Las crónicas políticas señalan que una de las claves de la sorprendente victoria de Bill Clinton contra George Bush padre en las elecciones presidenciales de 1992 estuvo en una afortunada frase, un eslogan que alguien escribió en la pizarra del cuartel general demócrata y que se convirtió en lema de campaña: “es la economía, estúpido”.
Con ese enfoque desenfadado e insolente el equipo del joven gobernador de Arkansas consiguió desviar la atención de los electores norteamericanos, rendidos ante la imagen imbatible del héroe de la Guerra del Golfo y su política exterior, para dirigirla a cuestiones más domésticas, vinculadas directamente con la economía y que afectaban a su calidad de vida.
Es probable que se dieran muchas otras causas, como la falta de empatía del viejo Bush o la soberbia y la prepotencia con las que el altivo tejano trató a su joven adversario. Pero en cualquier caso y contra todo pronóstico Bill Clinton y Al Gore tumbaron al candidato de las grandes compañías petroleras, acabaron en la Casa Blanca y la ingeniosa frase se convirtió en la más venerada por los demócratas hasta la llegada del “yes, we can” de Obama.
Señalar con el dedo las vergüenzas políticas del adversario, revisar la gestión llevada a cabo y detectar qué ámbito ha provocado un mayor rechazo social. Esa fue la estrategia del equipo electoral Clinton-Gore que los llevó a la Casa Blanca.
Si los partidos de la oposición hicieran lo propio con el gobierno del PP ¿Cuál sería ese ámbito? ¿Cuáles de todas las políticas desarrolladas por los ministerios ha sido la que ha provocado mayor rechazo social, mayores críticas de la oposición? La obsesión por alargar la vida de las centrales nucleares, el fiasco del almacén de gas Castor, las prospecciones petroleras en Canarias, las ayudas al carbón y la derribo de la eólica, el impuesto al sol… efectivamente: “Es la energía, estúpido”
Ese podría ser uno de los lemas de campaña más útiles para los partidos de la oposición a la hora de denunciar la catastrófica gestión de Juan Manuel Soria al frente del Ministerio de Industria en el Gobierno de Rajoy. Será difícil encontrar un ministro más repudiado y que haya generado mayor crispación social con su nefasta gestión. Y no hablo tan solo de energía.
El economista norteamericano Jeremy Rifkin, asesor de la Casa Blanca y de la Comisión Europea y uno de los mayores expertos en energía del mundo, señala que la clave principal para avanzar hacia un desarrollo sostenible de la economía y afianzar su crecimiento es dar impulso a las energías renovables y promover la eficiencia energética para evitar que ese crecimiento sea a costa del medio ambiente. Exactamente lo contrario de lo que han hecho el ministro Soria y el Gobierno del PP, ésa es una de las principales debilidades de nuestra economía: que sigue apostando por el modelo fósil.
Es la energía, estúpido. Ahí tenemos una grieta a la que dirigir el foco. Sin embargo ¿Cuántos partidos -excepto Equo- están aprovechando ese claro ejemplo de torpeza política y desdén hacia la sociedad? Si, es cierto, hay otros más importantes que señalar pero ¿y ése? ¿Por qué ningún líder político –excepto Juantxo López de Uralde- está dedicando especial atención a denunciar la nefasta política energética del PP y proponer una alternativa sensata y acorde con la situación que atraviesa el planeta que conecte con la sociedad?
Algunos pensarán que es porque los líderes del PSOE, IU, Ciudadanos o Podemos saben que los problemas ciudadanos son otros y que el tema de la energía no genera debate social. Y puedo estar de acuerdo en lo primero, pero respecto a lo segundo, como diría el gran Iñaki: “¿si, seguro?”.
Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo, dijo aquel. Lo mismo ocurre con las campañas electorales. Por eso, si queremos mover la dura realidad a la que nos abocan las encuestas, si queremos eludir el espanto que anuncian, más vale que localicemos pronto un punto de apoyo, y el de la energía no es malo.