Antes de nada, ¿cómo se llama usted?
Valentín si soy niño y Pilar si soy niña. O Aitana, no está claro. Mi padre prefiere que sea chico para que juegue en el Real Madrid. A mí ahora mismo me da un poco igual, la verdad.
Entiendo entonces que ya se siente persona.
Bueno, yo me siento, sobre todo, español.
Pero no tiene cerebro.
Eso nunca ha sido óbice para el patriotismo.
¿Se puede amar un país sin tener actividad neuronal?
¡Vaya, hombre! ¿Acaso no puedes ser patriota si te falta un brazo o una pierna?
Visto así…
¿Y un tuerto? ¿No puede ser patriota un tuerto?
Supongo, sí, claro.
¡Pues lo mismo si no tienes cerebro! ¡Que el amor a la patria no brota de las sinapsis, que no lo entendéis! ¡Que brota del corazón!
¿Y usted tiene corazón?
Justo me salió ayer. Bueno, a ver… Corazón no es. Es como… Como una especie de tubito. Pero ya late, mire, escuche. ¿Oye lo deprisa que va?
Lo oigo, lo oigo.
Ole ahí.
Por curiosidad, ¿cuánto mide usted?
¿Esto qué es, una entrevista de trabajo para Kuwait Airways? ¿Qué más da mi físico?
Es solo para que los lectores y las lectoras se hagan una idea.
Bueno, va. Mido casi dos milímetros.
¿Casi?
Pon milímetro y medio. Pero cuidado, que en esta fase de desarrollo doblo mi tamaño cada semana. Para mediados de febrero, si Dios quiere, soy un feto ya.
Para ser tan pequeño tiene usted opiniones muy formadas.
Vamos a ver, es que el criterio no tiene nada que ver con la escala. Grandes pensadores han sido bajitos. Mira Gandhi. O Franco.
Y dígame, ¿qué opinión le merece el aborto?
¡Hombre, póngase en mi pellejo! Lógicamente, yo estoy en contra.
Sin matices.
A ver, si me lo llegas a preguntar hace un mes, que era un blastocito de 197 células, pues igual te había dicho otra cosa. Pero es que, hoy por hoy, yo ya soy una persona.
Que mide menos que una uña.
¡Y dale con el tamañismo! ¡Que no me discrimine usted, oiga! ¡Que yo soy tan español como cualquiera! ¿Acaso no estoy embebido en una mujer que paga religiosamente sus impuestos?
No se enfade, por favor.
¡Pues deje de darme lecciones desde su púlpito de nato, hombre! ¿Y si estoy yo destinado a curar el cáncer? ¿Entonces qué? Me abortan, ¿y qué? Eso no lo había pensado, ¿eh?
Ya, bueno. ¿Y si está destinado a ser el nuevo Hitler?
¡No me sea demagogo!
Usted especula y yo especulo.
Pero se pone en lo peor y así no hay quien mantenga un debate razonable. Mire, ¿sabe qué? Se me han pasado las ganas de hablar con usted. Déjeme tranquilo, que tengo que formar los pulmones antes del viernes.