Al actual secretario general socialista muchos no le pusieron ahí para que se hiciera un líder. Le ayudaron a llegar para que les guardara el sitio y se comiera los marrones, derrotas y disgustos que pudieran suceder hasta las siguientes elecciones generales. Puede que les parezca un plan increíble, pero así fue. Hace tiempo que en el PSOE habita demasiada gente convencida de que el mundo real es lo que sucede dentro del partido, la realidad se equivoca y a España no le queda mas remedio que esperarles.
Pedro Sánchez ha cometido muchos errores y parece olvidar que un año en política cuenta como una eternidad. Es cierto que demuestra tener demasiada prisa por hacer demasiadas cosas en poco tiempo, pero no se ha quedado quieto. Y cuando alguien pone a alguien en un sitio para que se quede quieto, nada molesta más que verle moverse. Si además comete algunos aciertos, como desmarcarse de la reforma del artículo 135, la reacción ante las tarjetas 'black' o haber aumentado su conocimiento y popularidad con rapidez, entonces la molestia se convierte en problema.
Por mucho que se lo repitan sus asesores, a Susana Díaz no se le debe de ir de la cabeza la duda sobre si hizo bien en no presentarse y dejar pasar aquel tren esperando al siguiente, que parecía más directo. Siempre ronda el temor a que ese tren no vuelva a pasar. Cada vez que ve a Pedro Sánchez en la televisión se debe de remover esa inquietud, y lo cierto es que el nuevo secretario general socialista sale mucho por la tele. Tanta duda debe de doler bastante.
La crítica de algunos barones, alcaldes y candidatos reprochando a Sánchez dedicarse mucho a cuidar su propia imagen y poco a arreglar la de ellos resulta tan pueril como contradictoria. Suena a esas cosas que se dicen porque alguna excusa conviene tener preparada. Por un lado le piden que no se comporte como un candidato pero por el otro le exigen que les ayude como si ya fuera el candidato. Últimamente en el PSOE la confusión se parece mucho a la normalidad.
Hace unos meses el problema de Pedro Sánchez era que dependía demasiado de Susana Díaz y parecían ir de la mano a todas partes. Ahora el problema parece ser que ya no depende tanto, ya no van tanto de la mano y los barones se quejan amargamente por los pasillos. Todo buenas noticias para la emancipación de Pedro Sánchez.