Acabamos de confirmar que la crisis reajustó la sociedad española para hacer más ricos a los ricos y más pobres a los pobres. Somos el cuarto país más desigual de Europa y, en él, un 10% de los ciudadanos concentra más riqueza que todo el resto de la población junta. Terribles cifras que originan otros muchos desajustes. Vivimos también en una virulenta ola de misoginia. Y avanza otra de racismo. Y una más de asedio y derribo a la verdad. Son pilares esenciales de la democracia, de la ética y los derechos humanos. Pero los periodistas tenemos que ocuparnos de los políticos, sí o sí. En el fondo son los que hacen la política y de ahí las pasiones que se desatan en los ríos revueltos.
Podemos se rompe. Errejón se va con la alcaldesa de Madrid Manuela Carmena y se consuma la ruptura con Pablo Iglesias. Viendo los informativos se diría que es algo que no ha ocurrido jamás antes. Allá queda para la mera anécdota el derribo de Pedro Sánchez del PSOE, con trampas, degüello y expulsión, que tanto influyó en la política española. El pulso de Susana Díaz por mantener los ayuntamientos bajo su control en Andalucía sin querer asimilar su derrota. El PP de Gallardón y Aguirre o de Aguirre con Rajoy fue un juego infantil. A Cifuentes no la tumbó, aunque debiera, su máster sino las cremas robadas en Eroski que algún fuego amigo facilitó para su exhibición a los sicarios habituales. Izquierda Unida es otro paraíso de armonía. Y así podríamos seguir en otras escalas y ubicaciones.
¿Ha hecho bien o mal Íñigo Errejón al irse con Manuela Carmena? ¿Y avisando dos minutos antes de difundirlo y en el día que cogía su baja paternal Pablo Iglesias? Es cuestión trascendental en España parece, con enardecidos partidarios y detractores. El poder justifica los medios venía a decir el padre del pragmatismo político, con trazas sucias, Nicolás Maquiavelo, y el personalismo en los liderazgos solo se da en el campo ajeno. Los proyectos son buenos o malos según en qué personalidad se basan. Y no hay manera de salir de los personalismos. Por amor o por odio, condicionan el voto de las sociedades inmaduras. La razón, tan necesaria hoy, ha dejado de estar de moda.
Rebuscando en antecedentes, aparece un artículo de la periodista Esther Palomera en abril de 2018 que me ha resultado esclarecedor en los detalles a toro pasado. Ahora Errejón, con referencias a las segundas pieles del egoísmo de las que hablaba Saramago. “Íñigo Errejón ha amagado con dar el portazo, y no será porque la dirección de Podemos no haya cedido a gran parte de sus exigencias. Dicen sus detractores que aun así lo que pide no es autonomía, sino independencia absoluta; una candidatura con Podemos pero sin Podemos”. No era la primera vez, ni la última.
A estas alturas de la historia, se ratifica lo tremendamente podridos que están los cimientos del “Régimen del 78” que con tanto ahínco trabajan sus benefactores por mantener. Desfilan por los juzgados y las redacciones, o ni siquiera lo hacen cuando son tocados con la varita mágica de la amnistía tácita. La política está hecha de zancadillas. La ética es un azucarillo a diluir en el pragmatismo conveniente. La fidelidad, un concepto trasnochado. Quienes optan por esos valores, unos románticos desfasados. Tanto como para apostar por las batallas perdidas de la dignidad.
Bastante se hubiera avanzado si algunos medios no hubieran hecho e hicieran política de forma tan ostensible. Porque una cosa es la línea editorial y otra la loa sin raíces y las zancadillas al contrario. La campaña sufrida por Podemos no tiene parangón con ninguna otra. Con consecuencias. Para mí es difícil de olvidar la cara ilusionada de una chica joven llamada Irene Montero, con la ecografía de sus gemelos en la mano, allanada en una foto que se publicaría tras pagar por ella un puñado de miserables euros. Luego murió su padre. Luego se adelantó el parto prematuro con riesgo de vida.
Pero vayamos a la política y sus medios. El PSOE está en el gobierno gracias entre otros, aunque fundamentalmente, a Unidos Podemos. Ahora sus periodistas de cabecera nos dicen que el PSOE teme por su futuro con Podemos dividido. El “insensato sin escrúpulos” ha sufrido una auténtica trasmutación, milagrosa para quienes no siguen la mancheta de los periódicos. Objetivamente, el gobierno del PSOE algo ha hecho positivo , medidas como el aumento salario mínimo, aunque sea en la eterna agonía española que impide de continuo abordar los problemas a fondo. Son muchos en verdad. Enormes, muy tiznados. Es difícil. Los muros y las agresiones se reparten por doquier, pero no sería imposible de darse una decidida voluntad.
Apartar al PP de la Moncloa y de la llave del dinero y las obras susceptibles de sobre es seguramente el más notable resultado. Muchos de los damnificados por ese cambio se revuelven con saña. Hablamos de un partido que, con datos fundados en investigaciones policiales y el canto claro de sus autores, se ha comportado como lo haría una mafia clásica. Tenemos a “policías de cabecera” de políticos de alto rango haciendo trabajitos privados para el PP.S.A. La policía “política” del gobierno de Rajoy interfirió en la causa de la caja B, orquestó la Operación Catalunya, atacó a Podemos y revisó el 11-M, y el Faisán contra el PSOE, pagó a un mercenario con dinero público para asaltar la casa de Bárcenas y protegió a Rajoy como contamos aquí en exclusiva. Rajoy el añorado ya, ante las desaforadas voces actuales del PP aunque parecía ser el gerente de la empresa. Hemos tenido pringado, facilitando datos de todo quisqui previo pago, al informático del Poder Judicial. Tribunales de excepción como la Audiencia Nacional consideran legítimo el uso de la fuerza contra la población de Catalunya, en aquellas imágenes que recorrieron el mundo. ¿Hay país que soporte esto? Sí, España, la España embobada de banderas y tertulias sesgadas. De odios sembrados y sinrazón.
Y así nos vemos. Con Pablo Casado a tumba abierta, machista, supremacista, ofensivo, mentiroso, anunciando medidas excepcionales, incompatibles con la democracia contra las ideas que le molestan. Recuperando al Aznar de todos los truenos, al MAR de todos los desafueros. A Aguirre que le empleó a él, y al policía de cabecera de sus colegas, y al ultraderechista Santiago Abascal. El mismo que empezó a cobrar, al día siguiente de dejar su regazo, de un grupo iraní vinculado al terrorismo internacional, del que poco se habla y al que tanto se lava. Y a los Ciudadanos de Rivera que no pueden disimular su ADN machista, ni sus objetivos políticos al decir: “¿Si hay derecho para interrumpir el embarazo, por qué no lo tenemos para poder concebir a un hijo para otra mujer?”. Son palabras del propio Albert Rivera.
En el lado pragmático y nada personalista del centro-izquierda, digamos, tenemos a Manuela Carmena y a Íñigo Errejón, dos personas de indudable talento. A políticos válidos y a los clásicos oportunismos que ya se avistan. A un gran número de medios. Producen hasta ternurita las opiniones de analistas como si fueran un miembro más de la plataforma. Es Madrid, pero se podría extrapolar. Con el buen ciudadano naranja que volvería a virar a un conveniente centrismo, sin dejar el ultranacionalismo español. Con Vargas Llosa bendiciendo. ¿Cabe felicidad mayor?
El pragmatismo nos ha traído hasta aquí, y aquí quiere que sigamos. ¿Hay vida fuera? Sí, en las calles de la desigualdad, de las mermas, del feminismo, de los derechos sin colores de piel que los distingan. De la verdad.