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Enviemos a los migrantes al espacio

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y la primera ministra ultraderechista italiana, Giorgia Meloni.

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Dice la Comisión Europea, por boca de su presidenta Von der Leyen, que hay que buscar “soluciones innovadoras” para afrontar la llegada de personas migrantes. “Soluciones innovadoras” es el eufemismo para vestir una nueva vuelta de tuerca en la política migratoria hacia posiciones más duras. Ya hace unos meses un grupo de países encabezado por Dinamarca envió una carta a la Comisión pidiendo exactamente eso: “soluciones innovadoras”.

Por ahora la única “solución innovadora” que se les ha ocurrido, tanto a los líderes de estos países como a Von der Leyen, es copiar la última ocurrencia ultraderechista del gobierno italiano: crear “centros de retorno” fuera de nuestras fronteras. “Centros de retorno” es otro eufemismo para no decir “centros de detención de migrantes y solicitantes de asilo que permanecerán encerrados por tiempo indefinido mientras decidimos cómo los expulsamos de vuelta a sus países de origen o a cualquier otro lugar, y todo ello lejos y fuera de la vista de nuestros ciudadanos”, que queda muy largo en el cartel de la puerta.

Tampoco es que sea una sorpresa lo de externalizar en otros países. En Europa somos muy de externalizar todo lo que aquí molesta, ensucia o sale caro: externalizamos lo mismo la industria que los call centers, la agricultura barata o las camisetas de marca. Además enviamos lejos toda la basura que no sabemos en qué contenedor echar: residuos industriales, electrónica obsoleta, electrodomésticos viejos, ropa usada y residuos tóxicos de todo tipo que largamos a otros continentes, confiados en que allí los reciclarán con cuidado, sin importarnos mucho si acaban quemados o enterrados, o simplemente amontonados. Durante el tsunami de 2004, el mar arrastró y esparció toneladas de residuos radiactivos, sustancias químicas y desechos hospitalarios que barcos europeos habían ido soltando en las costas de Somalia aprovechando el vacío de poder en el país. Así somos los europeos, la basura bajo la alfombra, pero la alfombra de otros.

Lo mismo hacemos con las personas migrantes, que no dejan de ser otro tipo de residuo sin contenedor, las “vidas desperdiciadas” de las que hablaba Bauman hace años, el sobrante del sistema que es tratado como tal: como sobrante, residuo, basura. En política migratoria ya tenemos experiencia en subcontratar fuera de nuestras fronteras. Meloni no hace más que llevar un paso más allá lo que ya venía haciendo la Unión Europea: hace años que pagamos millonadas a países del norte de África, firmamos acuerdos comerciales o les damos apoyo geopolítico, a cambio de que nos hagan el trabajo sucio, retengan a los migrantes, los devuelvan a sus países, los encierren o los dejen abandonados en el desierto, sin el incordio de los derechos humanos y el Estado de Derecho que operan en suelo europeo.

O el infame acuerdo con Turquía: los europeos les hemos pagado 11.500 millones en ocho años para que ellos se ocupen de las personas que llegaban de países en guerra como Siria o Afganistán, y ahora nos enteramos, oh sorpresa, que Turquía los encierra y trata peor que a animales, en centros de internamiento. Ya digo, Meloni es solo la alumna más adelantada de la clase.

Ya puestos a buscar “soluciones innovadoras”, ahí va la mía: que envíen a los migrantes al espacio. Un centro de detención en órbita. O en la Luna. Eso te lo monta Elon Musk en dos días. Y seguro que sale más barato que el método Meloni, que se ha estrenado llevando a 16 migrantes en un buque militar con 70 tripulantes. Como operación de propaganda, pues eso es en el fondo, sale un poco cara.

La migración necesita una respuesta europea, qué duda cabe. Pero seguimos sin abordar el fondo y poniendo vallas más altas, leyes más duras y subcontratas que se ocupen lejos de aquí. Cuando veamos que el método Meloni tampoco es la solución, pediremos otra “solución innovadora”. No bromeo con lo del espacio.

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