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Lo emocional de la política que no sabemos contarnos

¿Y si en todo esto hay un gran, gran componente emocional que no sabemos explicar y/o no lo saben entender? Recuerdo hace muchos años que un diputado vasco se levantó en el Congreso de los Diputados en Madrid y dijo: “Yo lo único que no entiendo es que este señor no entienda que yo no me sienta español”. Años después podríamos ampliar la estupefacción de aquel parlamentario y decir que “muchas de nosotras y de nosotros no podemos entender que algunas y algunos de ustedes no entiendan que lo que sentimos no lo sentimos para ofender”. ¿Se lo han planteado las políticas y los políticos del Estado Español? Deberían.

No sé cuántas veces he creído necesario insistir en que no queremos ofender a la ciudadanía española desde Catalunya; es más: que aunque el nuestro se convirtiera en un país independiente yo no renunciaría a la nacionalidad española porque la estimo y la siento como propia. Pero en Catalunya hay millones de personas que no (no puedo dar números, nadie puede, no nos permiten hacer un referéndum. Pero vivo activamente aquí y sé que somos millones y que si estamos equivocadas en las cuentas estaremos encantadas de hacer una votación para refrendarlas).

¿Pero y si todo esto no es sólo político; sino, y sobre todo, emocional? ¿Y si la ciudadanía catalana está harta de tener que dar explicaciones políticas que no tiene para justificar lo que siente? Sería igualmente confuso para personas de todo el planeta. ¿O acaso una ciudadana española puede decir que se siente española porque hay una constitución que ampara ese sentimiento? Claro que no, se siente española por legítimo derecho, porque ama España, porque siente que es su tierra, su gente, su vida… Por millones de razones que no caben en ninguna consigna política, pero que comprenden, como decía Sor Juana, muchos corazones: son razones del corazón que la razón no entiende. ¿Pero por qué de este lado sí? ¿Por qué tenemos que justificar lo que sentimos si no tenemos cómo? Si no hay cómo, de hecho.

¿Se lo habrá planteado la clase política y el fragmento histérico-mercantilista de la prensa española que vive de azuzar un odio que no existe? Algo emocional no está bien hecho o mal hecho. Es una emoción que a menudo tiene que ver con la infancia, la historia familiar, la vida… ¿Se han planteado la posibilidad de que haya algo que en efecto sientan millones de personas y ustedes no entienden? Y no porque no lo sepan entender sino, simplemente, porque no lo sienten.

Eso sucede a menudo y con muchas cosas. ¿Por qué no podría estar ocurriendo ahora? ¿Y si el que vivimos es un problema de incomprensión de códigos sociales que obedecen a distintos sentimientos? Es lo más probable, de hecho. De ahí la estupefacción catalana ante la humillación gubernamental y de ahí, probablemente, la reacción española a la voluntad de una parte de la ciudadanía catalana de abandonar un país que consideran como propio. Es comprensible, tratable, hablable. Lo que no es, es algo únicamente político, algo únicamente económico, algo únicamente social. Sino que es, sobre todo, la suma de millones de emociones de personas que esencialmente queremos, de todos lados, vivir en paz.

Ninguna violencia en nuestro nombre, han dicho las presas y los presos políticos catalanes. ¿Acaso esta clase política nefasta y esta prensa maquiavélica se creen que mienten? ¿Alguien puede de verdad pensar que en Catalunya nos agrada lo que estamos viviendo? ¿Que no nos sentimos solas, solos? Menospreciados, humillados, tristes… Pero es que nuestros compatriotas presos para nosotros, son nosotros, y no podemos entender por qué ellos sí y nosotros no. Nos sentimos parte del trabajo con el que hicieron posible el referéndum y nos sentimos responsables de que los responsabilicen sobre todo a ellas, a ellos.

¿Y nosotras, nosotros? ¿Acaso no lo propiciamos, no votamos, no hemos salido a la calle, no elegimos como ciudadanía empoderada, hacer y organizar un referéndum? No me creo que no entiendan que nos sentimos profundamente insultados, dolorosamente insultados, cuando nos confunden con borregos. No lo somos. Y los presos, las presas, no son unos extremistas. Son nosotros, nosotras. Que no estamos intentando sacar rédito político ni económico de todo esto. Sino convivir en paz. Todas, todos, convivir en paz.