Saber cuándo es el final, aceptarlo, marcharse sin ruido, con elegancia… No es fácil y rara vez ocurre en la política. Hay formas y formas de hacerlo. Unos se van dolidos, con resentimiento; otros, tranquilos y con la sensación del deber cumplido y alguno, con cierta obsesión por reescribir la historia. No es sencillo admitir que alguien es prescindible cuando antes fue necesario, que no le quieren donde le quisieron, que las prioridades cambian y que ya nada será como antes.
El adiós de Carmen Calvo, en el traspaso de cartera a su sucesor en el Ministerio de Presidencia, es el mejor ejemplo de exquisitez que se ha visto en las tomas de posesión de los nuevos ministros de Pedro Sánchez. “Es el traspaso más amoroso de la historia de la política española. Félix [Bolaños] es amigo. La amistad se forja en los momentos duros: llamada a llamada, mirada a mirada. Él no llega, continúa, con capacidad y lealtad probadísimas. Como yo, es pequeño pero resistente y tiene una profesionalidad y humanidad acreditados”. Esas fueron sus palabras. Sin dramas, sin resentimientos, sin frustraciones y con un derroche de elogios para quien asumirá de facto la vicepresidencia que ella deja y con quien en este tiempo trabajó en los buenos y en los malos momentos y se ha ganado a pulso el respeto de todo el Gobierno. Su adiós y la bienvenida a Bolaños se produjo en el complejo de La Moncloa, asistió un nutrido grupo de ministros y hasta José Luis Rodríguez Zapatero, que también estuvo en la del nuevo titular de Exteriores, José Manuel Albares, y del que se cuenta que ejerce desde hace meses como factótum de Sánchez
En el amplio abanico de las despedidas de este lunes también las hubo tristes y sin rastro de ministro alguno. Fue el caso de la de José Luis Ábalos, que deja el Ministerio de Transportes en manos de la ex alcaldesa de Gavà, Raquel Sánchez, y la secretaría de Organización del PSOE, en las de Santos Cerdá. La salida de Ábalos ha dejado perplejos a propios y a extraños y ha dado para todo tipo de especulaciones y rumores. Hay algo en su relevo que se escapa de los códigos habituales de cualquier relevo. Más sabiendo que la suya era una lealtad a prueba de bomba con Sánchez y era valedor incondicional del presidente desde la crisis del 2016, cuando nadie apostaba un euro por su futuro político.
La de Ábalos fue una despedida amarga, en la que el ya exministro no tuvo una sola mención a Sánchez. Cerró su paso por el Gobierno sin agradecimiento alguno. “Solamente me queda orgullo por haber formado parte del Gobierno de España. No de un Gobierno, sino al servicio de España”, fueron sus únicas palabras. No había renunciado aún a la secretaría de Organización del PSOE, para la que Sánchez tampoco cuenta con él, y el entorno de Adriana Lastra se apresuró a decir que la vicesecretaria general asumirá poderes plenipotenciarios. No tan deprisa. Santos Cerdán será el nuevo secretario de Organización y Sánchez tiene plena confianza en su capacidad, por lo que la número dos del partido tendrá que compartir cuando menos, espacio.
El adiós de Miquel Iceta en Política Territorial tampoco pasó desapercibido en su traspaso a la ex alcaldesa de Puertollano Isabel Rodríguez cuando dijo: “Siento mucho dejar este Ministerio, lo quiero decir así de claro, aquí hemos puesto mucha ilusión y muchas horas”. El ministro, que pasa a hacerse de cargo de la cartera de Cultura, no esperaba un cambio tan rápido. No había en sus palabras resentimiento, sólo realismo. Iceta es un hombre pragmático que seguro que ya ha pasado página, pese a la perplejidad inicial cuando le fue comunicado el cambio de cartera.
La salida de Iván Redondo no ha tenido ni despedida. El ex jefe de gabinete del presidente no ha vuelto a pisar La Moncloa desde el viernes y tampoco fue a la toma de posesión de Bolaños. Ha empleado su tiempo en reescribir la historia de los motivos por los que sale del gabinete. Basta leer algunos panegíricos para deducir que ha ocurrido lo contrario de lo que se dice. Nunca el presidente le ofreció cartera alguna, ni él manifestó su voluntad de retirarse. Ya dijo Bolaños en su toma de posesión que hay cosas, como la de ser ministro, que “ni se piden ni se rechazan”. Y Redondo pidió ser titular de Presidencia, a sabiendas ya de que Sánchez iba a situar en ese cargo a su hasta entonces secretario general.
Cuando uno ya está fuera por deseo ajeno lo mejor es irse del todo, no criticar, ni cuestionar, ni fantasear, que es como lo hizo Calvo. El arte de saber irse, con nobleza y sin ruido, debería estudiarse en primero de política y también de marketing.