“Muchos jóvenes, inocentes que estaban viviendo y disfrutando de la vida han sido asesinados por unos perdedores. No quiero llamarles monstruos porque les gustaría ese término. Creerían que es un buen nombre. Desde ahora, les llamaré perdedores porque eso es lo que son. Son unos perdedores. Y habrá muchos más. Pero son unos perdedores, simplemente recordad esto”. Es el modo en que reaccionó el presidente de Estados Unidos Donald Trump a los atentados de Manchester, donde, de momento, hay 22 personas muertas.
Obsérvese que el empresario, de todos los posibles calificativos, y a pesar de su carácter lenguaraz, elige “perdedores”. Ni criminales, ni asesinos, ni hijoputas, y hasta evita el de monstruos; su peor calificativo es el de “perdedores”. Vale la pena reflexionar sobre ello. La estructura mental del empresario neoliberal no se mueve dentro de coordenadas morales sino en un marco de competitividad, es decir, de ganadores y de perdedores. Es el marco conceptual que diría George Lakoff.
Las personas no son buenas o malas, morales o inmorales, respetuosas de la ley o violadoras de la ley, solidarias o insolidarias. En el mundo capitalista de Donald Trump los individuos se dividen entre ganadores o perdedores. Por supuesto, los buenos son los ganadores y los malos los perdedores. Por tanto, lo peor y más ofensivo que se le puede decir a un terrorista es que es un perdedor, no importa que quienes más hayan perdido –la vida– sean las víctimas de los atentados, que se jodan los de ISIS, que son unos perdedores.
En el marco conceptual neocon ser perdedor es lo más despreciable, porque no existe ni la solidaridad ni el apoyo al débil. Y lo que es peor, se es responsable de ser un perdedor. Es tan despreciable que es el calificativo que elige Trump para un terrorista de ISIS que asesina adolescentes en un concierto.
En su absurda ceguera neoliberal, el presidente de Estados Unidos no entiende que si hay algo que despierta el odio entre el terrorismo islámico es la sensación de que lo han perdido todo por culpa de Occidente y que lo ganarán gracias al paraíso prometido por el Islam. Ese terrorista que explotó en Manchester llevándose otras 22 vidas lo hizo sabiendo ya que era un perdedor y su miserable consuelo era conseguir convertir a unos adolescentes inocentes en perdedores como él. De modo que llamarle perdedor es solo recordarle a algunos el motivo por el que nos odian.