Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

Los empresarios y los (absurdos) derechos laborales

Leopoldo Santorromán junto a Pablo Casado (en el centro de la imagen), en 2016.
7 de enero de 2025 22:21 h

12

Llegó enero y, como cada año, recibimos con ilusión la presentación de las cuentas de la empresa riojana Cartonajes Santorromán, no solo por los beneficios que presenta, también por los comentarios con los que trufa un informe anual que en otro caso tendría el mismo tono gris del resto de documentos destinados al Registro Mercantil. A las invectivas ya tradicionales contra el “gobierno social-comunista” que no les deja vivir (en realidad sí les deja, a tenor del récord de facturación y beneficios), este año se ha unido un alegato contra la legislación laboral “encaminada a proclamar derechos absurdos, fomentar la vagancia y a defender a los malos trabajadores, dejando a las empresas indefensas ante este tipo de abusos”. Toca mencionar que la familia dueña de la empresa se acogió a la amnistía fiscal de 2012 por beneficios no declarados, accede a las ayudas públicas a las que tiene derecho y no ha encontrado hueco en su informe para explicar el accidente laboral que segó la vida de uno de sus trabajadores en 2023.

No hace falta decir que en España habitan empresarios competitivos, innovadores y creativos pero también hay ejemplares magníficos de “empresaurio” (muy numerosos en sectores como la hostelería) que se pasan la vida quejándose de que los españoles no quieren trabajar y prefieren vivir subsidiados por el estado o ser funcionarios, que viene a ser lo mismo. Ser emprendedor no es fácil pero la cultura empresarial que sigue predominando en algunos sectores de la economía española, tampoco. Hay todavía muchos directivos que justifican la imposición de condiciones laborales penosas (e ilegales) porque fallan en la creación de sistemas de trabajo eficientes o carecen de viabilidad económica. Siguen utilizando la cantidad de horas trabajadas como vara de medir no solo la valía profesional, también la categoría moral del trabajador, como lo demuestra el reciente debate sobre la reducción de jornada en España.

Una empresa (y una economía) puede crecer porque aumenta el número de trabajadores, porque invierte en maquinaria y equipos que le permiten producir más o porque es más eficiente e innovadora y consigue hacer más con los mismos medios. Esto último es la productividad, un factor a la baja en España y cuya falta hace que se ponga el foco en el esfuerzo o capacitación de los trabajadores. Sin embargo, la productividad del empleo por hora trabajada ha crecido un 0,7% al año entre 2000 y 2022, y la del capital (maquinaria, equipamientos tecnológicos, inmuebles, infraestructura) ha retrocedido un 1,2% anual, en parte porque las empresas han realizado inversiones inmobiliarias no adecuadas ni productivas. El trabajador hace su parte y, además, horas extras no remuneradas. La empresa española, que es fuerte en sectores en los que la productividad es más difícil de conseguir, no tanto. España está a la cola de Europa en inversión en intangibles, esto es, formación, marketing e imagen de marca, organización empresarial, software, bases de datos, diseño, innovación y I+D. Un poco de autocrítica y menos sermones sobre el absentismo y la vagancia de los trabajadores serían un primer paso para el cambio de una cultura empresarial obsoleta, poco productiva, en algunos casos demasiado dependiente de la contratación y las ayudas públicas e incapaz de atraer innovación, inversión y talento.

A la falta de productividad, la empresa une otros errores como el culto a la figura del consejero delegado y paquetes de compensación ni siquiera vinculados a la evolución de la empresa, o el paternalismo y la falta de formación de muchos pequeños empresarios. La empresa olvida con frecuencia la innovación y el bienestar de sus grupos de interés, trabajadores, sindicatos, proveedores, y se centra en sus quejas, algunas de ellas justificadas, como las relacionadas con la fiscalidad, la regulación y la burocracia, y otras injustificadas, como las relacionadas con el talento, rendimiento, derechos y compromiso de sus trabajadores. Mientras tanto, muchos jóvenes españoles acuden a su empresa sabiendo que las horas que invierten no son garantía de recibir ni más dinero a final de mes, ni de aprender a trabajar de forma eficiente, eficaz y productiva, ni de seguir ocupando ese puesto de trabajo en el futuro. Asediados por la precariedad, la inseguridad laboral o los bajos ingresos, no gozan de capacidad de negociación ni del ejercicio efectivo de sus derechos. Esos derechos absurdos para algunos empresarios pero los únicos que permiten, aunque sea temporalmente, tener una vida que se pueda llamar vida. 

Etiquetas
stats