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La enfermedad invisible (para el enfermo)

Fotograma de la serie sobre la anorexia 'Hasta los huesos'

Sabrina Duque

El cuerpo nos da señales cuando estamos enfermos. Nos duele la cabeza. Nos duele la barriga. Sentimos debilidad. Nos miramos al espejo y notamos la palidez. Gritamos y lloramos si nos quebramos un hueso. El cuerpo nos avisa para buscar medicina, ayuda, descanso.

Pero a veces no pasa. Hay quienes están enfermos y no lo notan. Su cerebro bloquea las señales de alerta: no importa el pelo que se cae a puñados, la balanza con números tan bajos. O tan inestables. O tan 'perfectos' de acuerdo a unas reglas que alguien inventó y que muchísimas creímos. O tan 'imperfectos' de acuerdo a nuestras cabezas. No se le cree al propio clóset y se ignoran aquellos pantalones de toda la vida que ya no nos quedan bien. Un día se nos caen. Un día después aprietan. Parecen ajenos. Lo único que se siente, lo único que el cerebro nos deja sentir, es arrepentimiento y culpa por cada cosa que nos llevamos a la boca.

Cada mañana, culpa. Cada mañana, la promesa de volver a comenzar. Cada mañana, la convicción de que no hay que comer. O que hay que comer la mitad. O que no se pueden comer carbohidratos. O comidas de color morado. Cada mañana, el inicio de un nuevo ciclo de daño autoinfligido. Hace más de trescientos años Moliére escribió la pieza El enfermo imaginario, con un protagonista hipocondríaco. Nuestra época está llena de enfermos que se imaginan sanos.

Anoréxicas. Las que no comen nada porque están convencidas que sólo muy delgadas, como modelos de pasarela, serán bellas y amadas. Bulímicas. Las que comen pero luego, con culpa, se encierran en un baño y lo vomitan todo. Y después toman un purgante. Las que tienen trastorno por atracón, que sienten deseos de comer sin control, lo hacen y aunque luego no pueden con la culpa de haberlo hecho, tampoco se provocan vómitos como en el caso de bulimia. Les pesa la conciencia, el cuerpo les duele por el abuso. Los vigoréxicos. Aquellos que se niegan a llevarse a la boca algo que no esté en su lista de los alimentos que consideran saludables. Todo debe ser pesado, medido. Todo debe ser perfecto porque van en busca de un cuerpo perfecto. Los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) son una enfermedad mental. Cuando alguien sufre un TCA, su relación con la comida no es sana. El control de peso se convierte en obsesión. Aparece en cualquier edad y en cualquier condición social. Y las mujeres los sufren más.

En 2007, una encuesta a 9.282 personas en los Estados Unidos -luego publicada por Biological Psychiatry- encontró que el 0.9% de las mujeres y el 0.3 de los hombres en ese grupo había tenido anorexia. El 1.5% de las mujeres y el 0.5 de los hombres había sufrido bulimia. El 3.5% de las mujeres y el 2% de los hombres había experimentado trastorno por atracón. No es poco.

En 2010, un grupo de investigadores publicó la investigación que había hecho durante ocho años en Oregón (Estados Unidos). Habían seguido la salud de 496 jóvenes, de los 12 a los 20 años. De ellas, 26 llegaron a sus veintes con anorexia, bulimia o trastorno por atracón.

En España, según la Fundación Fita y la Asociación Española para el estudio de los Trastornos de la Conducta Alimentaria, unas 400.000 personas padecen algún TCA. De ellos, alrededor de 300.000 tienen entre 12 y 24 años.

Los TCA son invisibles para quienes los padecen. No encuentran nada extraño en no comer nada durante días o en vomitar todo después de comer como si no hubiera límite. De un TCA se sale con ayuda médica. Ir al psicólogo, al psiquiatra, seguir un largo tratamiento médico, aceptar que la 'realidad' de la que estamos convencidas es la verdad, es el primer paso. Entender que todo ha sido un espejismo. De un TCA se sale con ayuda de una familia amorosa, de gente que no critique o se burle de tu conducta, sino que te sugiera visitar un médico para averiguar cómo estás. Cuando no sabes que estás enfermo tampoco puedes saber cuáles serán las consecuencias para tu salud de que no te cures.

Este 30 de noviembre es el Día Internacional de la Lucha contra los Trastornos de la Conducta Alimentaria. Su símbolo es un lazo azul. Es un día para hablar sobre los trastornos alimentarios, sobre cuerpos enfermos que no saben que lo están. Este es un día para recordar que el primer paso es entender que necesitamos ayuda.

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