la población nacida en el país, según varios estudios realizados en la última década.
Trump se ocupó de invitar a familiares de personas asesinadas por inmigrantes a uno de los debates de la campaña y a un acto en la Casa Blanca con la intención de criminalizar a todos los extranjeros.
Los hechos dicen lo contrario. Entre 1990 y 2013, la población de inmigrantes sin papeles se triplicó en EEUU, pero los índices de delitos violentos cayeron un 48%, según datos del FBI. Un informe de 2007 indicó que las tasa de encarcelamiento entre jóvenes inmigrantes era menor que la de la población local, también en relación a los de origen latinoamericano. También suponen un porcentaje mejor entre la población penitenciaria.
Eso es lo que dice la realidad, pero es más rentable políticamente en estos momentos promover leyendas urbanas desde el Gobierno, como lo demuestra la orden de la Casa Blanca al Departamento de Seguridad Interior de elaborar una lista semanal de delitos cometidos por extranjeros en suelo norteamericano.
La Casa Blanca se ha visto invadida por una ideología xenófoba e islamófoba, pero sería un error pensar que las víctimas serán siempre de una ideología o religión concretas. En el comunicado de la Casa Blanca sobre el Día Internacional en Recuerdo del Holocausto, ni siquiera se mencionaba a los judíos y al antisemitismo. Esta vez son los musulmanes a los que se relaciona directamente con el terrorismo. Más adelante, serán otros los que sean perseguidos. Es una constante en todos los movimientos totalitarios elegir a sus enemigos en función de las mejores circunstancias que se presentan en cada momento. Nadie consigue el poder absoluto desde el comienzo. Al principio, es conveniente contar con aliados, activos o pasivos, para identificar en cada ocasión quién es el enemigo al que hay que señalar y abatir.
Lo que no cambian son los instrumentos: la mentira, la manipulación, el odio a los extranjeros y el uso de los recursos del Estado. Todos ellos han sido empleados por el nuevo presidente de Estados Unidos.