Oriol Junqueras no es hombre de corbata. No se la ponía para dar clases en la Universidad y cuando era vicepresidente no acostumbraba a llevarla. En la cárcel iba en chándal. Y tampoco la ha lucido los dos primeros días de juicio. Pero este jueves, el presidente de ERC compareció ante el tribunal que lo juzga con corbata y con el pin de conseller de la Generalitat en la solapa. Se enfrenta a 25 años de cárcel. Junqueras cumplirá los 50 dentro de dos meses. Hagan cálculos.
El líder republicano tenía dos opciones: presentarse como un reo que busca el perdón, al coste que sea, o como un político que no renuncia a sus ideas y acciones, al coste que sea. Junqueras escogió la segunda. Solo en los primeros minutos, al repasar su trayectoria profesional, proclamó que actualmente se considera un preso político. A partir de ahí, antepuso la estrategia política a la judicial. Menos barroco de lo que es habitual en él y más claro de lo que acostumbran a ser sus discursos, el presidente de ERC protagonizó una intervención cargada de contenido político y nada exculpatoria a ojos de la Fiscalía y, a buen seguro, de una importante parte de la opinión publicada. Fue un harakiri judicial de alguien que se sabe condenado pese a estar convencido de que no ha cometido el delito que se le imputa.
Junqueras, que es de los presos que menos ha leído en la cárcel porque ya había leído mucho antes de entrar (Raül Romeva ironizaba en la prisión con que el líder republicano de pequeño se cayó en una marmita de sabiduría), ha decidido que si él no puede ser presidente lo sea alguien de ERC. Los sondeos señalan a su partido como el ganador. Claro que también el 21D eran los favoritos y Puigdemont les acabó ganando la partida. La diferencia respecto a anteriores citas electorales es que los republicanos han conseguido sacarse de encima los complejos y resistir a las presiones a las que les someten los herederos de Convergència, sea en el Parlament, en tertulias o en las redes.
Junqueras, casi un año y medio después de entrar en prisión, ha reaparecido para hacer de Junqueras. Suave en las formas, duro en el fondo. Sabía lo que quería decir y lo que quería callar. Por eso solo respondió a su abogado. El lapidario de su intervención, a las preguntas acordadas con el letrado, es el mejor anuncio de ERC de cara a las próximas citas electorales.
El líder republicano puede desconcertar a más de uno cuando proclama su amor por España y a la vez defiende que votar no es un delito y que lo que es delictivo es no permitirlo. Habrá quien crea que es un reduccionismo porque el referéndum del 1-O no estaba acordado con el Gobierno central y ni tan siquiera tolerado como lo fue la votación del 9-N. Pero, a menudo -sobre todo en algunos medios editados en Madrid- se olvida que Junqueras es independentista. Lo era cuando casi nadie lo era. Como su partido. Y lo seguirá siendo, pase lo que pase. Lo era cuando se le atribuían acuerdos secretos con Soraya Sáenz de Santamaría o cuando se daba por hecho que bendeciría los Presupuestos de Sánchez.
Junqueras no es menos independentista que Puigdemont. La diferencia entre ambos es que sus estrategias son distintas. Sería muy difícil escuchar al expresident de la Generalitat proclamar un “amo a España” como el del presidente de ERC. Uno, Puigdemont, se ha criado en Girona. El otro, Junqueras, en el área metropolitana de Barcelona. No es una diferencia menor. Pero, pese a las muchas y evidentes diferencias de tono y estrategia, ambos comparten un mismo objetivo.
Los republicanos tienen paciencia, mucha. Con sus errores, como todos los partidos, acumulan más de 80 años de paciencia y, como se encargó de recordar su líder, ningún caso de corrupción. El periodista y exdiputado de la CUP, David Fernàndez, ha recuperado la foto en la que se ve a Lluís Companys, declarando en la misma sala, en mayo del 35, juzgado por el Tribunal de Garantías Constitucionales, y también por rebelión. Las crónicas del momento destacaron que pese al “mal color” de cara, Companys era de los que más sonreía. Junqueras también se ha reído este jueves cuando, aprovechando el Pisuerga de Sánchez, ha rememorado que a él cuando estaba al frente de la conselleria de Economía también le tumbaron unos presupuestos.
Companys proclamó aquel “madrileños, Cataluña os ama”. Fue en un mitin celebrado en la Monumental el 14 de marzo de 1937. Junqueras le ha emulado este jueves con un “amo a España”. Una declaración que, como él recordó, ha formulado en multitud de ocasiones.
Tal vez no será la frase más destacada de su intervención, posiblemente servirá de poco, pero una de las reflexiones que deberían tenerse en cuenta es la que lanzó Junqueras al insistir en que tanto Catalunya como el resto de España necesita una solución. “Todos necesitamos una solución”, resumió. No parece un mal punto de partida a no ser que se prefiera no buscarla por un puro interés electoral o editorial.