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Elegir bien al boss

El músico estadounidense Bruce Springsteen durante el concierto ofrecido esta noche en el estadio Santiago Bernabéu, en Madrid, dentro de la gira "The River Tour", en 2016.
22 de julio de 2023 22:40 h

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El pleito puede estar perdido, pero la causa está ganada

Khin Maung Zaw

La historia más tierna de la semana, la metáfora más hermosa, es la representada por el pequeño pueblo de la sierra de Guadalajara, Peralejo de las Truchas, que ha logrado que la embajadora de Estados Unidos en España, Julissa Reynoso, apoye públicamente en un video sus deseos. Es una historia preciosa que va mucho más allá del deseo de una localidad de 150 personas porque la visite Bruce Springsteen y que habla de las relaciones que los humanos podemos entablar más allá de la competición y las luchas por el poder: unirnos para conseguir un sueño. Nada demasiado alejado de la jornada de hoy.

La historia empieza, como cuenta Francisca Bravo, hace muchos años, tal vez en los ochenta, cuando el dueño del único bar de pueblo, Víctor, llegó al pueblo con cinco discos y les bombardeaba a todas horas con los temas del norteamericano. Fueron creciendo con ellos. La pasión de un sólo hombre acabó permeando en su entorno, creando discípulos y adeptos, expandiendo un gusto personal hasta convertirlo en comunitario. A nadie forzaría el ya difunto Víctor para que llegado en 2012 el concierto del Boss medio pueblo se fuera a disfrutarlo con una pancarta casera en la que sólo se leía el extraño nombre del pueblecito. ¿Qué coño es Peralejos, se debió preguntar el artista? Un poco más tarde supo que lo nombraban hijo adoptivo y, aún más tarde, que pedían firmas para que le diera un premio la princesa de España. Ahora es la propia embajadora de su país la que le vuelve con la matraca de Peralejos. Es seguro que a estas alturas ya sabe Springsteen qué es Peralejos de las Truchas. 

Es muy probable que no consigan nunca que realice el viaje hasta este remoto lugar de la ya lejana España; no obstante los habitantes del pueblo ya han obtenido el rédito de su constancia y su entusiasmo. Ahí es donde radica la gracia. Son pocos y están olvidados de la mano de Dios, pero han encontrado un objetivo común, lo que con toda seguridad les dota de un entorno social más amable y más humano. No votan lo mismo, de facto el signo de la alcaldía acaba de variar en mayo, pero no por ello van a dejar de entusiasmarse juntos por una causa perdida. El empeño les ha proporcionado una iniciativa cultural de la que carecían. Gracias a su simpática cabezonería hace años que los fans españoles del gran artista participan en el festival veraniego “Greetings from Peralejo” y que con ese motivo tienen música, exposiciones de fotografías, concurso de tapas basadas en sus canciones y una afluencia de visitantes que va creciendo, porque no valoran ya exclusivamente la gracia de este amor rockero sino que han conocido un entorno natural que les capta y les relaja, porque posee hermanamiento, comunicación y buena sintonía. 

A fuerza de humildad y de querer una cosa enorme sin pedir grandes cosas —apenas buscan un patrocinio para las sombrillas y los carteles, que además no les llega— han llegado a la blindada Embajada de Estados Unidos y han provocado ese pinchazo de ternura que siempre provocan los abogados de causas perdidas entusiasmados con el mero hecho de defenderlas aunque sepamos que no van a ganarlas. Ninguna organización potente, con marcas comerciales detrás, con apoyos poderosos hubiera conseguido que la embajadora Reynoso se prestara a grabar un video tan emotivo como el que estos días ha recorrido las redes. Mojarse por lo sencillo es siempre grande. 

Han conseguido además ponerse en el mapa para un montón de personas, españolas y extranjeras. ¿Quiénes son y dónde están estos tipos que viven en un pueblo de nombre impronunciable y que son tan osados como para pretender que The Boss se desplace hasta él? Pero ahí están posando con sus discos, los viejos y los niños, los jóvenes y los maduros, sin importarles lo que digan, con la ilusión y el empeño de hacer un camino juntos. Siguen en el parque del Alto Tajo y si no llega Bruce ni los patrocinios siempre podemos llegar nosotros a compartir con ellos la pasión y unas aguas transparentes en un entorno natural inmejorable. 

Sólo hay que encontrar una ilusión común. Sólo que el jefe merezca el esfuerzo. Lo demás se logra con entusiasmo y perseverancia y si no se logra, tampoco se sufre, porque en el trabajo por el ideal se lleva la recompensa. Ha sido la de la embajadora y Peralejos una historia preciosa en una semana digna de olvidarse por tantas cosas. Hay esperanza mientras hay gentes sencillas dispuestas a ser auténticas. 

No es día para decirles otra cosa, cada uno sabe a qué empeño se entrega. Elijan bien al boss, aunque lo hagan sin entusiasmo. A estas alturas parece imposible conseguir que tengamos un sueño común y un pueblo sin un sueño común es un pueblo exhausto.

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