Hay un elefante de 6.500 kilos en cada cafetería, en cada vagón de metro, en cada plaza en la que se habla de política. Prácticamente no lo vemos, pero el animal está ahí. Nos mira con sorpresa, con la sorpresa de quien disfruta de lo anómalo.¿Quién le iba a decir a este elefante de 6.500 kg que llegaría a ser invisible? El nombre del elefante es largo, se llama “El principal partido del país ha estado 18 años financiándose de modo ilegal”. Otros lo llaman “el partido en el Gobierno ha estado imputado por lucrarse de una trama de corrupción”. Otros, simplemente: “El partido en el Gobierno se financiaba en B”. Otros, más cariñosamente y para abreviar: “Partido en B”.
El caso del “Partido en B” es muy curioso. En cualquier país de nuestro entorno con estándares normales de democracia este hecho habría bastado para disolver las Cortes y adelantar las elecciones. Es difícil pensar que un Gobierno que está regido por el presidente de un partido que ha estado imputado por corrupción pueda dar lecciones de honestidad a sus ciudadanos o seguir controlando las arcas públicas cuando la sombra de la corrupción se cierne sobre él.
A Bill Clinton le abrieron un proceso de impugnación impeachment simplemente por mentir. Y los casos de diputados, congresistas o ministros que dimiten en Europa por cuestiones que aquí son tan menores que apenas ocuparían titulares son de sobra conocidos.
Pero lo más curioso de este elefante es que no se habla mucho de él. Nos gobierna un “Partido en B” y la noticia genera un ruido sordo. Y es que la corrupción se filtra por todos los rincones de esta clase dirigente e impregna a sus subalternos con la amenaza propia de quien está acostumbrado a mandar ordenando.
Día sí y día también oímos hablar de un lejano país en el que parece que se dirime nuestro propio bienestar y nuestro futuro. Pero seamos honestos, miremos hacia adentro, ¿desde qué ejemplaridad nos puede gobernar un partido que lleva, según un juez, 18 años financiándose de forma irregular? ¿Desde qué ejemplaridad nos puede gobernar un grupo político que, al parecer, paga con dinero negro hasta la sede principal de su partido, que acepta dinero de empresas y empresarios para después legislar a su favor? ¿Desde qué ejemplaridad puede gobernar un equipo de gobierno que recibe sobresueldos –en plena crisis– salidos supuestamente de donaciones opacas? ¿Desde qué ejemplaridad nos puede gobernar un partido que se financia ilegalmente desde hace casi dos décadas, cuyo líder es a su vez el presidente del Gobierno? La reflexión es obvia. Si el jefe no sabía nada es un mal gestor de su propia casa y, si sabía, quizá debería responder ante la justicia.
Pero si hablamos de no mirar hacia adentro hay otro elefante que es favorito de quienes dedican su vida a decirnos públicamente lo que está bien y lo que está mal, lo que debemos pensar y a quién debemos censurar: la DEUDA.
Cualquiera que haya visto la tele últimamente ha oído que “la ley está para cumplirla”, que “las deudas se pagan” y que Grecia “nos” debe 26.000 millones que pueden servir para educación, sanidad, pensiones etc... Y todo esto lo dicen mientras un elefante entra en el plató y se sienta a su vera esperando a ser mencionado por los eruditos contertulios.
En otras ocasiones el elefante se deja caer entre las líneas de las columnas de los diarios impresos, como un koala resbalando por un tobogán. Es un espectáculo digno de verse. El gigantesco elefante columpiándose entre las vocales y las consonantes, moviendo la trompa con la esperanza de que alguien lo mencione en los comentarios que exigen justicia al Gobierno heleno. Pero nadie parece querer ver al paquidermo.
El elefante en este caso tiene muchos nombres, algunos lo llaman: “36.000 millones que la Banca española no devolverá”. Otros, “61.500 millones que seguro que la Banca española rescatada no devolverá”. Otros hablan de hasta 88.000 millones de difícil retorno“ Y en este caso ese es solo el elefante más pequeño. Si sumamos avales, EPA (esquemas de protección de activos), más el regalo de los CFD (Créditos Fiscales en Diferido por los que la Banca podría beneficiarse de una exención en sus impuestos de hasta 30.000 millones en los próximos 18 años, dinero que no entrará en las arcas públicas), las pérdidas de la SAREB… Si sumáramos todo esto, ya no estaríamos hablando de un elefante sino de una verdadera manada.
Y ahora recuerden esos 6.659,48 millones que prestamos a Grecia (ya sé, en la tele dicen 26.000, pero el Estado español solo prestó 6.659,48: el resto es de inversores privados, de modo que nunca los recuperarían las arcas públicas sino que irían a la cuenta de beneficios de inversores privados).
En el rescate a la Banca española hemos puesto cerca de 370.000 millones. Si se trata de reclamar, reclamemos a nuestra Banca que “las deudas se pagan” y que “las leyes están para cumplirlas”. Sería bonito que nuestros analistas hicieran caso a nuestra manada de elefantes y no los discriminaran solo porque son autóctonos y representan a nuestra querida y subvencionada Banca.