Lo que enseñaron en casa a Piqué
“Al final, los valores, el conflicto de interés, la línea roja que marcáis, depende de los valores que uno recibe en casa cuando es pequeño, en el colegio o con tu familia”. No puede haber una descripción más certera que la que hizo Gerard Piqué del funcionamiento moral de la burguesía a la que pertenece. Es que lo clavó. El favor, el enchufe, el contacto, el cancaneo del privilegio. El capital social, otra vez Bourdieu, no descansa el sociólogo francés para aportarnos luz en el alcantarillado patrio. El comportamiento de Gerard Piqué como comisionista y exprimidor de sus contactos y redes sociales y familiares es el propio de los de su clase, un estereotipo. Somos un país en el que los pijos se pueden esconder tras una bandera, ya sea de un estado, nación, región o equipo de fútbol para pasar desapercibidos y ser idolatrados por propios y desubicados. El adonis burguesito de barrio bien barcelonés utilizó la máscara blaugrana, a veces se escondió tras la estelada para medrar más aún de lo que sus dotes futbolísticas y favores familiares le ofrecían.
Piqué es un niño de cuna rica vinculado de manera carnal al club en el que ha jugado casi toda su vida porque su abuelo Amador Bernabéu Bosch fue un alto cargo del equipo. Sus padres son unos eminentes miembros de la burguesía catalana, su padre, Joan, es abogado y escritor y su madre es doctora y jefa de la Unidad de Daño Cerebral del prestigioso, carísimo y privado centro médico Instituto Guttman. Esos orígenes calan, prenden y conforman. Gerard Piqué se mostraba indignado ante Juanma Castaño aludiendo a los valores que le han enseñado en casa sin ser consciente de que habían quedado a la luz de los hechos de forma transparente sin que se hubiera dado cuenta.
Piqué utilizó su relación comercial con el presidente de la RFEF para pedirle que le colocara en los JJOO porque le hacía ilusión jugarlos, el capricho de un niño rico que lo tiene todo pero que no soporta el hecho de seguir con los trámites convencionales del resto. No concibe seguir las normas que rigen para el resto, por eso pedía que colocaran a su recién comprado Andorra en un grupo fácil con equipos andaluces y evitar a los catalanes, paradójico, a los que consideraba más potentes deportivamente hablando. Así entiende la competitividad un pijo criado entre algodones con una vida fácil amueblada con la herencia, jugar contra los más fáciles gracias a favores de un amigo. Sacar ventaja de sus contactos hasta en lo deportivo.
Puede que ahora resuenen con claridad las declaraciones de Gerard Piqué alabando la libertad del Madrid de Ayuso aunque se excusara por los motivos: “Hay mucha vida y el estado anímico es mejor […] No digo esto por un tema económico porque soy emprendedor. Me gusta ir con la verdad por delante. Siento que en Madrid el estado anímico es mejor que el de Barcelona”. Se intuía, pero ya han quedado claras de forma explícita cuáles eran las razones por las que añoraba un sistema como el que está implantado en la corte para los de su clase. Una llamada, un favor, una puerta abierta y comisiones millonarias sin que los escrúpulos, la ética o la moral tengan un papel que jugar a la hora de hacer negocios. Madrid es el paraíso soñado para los Piqués y los Medinas. Para los que naciendo en una cuna privilegiada quieren seguir exprimiendo la teta hasta que se quede seca.
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