Hace mucho tiempo, Gary Lineker decía que el fútbol es un deporte en el que juegan once contra once y en el que siempre gana Alemania. Viene a ser lo mismo con las elecciones vascas. Juegan un montón de partidos diferentes, incluso ahora ha aparecido una candidatura más de peso, pero siempre gana el PNV. Y eso que la última legislatura no fue precisamente una sucesión de éxitos ni de grandes eventos.
El PNV –sobre todo, el PNV de Bizkaia– se llevó un susto de muerte cuando Ibarretxe llevó su proyecto soberanista a Madrid, fue derrotado y se arriesgaba a pasar ante los tribunales. Con la siguiente convocatoria electoral, cerraron la historia, dieron las gracias a Ibarretxe por todo y pusieron a Iñigo Urkullu al frente de la nave. No hay nada más anticarismático en el mundo conocido que el lehendakari, pero qué más da cuando encabezas la candidatura del PNV.
Mucho antes de que se hablara de transversalidad en España, el PNV ya estaba allí. Mucho antes de que los dirigentes de Podemos popularizaran el concepto de hegemonía tal y como lo explicó Gramsci, el PNV había extendido su idea de hegemonía en los campos político, cultural y social vascos sin necesidad de sacar mayorías absolutas.
Patxi López gobernó cuatro años en Ajuria Enea con el apoyo del PP y siempre pareció que estaba allí con un contrato temporal. El PNV es otra cosa.
El resultado electoral es el mejor de los mundos posibles para el PNV. Amplía su distancia con el segundo clasificado, tiene la opción de lograr la mayoría absoluta si obtiene un pacto estable con el PSE y los socialistas están tan hundidos que no pueden poner un precio muy alto en la negociación.
El PSE ha conseguido el peor resultado en votos de su historia en Euskadi en elecciones autonómicas. Esta vez no han derrotado a las encuestas. Su hundimiento es total e humillante. Todo el impacto lo recibe una de las federaciones que apoyan a Pedro Sánchez, que encaja una derrota que esta vez no se puede ocultar con el juego de las expectativas.
La única opción que tienen los socialistas para ser importantes en Euskadi es pactar con el PNV para intentar condicionarlo en favor de determinadas políticas. Incluso les conviene hacerlo desde un Gobierno de coalición, lo que les daría una presencia mucho mayor que la que se justifica con sus votos. Si dan al PNV un portazo, caerían en la irrelevancia.
El huracán Podemos que entró en Euskadi en las elecciones generales acabó diluido en una simple borrasca, algo que en el norte tampoco es que impresione mucho con tanta lluvia. Era imposible que pudieran conservar los votos de las elecciones de diciembre y junio, pero en su caso las expectativas han intervenido en su contra. Cerca de un 15% de los votos en su primera aparición en unas autonómicas no es mal resultado. Tendrán mucho que decir en el Parlamento vasco.
Lo único que ocurre es que se unen al grupo de fuerzas que ven de lejos al PNV y se preguntan por qué no pueden ser como ellos. En votos, me refiero. Porque está claro que con un 15% no se construye “una mayoría social nueva”, como ha dicho Pili Zabala que quieren hacer.
Lo que nos lleva a Arnaldo Otegi con una de esas frases que no por tenerlas preparadas son peores. “El asalto a los cielos comienza esta noche de la mano de la izquierda independentista”, ha dicho Otegi tras conocerse los resultados que mantienen a EH Bildu en la segunda plaza con el 21%. Otegi empleó la frase de Iglesias en Vistalegre –que tiene a Marx como origen– porque en Euskadi Podemos se ha quedado muy lejos de cualquier aspiración a provocar un gran impacto en la política vasca con sus 11 escaños. Por debajo del PNV –es cierto que a gran distancia– continúa estando Bildu, no esos jóvenes de Podemos.
La izquierda abertzale mantiene su potencia habitual en campañas electorales con una base sólida, en especial en Gipuzkoa donde ya ha superado con creces el desgaste que le supuso gobernar en la Diputación y el Ayuntamiento de Donosti con resultados nada exitosos. No han tenido a Otegi en las listas, pero sí omnipresente en la campaña. Si alguien pensaba que la inhabilitación del líder les dejaría tocados, ya habrá visto que estaba muy equivocado.
Bildu cuenta con una base sólida, pero aún no es una amenaza directa al PNV. Y no nos engañemos. Mientras Urkullu sea presidente y Ortuzar el máximo responsable del PNV, Bildu será su principal adversario político.
Es el PNV el que pone en marcha el reloj político del País Vasco, el que lo adelanta o retrasa a voluntad. Los demás no consiguen ser los que marquen el ritmo y les toca bailar con lo que hay.
Los socialistas se han burlado en campaña del “raka raka” del PNV y el autogobierno vasco. Ahora se verán obligados a sostenerlo porque está claro que en ese asunto la gente está con los que han ganado las elecciones, no con ellos.